La humildad da paz y felicidad
Espiritualidad
| José María Lorenzo Amelibia
La humildad da paz y felicidad
Luis Galindo
"Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos". (Mt. 5,3) San Agustín y Jerónimo entienden por los pobres de espíritu los humildes. Así comienza Jesús su predicación, ponderando la humildad. Y sigue enseñándola durante toda su vida, y quiere que la aprendamos de El. No dijo, afirma Agustín, aprended de mí a fabricar los cielos y la tierra, aprended de mí a hacer maravillas y milagros, a sanar enfermos, echar demonios y resucitar muertos, sino aprended de mí a ser mansos y humildes de corazón. Por aquí comienza Jesús su predicación. Mejor es el humilde que sirve a Dios que quien hace milagros. Este es el camino llano y seguro, otras vías se encuentran llenas de tropiezos y peligros.
Es preciso que todas las obras vayan bien acompañadas de la humildad, guarnecidas por esta virtud, al principio, en medio y al fin; porque si tantico nos descuidamos y dejamos entrar la complacencia vana, todo se lo llevará el viento de la soberbia. Así nos lo afirma San Agustín. Viene de repente el viento de la vanidad y da con nosotros contra la roca. Esto ocurre cuando deseamos que reconozcan nuestros méritos, que la gente se fije en nosotros.
Insisten San Bernardo y San Gregorio: Quien pretende alcanzar virtudes sin humildad, es como quien lleva polvo o cenizas contra el viento... todo se derrama; todo se lo lleva el viento.
José María Lorenzo Amelibia
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