El 1 de enero de 2024, el papa Francisco tuvo un sueño imaginario en el que Jesús de Nazaret se dirigió a él para comunicarle su gran preocupación por la deriva de la Iglesia, y plantearle la suma urgencia de restaurarla con el fin de conseguir que la Iglesia no siga afincada en la tradición y camine por el sendero indicado por el Evangelio, los derechos humanos y los signos de los tiempos.

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En el sueño, Jesús de Nazaret le planteó a Francisco una serie de ruegos, mucho más que consejos, para que la Iglesia cambie su imagen retrógrada y anticuada por otra más adaptada a los tiempos modernos. 

Esto fue lo que le dijo: 

“Soy Jesús de Nazaret. Presta atención a lo que voy a decirte y grábalo bien en tu memoria: Me produce una gran angustia ver cómo mi Iglesia va haciendo aguas a un ritmo acelerado, en la medida que no escucha las críticas de los creyentes comprometidos para evitar que se ahogue en las ciénagas de la tradición, al mantener una estructura jerárquica-monárquica-patriarcal que no cabe en las sociedades democráticas. Respecto al patriarcado, me preocupa que en las parroquias manden los párrocos, en las diócesis manden los obispos, y en toda la Iglesia mande el Papa. Ellos y no ellas son los que detectan el poder sacramental y doctrinal. 

Te ruego que pongas a mi Iglesia en marcha porque no es tu Iglesia sino la mía. Reconozco que en tus años de pontificado has realizado algunos cambios, aunque has vetado para el Sínodo de octubre temas como el diaconado y el sacerdocio femenino, el celibato opcional del clero, la pastoral LGTBI, el aborto incluso en situaciones extremas, el divorcio, el matrimonio homosexual, la eutanasia o el uso de anticonceptivos. Además, tanto tú como el cuerpo cardenalicio mantenéis un silencio sepulcral en plantear un cambio significativo de la estructura de la Iglesia que se remonta al Antiguo Régimen anterior a la Edad Contemporánea que se inició en 1979, hace 235 años, dando paso al Nuevo Régimen que prescindió de la monarquía absoluta para embarcarse en la democracia. 

Considero que los temas que bloqueaste son imprescindibles para construir una Iglesia en salida que empiece a andar hacia un rumbo alejado de la tradición, que no hace más que poner palos a la rueda del progreso. Continúas manteniendo un matrimonio indisoluble con la tradición y no estás dispuesto a separarte de ella, por mucho que insistan aquellos que desearían un cambio de rumbo, ya que eliminaría las señas de identidad de la Iglesia mantenidas durante casi dos milenios. 

En el Sínodo del mes de octubre hay que avanzar mucho más. Tu pontificado no será duradero; deseo que lleves a cabo lo que te voy a decir: 

Desbloquea los temas vetados. Todos ellos son interesantes porque están demandados por los fieles que desean que sean tratados, ya que son temas que no se plantearon en otros tiempos, pero ahora sí. La Iglesia se caracteriza por estar muy arraigada a la tradición, a un modo de pensar y de adoctrinar que debe actualizarse. Deja, pues, que esos temas salgan a la luz. Quiero un Iglesia actualizada. Para conseguirlo debes desclerizarla y dar más protagonismo a los creyentes laicos, sobre todo a las mujeres que están muy marginadas respecto a la administración de los sacramentos y a las esferas de poder. Escucha las demandas de mi pueblo, no lo defraudes. Todo eso es la forma más efectiva de desarraigarte de la tradición.

Sé valiente, debes actuar ya, sin demora ni excusas. No te vayas sin haber establecido el diaconado femenino y defiende  que las mujeres ocupen todos los grados de la jerarquía sin excepción. Empieza, pues, a caminar hacia la igualdad entre hombres y mujeres en todas las esferas y elimina de ese modo el patriarcado, totalmente trasnochado. Recuerda que elegí a las mujeres como las primeras testigos de mi resurrección y como las primeras apóstoles anunciadoras de mi resurrección. No pongas trabas en el Sínodo para que las mujeres empiecen por acceder al diaconado e ir avanzando hasta que ellas consigan llegar todos los grados de la jerarquía.

"Recuerda que elegí a las mujeres como las primeras testigos de mi resurrección y como las primeras apóstoles anunciadoras de mi resurrección"

Estoy compungido por la grave situación de mi Iglesia originada por la pederastia clerical. Conoces bien que el abuso sexual contra niños, niñas y adolescentes deja secuelas psicológicas para toda la vida. Recuerda con qué contundencia condené el daño ocasionado a los niños, por el hecho de ser el mayor pecado que pueda cometer un ser humano, especialmente si está revestido del orden sagrado. Debes estar vigilante y firme para que cada conferencia episcopal nacional aplique la reparación aprobada por los jueces. 

Un paso que no se ha dado y que me hubiera alegrado, sería el de retirar del orden clerical a los pederastas clericales, y el de excomulgar a todos los obispos que con su silencio cómplice permitieron ese crimen execrable. 

Tienes poco tiempo para iniciar, con la colaboración del Sínodo, una restauración inmediata y sin demora de la Iglesia. Así, el próximo pontífice se verá obligado moralmente a continuar avanzando hacia la dirección correcta, tomando como referencia el Evangelio, los derechos humanos, los signos de los tiempos y las demandas de los creyentes comprometidos como los teólogos de la liberación y las aportaciones y demandas de mejora de las comunidades de base. 

El mayor obstáculo que tiene la Iglesia para caminar por esa senda ha sido y continúa siendo la tradición, al mantenerse en el inmovilismo, negándose de ese modo en ir en busca de la renovación innovadora.

Para asegurar que la Iglesia dé un vuelco, no estoy dispuesto a tolerar que siga por un camino equivocado. Para evitarlo he decido promover en el próximo cónclave que sea elegido como Papa un cardenal que reforme mi Iglesia, dándole un giro copernicano y no pequeños e insignificantes cambios.

Espero que este sueño te haya hecho reflexionar y aproveches el tiempo que te queda como pontífice para darle a la Iglesia un empujón hacia adelante, y que los siguientes pontífices continúen empujándola por el sendero correcto, el que yo deseo y el que desean las comunidades de base y los teólogos de la liberación. Adiós, confío en ti”.

Al despertar Francisco, se sintió confuso por dudar de la veracidad del sueño, aunque reconoció su gran valor. Tomó estas decisiones: 

1.No explicar a nadie el sueño que había tenido.

2.Escribirlo en el ordenador con una contraseña, confiándosela al cardenal de mayor confianza. 

3.Hacer público el texto del sueño una vez haya fallecido.

4.Dar libertad a los componentes del Sínodo para que traten los temas que consideren más importantes y urgentes.