La Iglesia es jerárquica, monárquica, pero no política

Para los Obispos

La Iglesia es jerárquica, monárquica, pero no política

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Por mucho que algunos teólogos quieran democratizar la Iglesia, nunca podrán hacerlo en su constitución. La voluntad de Cristo quiso una Iglesia jerárquico – monárquica. Un Papa que la gobierne, sucesor de San Pedro, representante del mismo Jesucristo. Y en las diócesis, un obispo, sucesor de los Apóstoles; en comunión con el Papa y con sus compañeros forma parte de la Iglesia docente, de la jerarquía, del plan ideado por Jesús cuando fundó la Iglesia.

En todo esto debe ser inalterable. Pero puede, y a juicio de muchos, debe modificar muchísimos preceptos y costumbres, sobre todo aquello que se ha ido pegando por excesiva connivencia con el poder civil. Algunos asuntos modificables no podrán ser mudados con facilidad; por ejemplo, que el Papa deje de ser jefe de estado. Estoy convencido de que incluso el mismo Sumo Pontífice lo considera como mal menor; que no le gusta; pero causaría mucho daño a los católicos si se renunciara a esta modalidad. Creo que con el tiempo desaparecerá, pero será por imposiciones sociales; no porque el Papa lo decida.

Sí debiera modificarse o suprimirse a medio plazo: la ley del celibato clerical; la del ayuno y abstinencia; la elección de los papas, que no sea por medio de los cardenales sino de los obispos, según normas establecidas por el Papa. Debieran desaparecer los cardenales, los canónigos, las prebendas intermedias que solo conducen a la vanidad y a la rivalidad y que tantos. Debieran cambiar la legislación sobre votos: una promesa hecha a Dios, sí, pero revisable por quien la pronuncia y sin que comprometa bajo pecado mortal el quebrantarla, por el hecho de quebrantarla.

El Derecho Canónico está demasiado explicitado; demasiadas normas y sobre todo demasiado precepto. En distintas ocasiones he tratado estos temas por separado, pero conviene recordarlo, insistir. Lo que de alguna manera dificulta la salvación, ha de ser modificado. Porque Jesucristo vino a salvarnos, no a hacer más difícil la salvación.

 José María Lorenzo Amelibia

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