El cardenal Vidal i Barraquer
Como es sabido, comprende la vida del ilustre eclesiástico desde su nacimiento en Cambrils, en 1868, hasta su fallecimiento en el exilio suizo. El popular prelado, que presidió la Iglesia de Tarragona en años muy difíciles, murió en Friburg el 13 de septiembre de 1943. Sus restos mortales descansaron en el convento de los cartujos en La Valsainte.
Evoco hoy su memoria porque hace justamente 40 años del retorno a Tarragona de aquellos restos mortales, cumpliéndose así su voluntad. La devolución a su tierra se inició, por parte del arzobispo de feliz memoria Josep Pont i Gol, el 13 de mayo de 1978 en la cartuja suiza. Llegaron a Cambrils el día 15 por la mañana, donde fue celebrada una misa en medio de la emoción de sus conciudadanos, y por la tarde del mismo día fue el sepelio en la Catedral de Tarragona, en la cripta del altar de San Fructuoso, tal como él lo había deseado.
En concreto Vidal i Barraquer escribió en su testamento redactado ya durante una estancia en el Vaticano en 1939: «Si muero en el exilio deseo que mis restos mortales sean trasladados a Tarragona y enterrados en la capilla de San Fructuoso o en la del Santísimo Sacramento de la Catedral, juntamente con las que se hayan encontrado de mi nunca olvidado obispo auxiliar el querido doctor Borràs».
A los 40 años de esta recepción del «Cardenal de la paz», como se le ha llamado, pienso que su figura es un importante referente para la Iglesia de Tarragona en todas las circunstancias, también en las actuales.
Fue un hombre de profunda espiritualidad, contrario siempre a toda violencia y deseoso de establecer relaciones también con los que en tiempos radicales propugnaban una política laicista llena de prejuicios hacia la Iglesia. Respetar a las autoridades legítimas, durante la dictadura de Primo de Rivera y la República, no le impidió dirigirse a ellas cuando era necesario defender los derechos de los católicos y la personalidad de Catalunya.
En muchos aspectos fue un adelantado del Concilio Vaticano II, pero su visión crítica la conjugó con una obediencia rendida a los papas Pío XI y Pío XII, con quienes había trabado verdadera amistad personal. Por fin, fue ejemplo de humildad y sencillez, las virtudes evangélicas que Jesucristo reclamó a sus discípulos.
† Jaume Pujol Balcells
Arzobispo metropolitano de Tarragona y primado