¡Qué paciencia hay que tener!


Mi madre solía repetir mucho esta frase cuando le dábamos guerra de pequeños. Y notaba yo que no sé cómo, sacaba mucho aguante y llegaba a sonreír. Hemos de esforzarnos mucho para conseguir esta virtud.

La paciencia es algo por lo que estoy trabajando desde hace muchos años. ¡Cuánto me va costando el dominarme un poco, y todavía tengo frecuentes enfados. Me voy dando cuenta de que lo mejor es no dar entrada al primer movimiento de ira. Porque después de él, uno se enfada por haberse enfadado. Y esto es peor. Es tremendo.


Nunca, cuando me he enfadado he pensado que mi enojo había sido injusto; a lo sumo creía que me había excedido algo en el modo. ¡Qué unida va la humildad con la paciencia! Por lo menos, mientras no se consigue la verdadera mansedumbre de carácter, vale la pena compensar de alguna forma los propios enfados: mayor simpatía, mejor carácter posterior.


Te recomiendo mi página web http://personales.jet.es/mistica
Volver arriba