El seny del obispo Cortés

La respuesta es breve, pero clara y contundente. El obispo de San Feliu de Llobregat, Agustí Cortés, aborda la cuestión catalana (en una entrevista exclusiva a RD, que publicamos hoy) con palabras claras y clarificadoras. En el justo medio, en el punto de equilibrio, con todo el seny catalán pasado por la doctrina social de la Iglesia.

No se puede decir más en menos espacio, signo de una mente privilegiada. Monseñor Cortés, primer obispo de una diócesis de nueva creación, que cumple su décimo aniversario, deja claros los dos principios básicos a la hora de afrontar, desde la perspectiva cristiana, la cuestión catalana.

En primer lugar el principio de le encarnación, que dejó claro el Vaticano II. La Iglesia ha de encarnarse en cada lugar al servicio de su pueblo. Una encarnación de la que no se debe colegir la apuesta por un modelo concreto de organización política. Es decir, tanto la opción de la independencia como la de la unidad con España tienen aval en el cristianismo.

Pero lo que deja muy claro monseñor Cortés es que los obispos (catalanes o no catalanes) "no tienen autoridad para decantarse por la independencia o la unidad".

Es la vuelta al sagrado principio de la neutralidad política de la Iglesia. El principio que consagrara Tarancón en la Transición y que tan buenos réditos le dio, entonces, a la institución en credibilidad y en influencia social. Un principio que, después quebraron los cardenales Suquía y Rouco, alineando a la Iglesia con un partido y convirtiéndola en actor político partidista.

Cortés es todo un ejemplo de clarividencia ante una situación, como la catalana, que levanta pasiones. No en vano su nombre sonó con fuerza para suceder al cardenal Sistach, en el arzobispado de Barcelona. Su candidatura pareció desinflarse por el cáncer contra el que tuvo que luchar a brazo partido. Luchó y, al menos por ahora (Dios quiera que para siempre), lo ha vencido. Curado, vuelve a situarse en la rampa de salida para ser el nuevo arzobispo de Barcelona.

Una sucesión que, a mi juicio, podría jugarse entre esta terna: Agustín Cortés, obispo de San Feliu, Sebastiá Taltavull, auxiliar de Barcelona, y Enric Vives, arzobispo de Urgell. Con el comodín de monseñor Juan José Omella, el obispo de la Rioja. Aunque el cardenal Sistach todavía tiene cuerda para rato, su jubilación se desliga de la del cardenal Rouco y Francisco acaba de premiarlo con el nombramiento para participar en el Sínodo de la Familia.

José Manuel Vidal
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