Monseñor Bosset
Nombrado obispo de Mérida de Maracaibo en 1841 para suceder a José Vicente de Unda, tuvo el timón del vasto obispado durante tres décadas. Recorrió el territorio a su cargo en varias ocasiones haciendo la visita pastoral. Diputado a los congresos de su época, se trasladó con relativa frecuencia a la capital, cuando era una proeza viajar de los Andes a Caracas.
Padeció las vicisitudes políticas de la época y en dos ocasiones sufrió el castigo del destierro. La primera bajo los Monagas y la segunda bajo el autócrata Guzmán Blanco. En esta última, cargado de años y dolencias, encontró la muerte camino de Mérida a Pamplona, en las cercanías de La Grita, en el lugar conocido como Las Porqueras.
Los moradores de una confortable finca lo acogieron. Murió rodeado de la devoción y el cariño de aquellas gentes, conscientes de la valía y virtud del anciano prelado, al igual que de la absurda medida del dictador de marras.
Grata impresión me causó la reciente visita al lugar. La familia Sánchez Camargo, actuales propietarios, han restaurado parte de la casa y exaltado la memoria del hecho y personaje objeto de esta crónica. La pequeña habitación donde falleció Mons. Bosset está convertida en oratorio, con imágenes y escritos alusivos a sus últimos momentos.
La ordenación sacerdotal del gritense Orlando Montilva fue ocasión para entregar una reproducción del óleo del obispo que se exhibe en el Salón del Trono del Palacio Arzobispal emeritense, obra del Pbro. José Humberto Quintero Parra.
Mons. Bosset es un ícono de la intransigencia e intolerancia de quienes ejercen el poder a sus anchas, sin miramiento por los derechos humanos fundamentales. Vale la pena recordarlo para mirarse en el espejo de lo que no debe ser.
Mons. Baltazar Enrique Porras Cardozo