Duelo por la involución perdida
No salen de su asombro. "¿Cómo ha sido posible?", se preguntan. Y se les viene el mundo encima. Y pierden el oremus. Y el libreto se les hace añicos. Su libreto decía que "el postconcilio, en manos de los progresaurios, había sido la causa de todos los males de la Iglesia". Que "los progresaurios están acabados". Que "son todos viejos y carcamales y, con ellos, se irá su modelo de Iglesia conciliar". Que "las barbaridades del postconcilio no volverían jamás". En dos semanas, se han quedado sin libreto y hasta sin músicos para tocarlo.
Como dice Felino Minino, uno de nuestros comentaristas:
"Carquilandia estaba muy contenta. Se veía triunfante. Se reía de los "progresaurios". Anunciaban ya su victoria final y echaban a todos los que no pensaban como ellos. Y de repente, empiezan a ver otros aires. Los que parecían desaparecidos empiezan a ver la luz de nuevo. Y poco a poco, ideas teológicas y eclesiales que creían borradas reaparecen con fuerza renovada. Normal que se incomoden. Pero no se preocupen. No se comportarán con ellos como ellos se comportaron con otros.
Es muy pronto, sí. Pero todo apunta a que vuestros tiempos de gloria se han acabado. Hace nada denunciábais a curas que se saltaban las normas litúrgicas y ahora os estáis comiendo con patatas un papa lavando y besando los pies a una chica musulmana. No es que vaya a hacer, es que ya está haciendo cambios. Y vosotros, que ya os veíais triunfantes, no sabéis qué hacer. Lo siento chicos, la película ha cambiado en quince días. Normal que estéis desconcertados y que os hagáis la ilusión de que nada ha cambiado. Pero tranquis, la Iglesia seguirá y vosotros tendréis vuestro lugar en ella. No seréis los únicos buenos y verdaderos, como os gustaría, pero no os echarán, como sí lo habéis intentado vosotros".
Coincido con nuestro comentarista y añado que fue tal el machaque, durante todos estos años, que los propios "progresaurios" reconocían el "invierno" eclesial (Rahner dixit) y esperaban nuevos tiempos. O, mejor, los soñaban.Pero, tal y como estaba la situación jerárquica, nadie se atrevía ni siquera a señalar el final del túnel.
Eso sí, el modelo postconciliar siguió vivo en el corazón, la memoria y la vida de muchos curas, que vivieron, mamaron y aplicaron el Concilio. Y de muchso fieles normales, sencillos, de los del común de mártires. Curas y fieles siguieron luchando en silencio por una Iglesia pueblo de Dios, encarnada, atenta a los signos de los tiempos, samaritana, misericordiosa...Y la semilla sembrada, entre lágrimas, empieza a dar su fruto.
El Espíritu sopló de nuevo. Como entonces. Como en la época del Papa Bueno. Y removió la ceniza y salieron a relucir las ascuas de la fe del pueblo de Dios. Y llegó Francisco y con él la nueva primavera. Es hora de disfrutarla y de posibilitarla. Porque tendrá oposición e intentarán ahogarla o que sea tan sólo un paréntesis y vuelva la uniformidad, la denuncia y el miedo.
Vuelve el Concilio. ¡Ojalá que esta vez sea para quedarse! De la mano del Papa Francisco. Y el pueblo de Dios sonríe. Y los teólogos se alegran. Y el miedo se bate en retirada. Y los que llevamos años pidiendo una Iglesia sana, plural y dialogante, donde quepamos todos, estamos radiantes. Nos conformamos con poco. Nos conformamos con eso: con una Iglesia que deje ser coto privado de unos cuantos y vuelva a ser inclusiva. Y con obispos-pastores, que no implanten miedo, sino cariño y el respeto que se otorga a los que sirven con autoridad moral y con bondad.
José Manuel Vidal