5 + 2 los cardenales rebeldes

Prometen, cuando reciben la púrpura entregar, si fuese, necesario "su sangre" por el Papa. A algunos cardenales parece habérseles olvidado su sagrado juramento. Y se acaban de rebelar contra Francisco. En total son 7. Por ahora. 5 lo han hecho de forma abierta y solemne por medio de la publicación de un libro. Los otros 2, con declaraciones a la prensa. Los cinco primeros son: Muller, Burke, Caffarra, Brandmuller, De Paolis. Los 2 restantes: Scola y Pell.

Todos ellos representantes de la vieja guardia, que se resiste al cambio y prefiere morir matando. Entre los 7, hay de todo. Unos más y otros menos famosos e importantes. Caffarra, Brandmuller y De Paolis, ya ancianos, están de retirada, pero tuvieron su peso y siguen contando.

Los auténticos pesos pesados, los nombres que relucen y llaman la atención en negativo son los de los otros tres purpurados: Müller, Pell y Scola. Lo del arzobispo de Milán es grave por haber sido papable preconizado y por regentar nada menos que la emblemática sede de Milán (otrora de Martini y de Tettamanzi).

Más grave me parece, si cabe, el pronunciamiento de Müller y de Pell. Simplemente, porque, en estos momentos, son prelados de la Curia, forman parte del gobierno central de la Iglesia y se supone que, por todo ello, son dos purpurados de la máxima confianza papal.

A Müller, el prefecto de Doctrina de la Fe, el Papa no sólo lo confirmó en su puesto (en contra de lo que muchos le aconsejaban), sino que, además, lo creó cardenal. Que Müller se haya atrevido a proclamarse en rebeldía contra el Papa es un escándalo de proporciones mayúsculas. Porque lo hace nada menos que el "guardián de la ortodoxia". El nuevo Ottaviani.

A Pell (un cardenal con techo de cristal, al que persiguen desde hace años los fantasmas de la pederastia encubierta en su archidiócesis australiana), Francisco lo trajo a Roma (aún sabiendo que es un conservador de tomo y lomo y con muy malas pulgas) y le confió nada menos que la "bolsa" de Pedro. Lo puso al frente de la Secretaría de Economía, con poderes excepcionales en este ámbito tan delicado de la gestión de la Curia y con tantas repercusiones mediáticas.

Me cuesta compararlo con Judas, pero, por su frutos los conoceréis. Y los frutos de Pell, colocándose en el bando de los "rebeldes" son malos, malísimos.

Gesto feo el de estos cardenales. ¿Hará algo el Papa contra ellos? No lo creo. No es su estilo. Al contrario. Lo que hizo, por ahora, es invitar a un cupo muy importante de cardenales y prelados conservadores al próximo Sínodo de la Familia.

Por otro lado, quizás se lo esperase. Quizás lo viese venir. Es la dinámica y la estrategia que siempre ha seguido la "derecha" eclesial o el sector más conservador que, cuando hay algo que no les gusta, cuando el Papa no va en su carro a misa, entonces dejan de ser papistas. Jamás la llamada "izquierda" eclesial o el sector moderado hicieron algo así en los pontificados de Juan Pablo II y de Benedicto XVI. Y miran que tuvieron motivos. Y de los gordos. Pero aguantaron en silencio, sin publicitar jamás sus discrepancias. Quizás, por eso, los cismas siempre vienen por la derecha eclesial.

El segundo paso de la estrategia de los neocon consiste en oponerse férreamente al cambio más mínimo, con lo cual taponan la salida no sólo para lo mínimo, sino también para lo máximo. Si se han rebelado por la simple cuestión (con su importancia, pero que no deja de ser secundaria comparada con otras) de la posibilidad de que los divorciados vueltos a casar puedan comulgar en algonus casos, ¿qué no estarán dispuestos a hacer en otras cuestiones más mollares? Con la revisión del celibato de los curas, se rasgarían las vestiduras y con el acceso de la mujer al sacerdocio, intentarían quemar al propio Papa.

Al Papa de la ternura y de la misericordia se le rebelan los halcones. Pero el pueblo de Dios (vox populi, vox Dei) sigue con él a muerte. Ése es el mejor aval de Francisco.

José Manuel Vidal
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