La concordia, un objetivo prioritario

En la glosa anterior hice referencia a tres objetivos para el año que hemos iniciado: el nuevo Plan Pastoral Diocesano, la celebración del octavo centenario de la creación de la Orden de la Merced en Barcelona y el trabajo por la paz y la concordia. En esta quisiera ofreceros unas reflexiones sobre el último de estos objetivos: la concordia y la cohesión social en nuestra tierra. Es un objetivo que implica a la Iglesia, pero que va más allá, porque es un reto para toda la sociedad catalana. Es, como hoy se dice, un reto y un objetivo transversal.

Como un punto de referencia histórico en nuestro país, me referiré al pensamiento que en muchos de sus artículos expresó Joan Carrera Planas, quién fue obispo auxiliar de Barcelona. Fue un cura y un obispo muy arraigado en Cataluña y, al mismo tiempo, muy cercano a los inmigrantes que vinieron a trabajar a Cataluña desde diversos lugares de España en los años sesenta y setenta. Los que, utilizando el título de una obra del escritor Paco Candel, eran llamados «los otros catalanes». El obispo Carrera, que antes de ser obispo fue rector en parroquias de barrios periféricos, siempre decía que los jóvenes sacerdotes enviados a las nuevas parroquias creadas por el obispo Gregorio Modrego, en zonas de fuerte inmigración, habían hecho un gran servicio a nuestra sociedad, que favoreció la integración en Cataluña de los «otros catalanes». Y lo hicieron con todo tipo de iniciativas que no tenían, entonces, el apoyo oficial.

En uno de sus artículos semanales en Catalunya Cristiana en la sección «Ahora mismo», escribía el obispo Joan Carrera en 1997: «Pero vino otro tiempo en el que la llegada a Cataluña de un sinfín de hombres y mujeres de toda España hizo presente el uso de la lengua castellana en la pastoral y en la liturgia de muchas iglesias. Nacieron parroquias nuevas en los barrios obreros que surgían alrededor de Barcelona y de muchas ciudades y pueblos grandes. […] Un buen número de sacerdotes se entregaron en cuerpo y alma. Alrededor de aquellas parroquias, única presencia activa, durante muchos años, de la sociedad catalana en las zonas de más inmigración, surgieron escuelas, cooperativas de viviendas, agrupaciones culturales e, incluso, sindicales, y se estableció la primera red de asistentes sociales de barrio, gracias a la organización de Cáritas» (Cf. Ara mateix, Barcelona, 2010, p. 872-873).

Ahora las circunstancias sociales son distintas. Diversos observadores atentos a nuestra realidad actual están preocupados por las posibles consecuencias negativas que los hechos políticos recientes puedan representar para la cohesión social de nuestra sociedad. Por eso, todos estamos llamados a hacer un esfuerzo para tejer la concordia y la confianza mutua dentro de una sociedad en la cual se da una gran pluralidad cultural, política y también religiosa.

Trabajar por la cohesión social es responsabilidad de todos. La Iglesia querría asumir este reto en el trabajo concreto y diario de las parroquias, escuelas e instituciones cristianas. Es bueno que compartamos todos los retos propios de vivir en comunión desde la disparidad de puntos de vista, como una gran familia en la que todos se quieren y respetan a pesar de las diferentes opiniones y procedencias. Que Dios nos ayude en esta tarea tan bonita y apasionante.

† Cardenal Juan José Omella
Arzobispo de Barcelona
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