La elección del líder del sector conservador, Jesús Sanz, sería eleccion sería una sonora bofetada al Papa Juan José Omella, el 'Tarancón' de la segunda transición de la Iglesia española
Puede ser el nuevo Tarancón que, desde la presidencia del episcopado, acompañe y secunde al Nuncio Auza en su delicada labor de renovación episcopal
Al nuncio Auza sólo le queda dos posibilidades: Dar el salto al escalafón de los obispos o decantarse por algún prelado que, aunque sea mayor, aguante los cuatro años de mandato de la presidencia del episcopado
Omella tiene el cupo de honores eclesiásticos cubiertos. Además, nunca destacó por su afán carrerista y estuvo muchos años 'relegado' en La Rioja y se presentará en la Plenaria con el claro aval del Papa, pero sin una estrategia electoral y sin ni siquiera un muñidor de votos
"Omella tiene autoridad moral personal y delegada, porque, si Rouco hablaba con Benedicto en alemán, Omella habla con Francisco en español”
Omella tiene el cupo de honores eclesiásticos cubiertos. Además, nunca destacó por su afán carrerista y estuvo muchos años 'relegado' en La Rioja y se presentará en la Plenaria con el claro aval del Papa, pero sin una estrategia electoral y sin ni siquiera un muñidor de votos
"Omella tiene autoridad moral personal y delegada, porque, si Rouco hablaba con Benedicto en alemán, Omella habla con Francisco en español”
El filipino Bernardito Auza fue designado por el Papa nuncio en España con el objetivo de ser el 'nuevo Dadaglio', en referencia a monseñor Luigi Dadaglio, que fue el representante papal en Madrid de 1967 a 1980, y con la ayuda del cardenal Vicente Enrique Tarancón consiguieron cambiar la faz del episcopado tridentino y franquista español para ponerlo a la hora del Vaticano II.
¿Quién puede ser el nuevo Tarancón que, desde la presidencia del episcopado, acompañe y secunde al Nuncio Auza en su delicada labor? No hay mucho donde elegir. La élite episcopal (como otras muchas) está de capa caída y el cardenal Rouco Varela, vicepapa español durante más de 20 años, creó a la gran mayoría de los obispos actuales no por ser personalidades brillantes y con carisma, sino por ser grises, doctrinalmente seguros y obedientes a sus consignas y a las que venían de Roma.
La búsqueda de ese 'mirlo blanco taranconiano' se complica, si tenemos en cuenta que está a punto de jubilarse o acaba de hacerlo toda una generación de prelados. Desde Cañizares y Osoro, a Asenjo, Jiménez Zamora, pasando por Barrio, Martínez, Morga, Del Río, Herráez, Vives o Pérez. Se han ido ya o se van a ir en los próximos años 10 de los 13 arzobispos españoles, la parte alta del escalafón eclesiástico. En edad de merecer, sólo van a quedar Planellas, recientemente nombrado arzobispo de Tarragona con 65 años, y Jesús Sanz, el arzobispo de Oviedo, con la misma edad.
Ante este panorama, en su búsqueda del nuevo Tarancón, al nuncio Auza sólo le queda dos posibilidades: Dar el salto al escalafón de los obispos o decantarse por algún prelado que, aunque sea mayor, aguante los cuatro años de mandato de la presidencia del episcopado y rinda, así, su penúltimo servicio a la Iglesia española y al Papa Francisco, diseñador de este plan.
Si respeta el escalafón arzobispal, descartado Jesús Sanz, el otrora 'delfín' designado de Rouco y líder del sector más conservador, todas las probabilidades apuntan al cardenal Juan José Omella, arzobispo de Barcelona.
Omella (Cretas, Teruel, 21 de abril de 1946) está en la horquilla de edad de los arzobispos que están en salida, aunque aguantaría (está muy bien de salud) el cuatrienio para el que podría ser elegido al frente del episcopado. Le quedaría un año hasta cumplir los 75, pero, siendo un hombre de Francisco, contaría con una prórroga asegurada de dos o tres años, con lo que le permitiría finalizar su mandato y dar tiempo al nuncio para buscar un 'Tarancón' más joven.
Como cardenal, arzobispo de Barcelona y uno de los preferidos del Papa (por eso, lo nombró para formar parte del decisivo dicasterio de Obispos), Omella tiene el cupo de honores eclesiásticos cubiertos. Además, nunca destacó por su afán carrerista y estuvo muchos años 'relegado' en La Rioja.
