¿Desafía la fe en Dios al hombre actual?
Sí y con varias respuestas: de aceptación, búsqueda, indiferencia o rechazo. Este blog dedicó más de cincuenta artículos al tema de Dios porque es el protagonista más importante. Unos artículos recogen las respuestas negativas ante de Dios del mundo actual: de rechazo, crítica, manipulación, o de interpretación en desacuerdo con la fe cristiana. Otros describen la aceptación del Tú absoluto por parte de fieles tanto cristianos como de otras religiones que están con Dios, “a favor de Dios”. Ante la imposibilidad de entrar en detalles, por lo menos es hora de hacer un balance para comprobar quienes rechazan a Dios y quiénes encuentran en Él, el sentido a sus vidas.
Dios rechazado, Dios manipulado
Frente al creyente que considera a Dios como el Valor de los valores, están los millones de personas para quienes Dios nada significa. Millones de ellas viven de espaldas a Dios al que juzgan como un antivalor para el hombre. Más aún, está el rechazo del ateísmo en sus diferentes manifestaciones. ¿Cuántos serán los ateos que rechazan a Dios? En el año 2000 calculaban que eran unos 262.447.550 (un 4,2% de la humanidad). La ruptura con Dios presenta diversas modalidades: el ateísmo científico, la interpretación atea del marxismo, el psicoanálisis de índole atea, la interpretación nihilista de Nietzsche, el ateísmo existencialista de Sartre. Y últimamente, la posmodernidad que acentúa la hostilidad hacia Dios y lo religioso.
Las razones del rechazo.
El mundo “sin Dios”, además de la plena autonomía, presenta varias razones para justificar la negación de un Tú divino personal. Y así, los ateos argumentan que: como todo pensamiento abstracto, universal o metafísico, Dios es una hipótesis inútil para la ciencia; el hombre no necesita de Dios porque Dios ha muerto una vez que ha nacido el super-hombre. Ahora, es inaceptable la existencia de un Dios «absurdo» que bloquea la libertad humana. Dios y la religión son fuentes de enfermedades y, por lo tanto, incompatibles con la salud psíquica; la causa de muchas injusticias se encuentran en Dios y en la religión como estructura; el mal y el dolor de los inocentes son incompatibles con la existencia de un Dios bueno que todo lo puede pero que permite el sufrimiento en el mundo.
Deformaciones de la idea de Dios.
Sin llegar al rechazo, el secularista no niega la existencia de Dios pero lo encierra “en el cielo” y él vive tranquilo y autosuficiente en la tierra. Otros, como los de los Nuevos movimientos religiosos anulan al Dios personal y liberador y proclaman una religión sin Dios, el laicista agresivo margina a Dios de la vida pública y la Nueva era propone el sincretismo religioso con un dios no personal, la madre tierra.
No faltan creyentes que critican al Dios verdadero como el ser supremo egoísta; un tapagujeros para lo que no se sabe o no se puede; el abuelo bonachón situado muy lejos, “en los cielos”; un juez malhumorado con ganas de castigar con el infierno; el comerciante que admite tratos éticos: «me porto bien y me ayuda»; «le doy cosas y me corresponde»; “me arrepiento de mis culpas y me salva”. Dios queda convertido en un objeto domesticado por la varita del rito religioso; el todopoderoso con los efectos de la droga para los momentos depresivos; el bombero que sólo sirve para apagar incendios ocasionales; el tirano que goza con la obediencia ciega del hombre esclavo; el causante como dictador ético de muchos traumas psíquicos; el ídolo acallado fácilmente del que se exagera lo que conviene y se oculta lo que fastidia; la idea abstracta que nada tiene que ver con la vida ordinaria del hombre.
Y junto a las deformaciones, surgen las críticas contra Dios.
Como ejemplos:”eres sabio, omnipotente y creador: ¿cómo permites el mal, que sufran y mueran tantos inocentes?”; ”no puedo ocultarte mi rebeldía y desesperación ante el mal que tú no impides. ¿Hasta qué punto puedo confiar en tu providencia y amor de padre?”; “te manifiestas como amigo pero permaneces en silencio, no te haces presente cuando te necesito”;”lo puedes todo y nos haría felices verte en esta vida: ¿cómo es que permaneces oculto y silencioso?”
Los indiferentes.
Ni lo niegan ni lo afirman pero prescinden de Dios y de lo religioso. Son las personas para quienes Dios no interesa y todas las religiones son iguales. Destacan los radicales, conformistas, pluralistas prácticos, los que dudan de la existencia de Dios, los pragmáticos, los hipócritas, los carentes de formación religiosa y los de otras culturas que no comprenden el por qué de la religión.
Los que buscan.
