El árbol del Papa en África

Desde el 'árbol de la ciencia del bien y del mal' del Paraíso hasta el 'árbol de la cruz' el cristianismo está lleno de alegorías arbóreas que simbolizan la vida, la esperanza y la unión del cielo y de la tierra. Fiel a esta tradición, Francisco ha querido plantar su árbol en África, como “un gesto simbólico sencillo, cargado de significado”. En Kenia, le llaman ya 'el árbol del Papa de los pobres'.

Y en su discurso ante la Oficina de Naciones Unidas de Nairobi, el Papa quiso explicar el simbolismo de su gesto. Primero, como gesto ecológico. Francisco es el primer Papa que ha escrito una encíclica sobre la ecología integral, la 'Laudato si', que tiene en cuenta a la 'casa común', a la tierra, y a sus moradores. Un Papa verde lanzado a promover el cuidado de “los pulmones del planeta repletos de biodiversidad”.

El árbol del Papa en África encarna la esperanza de que todavía estamos a tiempo de parar el deterioro flagrante del medioambiente y revertir la situación. Eso sí, siempre que los políticos se pongan manos a la obra con decisión, dejando de lado sus intereses particulares. Porque, según el Papa, en estos momentos se nos plantea una disyuntiva: “Mejorar o destruir el ambiente”.

Un árbol papal en Kenia que recuerda a todos que “el cambio climático es un problema global”, el gran reto de la Humanidad, porque afecta a todos, pero especialmente a los más desfavorecidos, a los descartados, sometidos a un “imparable proceso de exclusión”. Porque el planeta, dice el Papa, es “patria y la humanidad pueblo que habita una casa de todos”.

Es decir, apostar por la regeneración del planeta, dejando atrás el mal ejemplo de la época postindustrial que, según el Papa, “podría ser recordada como una de las más irresponsables de la Historia”. Porque estuvo a punto de matar el planeta y derruir la casa común. Se necesita un cambio de ciento ochenta grados en las dinámicas sociales. Con políticas que coloquen en el centro a la persona humana y a su dignidad.

Eso exigirá, según el análisis del papa, un “nuevo estilo cultural”, al que Francisco llama “la cultura del cuidado” frente a la del “descarte”. Ésta nos llevó a la “globalización de la indiferencia” y a las “nuevas formas de esclavitud” o a la riada de emigrantes económicos, que huyen de la miseria, pero que no son reconocidos como refugiados y “naufragan con sus sueños”. Miles de emigrantes africanos que quedan sepultados para siempre en el cementerio del Mediterráneo.

Porque el árbol del Papa en África es también o sobre todo el árbol de los pobres. Para los que el Papa sigue reclamando las tres T : “Techo, trabajo y tierra”. Y, por ellos y para ellos, solicita cosas concretas, como atención sanitaria, eliminación de la malaria o de las llamadas enfermedades “huérfanas”.

Y denuncia, desde su atril de la ONU en África, el expolio de sus riquezas: el comercio ilegal de diamantes, de metales raros, de maderas y material biológico o el tráfico de marfil y el terrorismo, entre otras cosas Todo eso y mucho más recordará a ésta y a las próximas generaciones el árbol del Papa en África. El África que vive siempre a la sombra de un árbol.

José Manuel Vidal
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