Empatizar con los mayores
Enfermos y Debilidad
| José María Lorenzo Amelibia
Empatizar con los mayores
Habilidad social
Cuando, del doce al catorce de julio, fue secuestrado y asesinado Miguel Ángel Blanco, concejal de Ermua, todos los pueblos de España se levantaron en protesta por el crimen y en solidaridad con la familia del joven político. Es grande el poder de los medios de comunicación que, sin pretenderlo directamente, consiguen sensibilizar a las gentes de una manera tan positiva.
¡Ojalá consigamos lo mismo con relación a los ancianos! Afortunadamente cada vez se dan menos casos de barbarie de gente que abandona en la gasolinera o en la sala de espera del hospital a un anciano, porque les estorba en las vacaciones.
Hemos de saber apreciar y agradecer a nuestros padres ancianos su aportación a la construcción de la sociedad; ellos nos han precedido con su esfuerzo y sufrimiento. No tienen por qué sentirse inútiles y condenados a una soledad forzosa; la paz y el descanso debiera ser el clima de su vida.
Apoyar a la familia del anciano enfermo con diferentes formas individuales y comunitarias de soporte. Todo es necesario: la acción de la parroquia, y la de vecinos y amigos. Hemos de crear ambiente para valorar al anciano como se merece; él debiera ser el principal consultor de la familia.
En los lejanos días de mi niñez, nuestros abuelos gozaban del gran privilegio de ser ellos quienes pronunciaban la última palabra. Y todo el mundo lo veía normal; nadie discutía su decisión en aquellas familias tan numerosas. Y es lógico, ¿quién puede conocer mejor que ellos todos los recovecos de la vida?
La sociedad de hoy no valora justamente al anciano, y menos cuando está enfermo. Se ha conseguido prolongar su vida, pero no siempre la dignidad y calidad de ella. Hemos de reconocer el valor sagrado de la ancianidad. Basta para ello acercarnos a la Biblia y lo comprobaremos. Todos nosotros, a través de nuestra actuación, de nuestra conversación y de nuestros escritos hemos de ir modificando de la cultura actual el contenido pragmatista, y crear un ambiente más favorable para el anciano.
Y cuando sus fuerzas hayan decaído, y ellos apenas sean capaces de moverse, facilitarles la atención religiosa. Eso también es saber amar.
Que el Señor, que corona los años de nuestra vida con amor, nos ayude a apreciar con gran cariño a nuestros mayores.
José María Lorenzo Amelibia
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