"El espantajo cismático está sólo en la cabeza de unos cuantos y ruidosos rigoristas" El Papa administra su propia medicina a los rigoristas: "No le tengo miedo al cisma"
"Pensaban que con ese espantajo iban a atemorizar al Papa (y, de paso, a la mayoría de los católicos que le sigue y le quiere), para que diese marcha atrás en sus reformas"
"Desactivado el espantajo del cisma, también se diluye el otro, que vienen utilizando asimismo desde hace años: el del Papa hereje"
"¿Qué dirán ahora los Santiago Martín, Francisco José Fernández de la Cigoña, Gabriel Ariza, Luis Fernando Pérez, Jorge González Guadalix o José Luis Aberasturi, entre otros?"
"¿Qué dirán ahora los Santiago Martín, Francisco José Fernández de la Cigoña, Gabriel Ariza, Luis Fernando Pérez, Jorge González Guadalix o José Luis Aberasturi, entre otros?"
No se anda con chiquitas, ni se esconde, ni disimula, ni habla con circunloquiso ni con el acostumbrado lenguaje alambicado clericaloide. En el Papa Francisco no cabe la hipocresía. Dice siempre lo que piensa, con naturalidad y sencillez. Habla desde el corazón. Por eso, molesta tanto a los rigoristas, que, esta vez, vuelven a estar que trinan, porque Bergoglio les ha dado de su propia medicina.
En el vuelo de regreso Roma, después de un viaje por varios países africanos, el Papa habló abiertamente sobre la posibilidad de una división en la Iglesia católica. “No le tengo miedo al cisma”, dijo, agregando que ya habían sucedido muchos en la historia de la Iglesia. Y, como es lógico, añadió: “Rezo para que no haya uno, porque la salud espiritual de muchas personas depende de ello”.
Los rigoristas llevan años amenazando con esa terrible palabra, que huele a otros tiempos y sabe a ruptura de la comunión eclesial, uno de los bienes más preciados del catolicismo. Pensaban que con ese espantajo iban a atemorizar al Papa (y, de paso, a la mayoría de los católicos que le sigue y le quiere), para que diese marcha atrás en sus reformas. ¡Qué poco le conocen!
Queda claro, después de la intervención del Papa, que el espantajo cismático está sólo en la cabeza de unos cuantos y ruidosos rigoristas, a los que el sucesor de Pedro no teme. No puede temer, si creemos de vderdad que está asistido por el Espíritu Santo.
Desactivado el espantajo del cisma, también se diluye el otro, que vienen utilizando asimismo desde hace años: el del Papa hereje. Y por lo que se refiere a desearle la muerte inmediata, por mucho que lo repiten, no consiguen resultado alguno, porque eso está solo en manos de Dios.
¿Dejarán de enarbolar los referidos espantajos a partir de ahora? No padre. Los rigoristas, por definición, son inasequibles al desaliento y les corroe el odio y la rabia, que retroalimentan con sucesivos platos de la misma medicina. Se cuecen a fuego lento en su propia salsa.
¿Qué dirán ahora los Santiago Martín, Francisco José Fernández de la Cigoña, Gabriel Ariza, Luis Fernando Pérez, Jorge González Guadalix o José Luis Aberasturi, entre otros? Seguro que recapacitarán, harán examen de conciencia, se arrepentirán, se confesarán y cumplirán la penitencia: No romperás la comunión eclesial ni denostarás al Papa, piedra angular de la citada comunión. ¿Seguro?