Son las personas, creyentes o no, que buscan aun Absoluto, a Dios y no acaban de encontrarlo. Están situados en el “atrio de los gentiles” con una vida de justicia, verdad y amor.
Los creyentes que ofenden a Dios.
Es otro capítulo de los que de hecho están en contra de Dios. Prácticamente son una modalidad de indiferentes que ofenden a Dios o al prójimo pero viven tranquilos sin ningún sentimiento de culpabilidad. Como ofensas especiales destacamos contra el honor de Dios, la blasfemia y la idolatría en sus diversas manifestaciones como el antropocentrismo y la idolatría en dos sistemas económicos
A favor de Dios: quiénes y por qué
Con Dios o a favor de Dios están los creyentes de las religiones. Cada miembro procura la fidelidad a Dios desde las coordenadas religiosas propias. Las diferentes religiones ofrecen unos criterios que constituyen la mística particular y unas prácticas religiosas que sirven para manifestar el ideal religioso y para llegar a la plenitud en las relaciones con Dios mediante su dogma, moral y culto. Y todas las religiones enseñan a sus fieles los caminos para encontrar y relacionarse con Dios y los hombres.
La unión con Dios, en mayor o menor grado, es la cumbre de las relaciones del yo humano con el Tú divino. Las religiones, cada una desde su perspectiva, ofrecen un camino especial con criterios, terapias y testigos excepcionales, místicos o no, para que los creyentes puedan escalar el “everest” de la unión con Dios o plenitud religiosa que tiene su máxima expresión en el amor a Dios, profundo, íntimo confiado y en perpetua unión. Entre los posibles caminos, presentamos el de la presencia (del animismo), la devoción amorosa (hinduismo), la confianza (judaísmo) y la sumisión (islamismo). Para los cristianos, Jesucristo, es el Camino, con su doctrina y testimonio, interpretado de manera especial por los místicos Juan de la Cruz y Teresa de Ávila
Las religiones con la respuesta esencial.
En primer lugar el animismo, denominador común de los pueblos primitivos, con su fe en la presencia universal del Ser supremo en toda la vida personal y social; con la gratitud y la obediencia al Creador para obtener su beneplácito; la alegría y la fiesta en la religión para expresar la comunión vital entre todas las personas.
El hinduismo presenta, junto a la devoción amorosa, el camino de la sabiduría, la liberación personal y colectiva mediante el amor a la verdad; la práctica de la justicia y de la no-violencia, unida a la consagración a Dios.
El judaísmo, centra su relación con Dios en la fidelidad al Dios único y personal. El israelita puede mantener relaciones «místicas» gracias a la Alianza que presenta a Yahvé como el esposo e Israel la esposa amada.
El islamismo se caracteriza por la sumisión hacia Dios. Su fe equivale a obedecer a Dios con la persuasión de que Dios está junto a él. Las relaciones del musulmán van dirigidas a Dios, Alá.
El cristianismo. Es la religión polarizada en la vida, doctrina y obra de Cristo para relacionarse con Dios Padre, (el abbá), las personas y el mundo en general. El creyente (sea católico, ortodoxo, o protestante) acepta el mensaje de Cristo y como bautizado pone su empeño en seguir a Jesucristo Hijo de Dios, muerto y resucitado, que ha salvado a los hombres y ha instaurado el Reino de Dios.
Cualquier creyente considera a Dios como la primera motivación para vivir y morir. En el cristianismo, son incontables los fieles que consagran su vida a Dios en la vida religiosa o en la práctica del amor fraterno con los más necesitados.
Por qué están con Dios
Por la fe aceptada surge todo valor. Él es el Señor y el creador, el amor que salva, un Padre misericordioso antes que el Juez castigador. Dios no es algo sagrado sino el Amigo personal a quien debemos anunciar mediante la evangelización. La fe creíble sostiene que Dios no es una poesía ideológica sino alguien real que desea estar presente en la vida de todos los hombres.
Por la fe que es bella y atrayente.
Los creyentes no pueden separar la fe de su felicidad porque es lo más grande de su vida, la roca que les sostiene en las dificultades y la energía para superar los problemas diarios. Es la luz y la fuerza para vivir, un factor indispensable para su felicidad. Esta fe que salva es bella y atrayente por muchas razones. Así la interiorizan los cristianos y dan testimonio de la belleza de la fe que les fascinó
Por los horizontes que abre la esperanza.
Todos de acuerdo: la esperanza se sitúa en el corazón del hombre como uno de los valores que mejor definen una vida: "dime qué esperas y te diré quien eres". Así se explica que la persona que aspira a la felicidad o que trabaja por su realización personal, esté motivada por una esperanza. Quien espera, posee una razón para vivir, y si es cristiano, por su esperanza se convierte en el peregrino que confía en la promesa de Cristo para salvarse y poder gozar en el encuentro definitivo con Dios. La esperanza humana o cristiana es indispensable en el ser y vivir del hombre.