Con el cupo de honores cubierto y destinado en una archidiócesis desde la que tiene que medirse continuamente con el 'procés' (hasta ahora, con éxito notable), los que lo conocen bien sostienen que podría ser el Tarancón de la segunda transición, pero con condiciones. “La primera es que Omella sólo se presentaría, si se lo pide el Papa y si le hacen la campaña. Así como no buscó Barcelona, tampoco buscará medrar. No es su estilo. Sólo aceptaría por un bien mayor: poner a la CEE en plena sintonía con Francisco”, explica un sacerdote barcelonés que conoce perfectamente la forma de ser y de actuar del cardenal.
De hecho, Omella se presentará en la Plenaria con el claro aval del Papa, pero sin una estrategia electoral y sin ni siquiera un muñidor de votos. Porque las elecciones en la CEE son muy especiales. No hay candidatos (el que se candida pierde) oficiales, pero sí oficiosos. No hay estrategias electorales abiertas, pero sí soterradas. No hay jefe de campaña de los líderes, pero sí muñidores de votos. Es decir, obispos amigos que piden el voto para su candidato a los demás compañeros. Un papel que ejerció, durante muchos años, el actual arzobispo de Burgos, Fidel Herráez, por cuenta del cardenal Rouco.
Además de ser el hombre de Roma, Omella recuerda mucho a Tarancón: tiene personalidad, duende y carisma, es sociable, sencillo, preparado, constructor de puentes y hasta socarrón y con sentido del humor como el cardenal de Burriana.
Por otro lado, como dice muy gráficamente un prelado catalán, “Omella es el que reparte los croissants”, en una aguda referencia a las mitras episcopales españolas que, desde hace 6 años, pasan por sus manos. Tanto las nuevas como los ascensos. Y añade el obispo: “Además, tiene autoridad moral personal y delegada, porque, si Rouco hablaba con Benedicto en alemán, Omella habla con Francisco en español”.
El aspirante Omella podría acudir a las elecciones en tándem con Osoro, su amigo otro de los preferidos del Papa. El arzobispo de Madrid ya dijo que él no se presentaría a presidente de la CEE por estar a punto de cumplir los 75, pero sí podría echar una mano, como vicepresidente, a su amigo.
Los equilibrios internos también favorecen a Omella. Entre los obispos no hay partidos. Suele decirse que no hay nada más parecido a un obispo que otro obispo, pero sí hay diferentes mentalidades y sensibilidades. Incluso, cordadas, en el caso de los más conservadores, que, con el aliento del incombustible cardenal Rouco en bambalinas, siguen manteniendo engrasado su grupo de poder.
En efecto, los que le deben la mitra al hasta hace poco 'repartidor de croissants', cardenal Rouco, forman un grupo compacto y disciplinado de unos 30 prelados, que votan al unísono, están perfectamente coordinados e intentará, por todos los medios, colocar en la presidencia a su jefe de filas, el arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz, de quien dicen que Asturias se le queda pequeña. Lo cierto es que no acaba de encajar en el Principado y, quizás por eso, le llaman de todo: 'besa-aeropuertos', 'el obispo de las florecillas' o 'la inmaculada decepción'.
Pero su pasado rouquista y su afiliación al llamado 'partido conservador' episcopal le van a pasar factura y Sanz no conseguirá romper la barrera de los 30 votos de los 84 obispos con derecho a voto (67 prelados residenciales y 17, auxiliares). Su eleccion sería una sonora bofetada al Papa.
“Elegir a Sanz sería posicionarse abiertamente en contra de los vientos que vienen de Roma, y la mayoría de los obispos españoles no están por esa labor. Aún costándoles ser francisquistas, admiran al Papa y saben que sus reformas son la única salida que le queda a la Iglesia, si no quiere perder toda su significatividad social”, explica un 'fontanero' de Añastro, curtido en mil batallas electorales.
Descartado Sanz, el único problema que podría tener Omella en su carrera a la presidencia del episcopado es que se creasen dos bloques enfrentados entre el arzobispo de Barcelona y el de Oviedo y que, ante esta situación, los prelados decidiesen optar por un tertium quid. Al puesto de terceros en discordia podrían aspirar el cardenal Cañizares (recuperado de sus problemas de salud y que puede presumir de entenderse con los socialistas), el obispo de Getafe, Ginés García, o el titular de Bilbao, Mario Iceta.