Los 'superiores' del prior del Valle de los Caídos
La abadía del Valle de los Caídos se formó con monjes procedentes de Silos en 1958. Ese año se fundó mediante un convenio entre una entidad creada al efecto, la Fundación de la Santa Cruz del Valle de los Caídos, y la abadía de Silos, que envió 20 monjes al nuevo monasterio.
Cuando el abad de Silos propuso en reunión capitular el ofrecimiento del Gobierno de Franco de fundar el Valle, preguntó a los monjes profesos solemnes (los capitulares): “¿Vamos o no vamos?". Fray Anselmo Álvarez, que entonces era un joven monje y, después, sería el abad, adelantándose a todos, respondió enérgicamente: "¡De cabeza!" Desde entonces, la abadía se identificó con el lugar y se convirtió en 'custodia' de la memoria y de los restos del Caudillo.
En estos momentos, la abadía del Valle de los Caídos no tiene abad, tras la renuncia por motivos de salud de Anselmo Álvarez en 2014. Desde entonces, la abadía benedictina se encuentra sin 'cabeza' y, sobre todo muy dividida entre un sector moderado y otro más rigorista, que es el que apoya al actual prior.
Ante esa evidente fractura, el superior mayor de la Federación benedictina de Solesmes, el abad Philippe Dupont, decide no autorizar la elección de abad en el Valle de los Caídos, sino que nombra a un prior administrador 'ad nutum superioris' (por voluntad del superior).
Es decir, la abadía vive, en estos momentos, en una especie de régimen provisional. El prior Cantera tiene la misma autoridad que un abad, mientras conserve el cargo y ya no depende para nada de Silos, sino de Solesmes. Aunque el abad de Silos, Lorenzo Mate, y el de Leyre, Juan Manuel Apesteguía, son “abades regentes”, con cierto ascendiente sobre el prior 'rebelde'.
Ahora bien, ni los 'regentes' ni el propio abad de Solesmes tienen jurisdicción ordinaria sobre la abadía del Valle. Este último sólo dispone de jurisdicción para realizar las preceptivas visitas canónicas o intervenciones excepcionales, como sería el caso.
En efecto, más que tomar decisiones sobre la exhumación del dictador, el abad Dupont podría presionar al Prior del Valle, para que, siguiendo la línea marcada por la jerarquía española, no se oponga a la decisión del Gobierno socialista.
Si el prior no se pliega a las indicaciones de su superior general, éste puede recurrir a las siguientes instancias en la cadena de mando eclesiástico. El primero en este escalafón sería el arzobispo de Madrid, cardenal Carlos Osoro, en cuya demarcación eclesiástica se encuentra la abadía. El arzobispo de Madrid, aunque no tiene jurisdicción ordinaria sobre la abadía del Valle, ha de velar para evitar escándalos. Y, en este caso, podría aducir como escandalosa la decisión del prior de impedir la exhumación, en contra del sentir mayoritario del episcopado español.
El siguiente eslabón en la cadena de mando respecto a la abadía del Valle es la congregación para la Vida Religiosa del vaticano, dirigida por el prefecto, cardenal Joao Braz, y cuyo secretario es el franciscano español, monseñor Rodríguez Carballo. Buen conocedor del tema, fray Carballo podría asesorar al cardenal brasileño, que sería el encargado de urgir obediencia al prior del Valle, si el asunto llega a instancias vaticanas.
Evidentemente, el Papa, como jefe máximo de la Iglesia católica podría intervenir 'motu proprio' en el caso y con una autoridad total y absoluta sobre el prior de la abadía de Cuelgamuros, pero no es habitual que lo haga. En estos casos suele delegar en el dicasterio (ministerio) que entiende de la temática, en este caso el de la Vida Religiosa.
En Roma aseguran que no esperan que sea necesaria “una intervención vaticana” y creen que el caso va a resolverse con las intervenciones, al alimón, del Abad de Solesmes, de los dos abades 'regentes' y, si fuese necesario del arzobispo de Madrid. Y, aunque sea a regañadientes, el prior Cantera tendrá que dar su brazo a torcer.
José Manuel Vidal