Misa crismal: El significado de bendecir de los óleos Ungida para amar

"Los tiempos se han vuelto recios para la fe. La Iglesia, lo mismo que aquella mujer sorprendida en adulterio y condenada a morir, se ve, ella también, puesta en medio, señalada, y destinada a la infamia y a la muerte"
"Hoy la paz de sus hijos es sometida a prueba de muchas maneras: Para muchos de ellos, en muchos lugares, es hora de martirio; para los pequeños en la fe es tiempo de escándalo y de muerte. Para todos es tiempo de pasión, combate y purificación"
"En este contexto adquiere un significado muy especial la Misa Crismal, en la que se bendicen los óleos que han de ungir nuestros cuerpos para significar nuestra comunión con Cristo y disponernos a entrar con él en la lucha contra el mal"
"A Jesús de Nazaret, bautizado en el Jordán, el Espíritu lo ungió bajando sobre él. Y de Jesús, del Ungido, del Cristo, habló entonces la voz del cielo: 'Éste es mi Hijo, a quien yo quiero, mi predilecto' "
"En este contexto adquiere un significado muy especial la Misa Crismal, en la que se bendicen los óleos que han de ungir nuestros cuerpos para significar nuestra comunión con Cristo y disponernos a entrar con él en la lucha contra el mal"
"A Jesús de Nazaret, bautizado en el Jordán, el Espíritu lo ungió bajando sobre él. Y de Jesús, del Ungido, del Cristo, habló entonces la voz del cielo: 'Éste es mi Hijo, a quien yo quiero, mi predilecto' "
Ungida para amar
Los tiempos se han vuelto recios para la fe. La Iglesia, lo mismo que aquella mujer sorprendida en adulterio y condenada a morir, se ve, ella también, puesta en medio, señalada, y destinada a la infamia y a la muerte.
Hoy la paz de sus hijos es sometida a prueba de muchas maneras: Para muchos de ellos, en muchos lugares, es hora de martirio; para los pequeños en la fe es tiempo de escándalo y de muerte. Para todos es tiempo de pasión, combate y purificación, tiempo de oración en aridez y cansancio, tiempo de velar para no caer en la tentación.

En este contexto adquiere un significado muy especial la Misa Crismal, en la que se bendicen los óleos que han de ungir nuestros cuerpos para significar nuestra comunión con Cristo y disponernos a entrar con él en la lucha contra el mal: “Con el santo crisma se ungen los recién bautizados, los confirmados son sellados, y se ungen las manos de los presbíteros, la cabeza de los Obispos, y la Iglesia y los altares en su dedicación. Con el óleo de los catecúmenos, éstos se preparan y disponen al Bautismo. Con el óleo de los enfermos, éstos reciben alivio en su debilidad”.
Ungidos como Jesús
A Jesús de Nazaret, bautizado en el Jordán, el Espíritu lo ungió bajando sobre él. Y de Jesús, del Ungido, del Cristo, habló entonces la voz del cielo: “Éste es mi Hijo, a quien yo quiero, mi predilecto”.
Jesús fue ungido por el Espíritu para dar “la buena noticia a los pobres”, y fue enviado “para anunciar la libertad a los cautivos y la vista a los ciegos, para poner en libertad a los oprimidos, para proclamar el año de gracia del Señor”.
Jesús fue ungido por el Espíritu, y el Espíritu lo llevó por el desierto, “mientras el diablo lo ponía a prueba”. El Espíritu lo llevó por los caminos de Galilea, donde con autoridad enseñaba y curaba. Y empujado, más que llevado, por el Espíritu, Jesús subió a Jerusalén, para consumar su éxodo: allí, en la cruz, como Hijo, como Siervo, como cabeza de una humanidad nueva, por su obediencia al Padre, el Ungido alcanzó la victoria definitiva sobre el enemigo que a todos nos había sometido a esclavitud.
Un día, a los discípulos de Jesús, comenzaron a llamarlos “cristianos”, es decir: discípulos de Cristo, seguidores del Ungido. Pero antes de que nadie los llamase con ese nombre, el Espíritu los había hecho ‘ungidos’, verdaderos ‘cristos’, hombres y mujeres enviados para dar la buena noticia a los pobres, enviados a iluminar y liberar, a proclamar un jubileo de Dios para todos los pueblos.

Ungidos como Jesús, eso es lo que somos: Nos ungió por fuera un óleo sagrado; nos ungió por dentro el Espíritu del Señor. Con verdad podemos decir: soy ungido, soy otro Cristo, soy cristiano, porque el Espíritu del Señor está sobre mí.
“Con la fuerza del Espíritu…”
“Con la fuerza del Espíritu”, los hijos de la Iglesia han de recorrer su camino de hijos de Dios: Nos precede Jesús; lo sigue cada uno de nosotros, con su cruz, en su soledad, en su noche.
“Con la fuerza del Espíritu” fuiste ungido, aún catecúmeno, para disponerte al combate con el poder del mal. Ese combate será sin tregua hasta la muerte.
“Con la fuerza del Espíritu” fuiste ungido, apenas bautizado, para significar tu configuración con Cristo, sacerdote, profeta y rey. En el misterio del bautismo, bajaste con Cristo a la muerte, fuiste sepultado con él, con él resucitaste a vida nueva, en él fuiste justificado, santificado, vivificado. Lo que entonces viviste en la verdad del sacramento, aquella experiencia única de muerte y resurrección con Cristo, la haces cada día en la verdad de tu vida: Caminas con tu Señor, amas con él, sufres con él, mueres con él… resucitarás con él. Caminarás, amarás, sufrirás, morirás, resucitarás con Cristo, sólo si te anima la fuerza del Espíritu que de Cristo has recibido.
“Con la fuerza del Espíritu” de Jesús saldrás al encuentro de los pobres, con tu pan y con tu vida, con tu alma en las manos.
“Con la fuerza del Espíritu” de Jesús romperás cadenas, cambiarás en alegría las tristezas, en paz las angustias, en fiesta los lutos.
No nos dijo el Señor: “Seréis numerosos”. No nos dijo nunca: “Seréis poderosos”. En ningún sitio hallaréis escrito a propósito de nuestra vida un “seréis grandes”. Muchos que todavía se llaman cristianos sueñan con ser numerosos, poderosos y grandes. Muchos que todavía se llaman cristianos, se engañan a sí mismos con fantasías de gloria mundana, y olvidan que todo cuanto se nos ha mandado a los discípulos se encierra en estas palabras del Maestro: “que os améis unos a otros”.
Tampoco nos dejó Jesús en herencia el aprecio del mundo: “Cuando el mundo os odie, tened presente que primero me ha odiado a mí. Si pertenecierais al mundo, el mundo os querría como a cosa suya, pero como no le pertenecéis, sino que al elegiros yo os he sacado de él, el mundo os odia”.

Todavía hay cristianos que piensan poder cuantificar la difusión de la fe con los instrumentos de una empresa de encuestas. Como si fuese posible a los encuestadores saber dónde sopla el Espíritu del Señor, de dónde viene y a dónde va.
¿Qué hicimos del evangelio de Cristo para que alguien llegase a soñar una posible identificación entre mundo cristiano y mundo? “Un siervo no es más que su amo; si a mí me han perseguido, lo mismo harán con vosotros, y el caso que han hecho de mis palabras lo harán de las vuestras”.
Soplan con fuerza los vientos del Espíritu, y la Iglesia se purifica. Son tiempos de dolor, tiempos de parto. Algo nuevo y hermoso está viniendo a la luz. Caerán los ídolos: los fundamentalismos, los integrismos, las ideologías. Los creyentes se quedarán con una herencia de odios –el odio del mundo-, y un único mandato de amor –el que recibimos de Jesús-: “Que os améis unos a otros; igual que yo os he amado, amaos también entre vosotros. En esto conocerán que sois discípulos míos: en que os amáis unos a otros”.
¿He dicho amor? Entonces he dicho Espíritu Santo, Espíritu de Dios, Espíritu de Jesús.
Esta Iglesia de Cristo, esta comunidad animada por el Espíritu de Cristo, esta experta en el amor que es Dios, sabe qué hacer con la miseria humana, siempre ha sabido qué hacer con la adúltera, con la prostituta, con el ladrón, con el criminal, con quien aborta, con el pederasta. Esta Iglesia ha sabido siempre qué hacer y lo ha hecho con todas sus fuerzas, casi siempre odiada por lo que dice, despreciada por su moral del amor extremo, objeto de burla porque cree todavía en la libertad y en la responsabilidad del individuo.
Hemos sido consagrados por el Espíritu
Somos hijos de Dios en el Hijo de Dios. Llevamos la palabra de Jesús en nuestro corazón, allí la guardamos y la meditamos. La palabra guardada es testigo del amor que tenemos a Cristo el Señor.
Por la palabra que hemos creído y por el amor que tenemos a Cristo, el Padre nos ama, y con Cristo ha venido a nosotros y habita en nosotros. De ello da testimonio el Espíritu Santo que nos ha ungido. Somos templo de Dios, su santuario, su morada sagrada. Y en ese templo, en comunión con Cristo, somos el altar en el que se ofrece a Dios un culto verdadero, un culto hecho de obediencia filial, de amor confiado, de vida entregada, de alabanza agradecida.
Cada uno de nosotros lleva grabada en la frente una misteriosa inscripción: “Consagrado al Señor”, sagrado para Dios, santo para el que es tres veces Santo.
Para esta consagración has sido ungido, para ser santo has sido sellado, para ser de Dios has sido marcado con el Espíritu de Dios.
El profeta había anunciado de esta manera lo que la gracia ha realizado en ti por Cristo Jesús: “Vosotros os llamaréis «Sacerdotes del Señor», dirán de vosotros: «Ministros de nuestro Dios». Les daré su salario fielmente y haré con ellos un pacto perpetuo”.
El vidente de los tiempos últimos no anunció en su libro lo que aún estaba por venir, sino que pronunció una doxología por lo que ya se había realizado: “A Aquel que nos amó, nos ha librado de nuestros pecados por su sangre, nos ha convertido en un reino y hecho sacerdotes de Dios, su Padre, a Él la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén”.
No olvides, cristiano, tu dignidad. No desprecies a quien no te la reconoce. Ama a todos, para que todos lleguen a conocer la altísima vocación a la que también ellos son llamados: la de ser testigos, sacerdotes y reyes.
Nuestro camino es el que recorrió Jesús: ungidos como él por el Espíritu del Señor, enviados como él a llevar evangelio a los pobres, a ser evangelio para los pobres.
Tu nombre de “cristiano” es inseparable de la vida de los pobres. Tu nombre de “ungido por el Espíritu del Señor”, es inseparable de tu misión con los que sufren, con los que tienen el corazón desgarrado, con los que se han visto privados de libertad, con los que esperan un año de gracia del Señor.
Iglesia de Cristo, has sido ungida para amar.

Etiquetas