En la cumbre, los santos y los místicos
Los santos, como creyentes, fueron fieles a las prescripciones de la Iglesia, y como seguidores de Jesús y María, se relacionaron con Dios y con el prójimo según su vocación, sexo, tareas y posibilidades personales. Ahora bien, el trato perfecto que mantuvieron con Dios estaba sostenido por cuatro columnas: su consagración, confianza, amistad e intimidad que llegó hasta la unión más perfecta.
Los místicos: de la amistad a la intimidad con Dios
La intimidad es la experiencia ordinaria del amor de Dios con una respuesta según el precepto bíblico de amar a Dios con todo el corazón. El creyente encuentra en la mutua experiencia de amor, la gran motivación para vivir con Él una relación amistosa en la vida litúrgica, en las tareas cuotidianas o en la praxis de la religiosidad popular. De hecho, la intimidad con Dios ha sido el rasgo propio de los cristianos coherentes que han vivido con entusiasmo y radicalidad el amor de Dios. Es la motivación y meta que consiguen muchos seguidores de Cristo de manera fugaz; los santos de modo permanente, y algunos místicos con fenómenos extraordinarios.
Dios rechazado, Dios manipulado
Frente al creyente que considera a Dios como el Valor de los valores, están los millones de personas para quienes Dios nada significa. Millones de ellas viven de espaldas a Dios al que juzgan como un antivalor para el hombre. Más aún, está el rechazo del ateísmo en sus diferentes manifestaciones. ¿Cuántos serán los ateos que rechazan a Dios? En el año 2000 calculaban que eran unos 262.447.550 (un 4,2% de la humanidad). La ruptura con Dios presenta diversas modalidades: el ateísmo científico, la interpretación atea del marxismo, el psicoanálisis de índole atea, la interpretación nihilista de Nietzsche, el ateísmo existencialista de Sartre. Y últimamente, la posmodernidad que acentúa la hostilidad hacia Dios y lo religioso.
Las razones del rechazo.
El mundo “sin Dios”, además de la plena autonomía, presenta varias razones para justificar la negación de un Tú divino personal. Y así, los ateos argumentan que: como todo pensamiento abstracto, universal o metafísico, Dios es una hipótesis inútil para la ciencia; el hombre no necesita de Dios porque Dios ha muerto una vez que ha nacido el super-hombre. Ahora, es inaceptable la existencia de un Dios «absurdo» que bloquea la libertad humana. Dios y la religión son fuentes de enfermedades y, por lo tanto, incompatibles con la salud psíquica; la causa de muchas injusticias se encuentran en Dios y en la religión como estructura; el mal y el dolor de los inocentes son incompatibles con la existencia de un Dios bueno que todo lo puede pero que permite el sufrimiento en el mundo.
Deformaciones de la idea de Dios.
Sin llegar al rechazo, el secularista no niega la existencia de Dios pero lo encierra “en el cielo” y él vive tranquilo y autosuficiente en la tierra. Otros, como los de los Nuevos movimientos religiosos anulan al Dios personal y liberador y proclaman una religión sin Dios, el laicista agresivo margina a Dios de la vida pública y la Nueva era propone el sincretismo religioso con un dios no personal, la madre tierra.
No faltan creyentes que critican al Dios verdadero como el ser supremo egoísta; un tapagujeros para lo que no se sabe o no se puede; el abuelo bonachón situado muy lejos, “en los cielos”; un juez malhumorado con ganas de castigar con el infierno; el comerciante que admite tratos éticos: «me porto bien y me ayuda»; «le doy cosas y me corresponde»; “me arrepiento de mis culpas y me salva”. Dios queda convertido en un objeto domesticado por la varita del rito religioso; el todopoderoso con los efectos de la droga para los momentos depresivos; el bombero que sólo sirve para apagar incendios ocasionales; el tirano que goza con la obediencia ciega del hombre esclavo; el causante como dictador ético de muchos traumas psíquicos; el ídolo acallado fácilmente del que se exagera lo que conviene y se oculta lo que fastidia; la idea abstracta que nada tiene que ver con la vida ordinaria del hombre.
Y junto a las deformaciones, surgen las críticas contra Dios.
Como ejemplos:”eres sabio, omnipotente y creador: ¿cómo permites el mal, que sufran y mueran tantos inocentes?”; ”no puedo ocultarte mi rebeldía y desesperación ante el mal que tú no impides. ¿Hasta qué punto puedo confiar en tu providencia y amor de padre?”; “te manifiestas como amigo pero permaneces en silencio, no te haces presente cuando te necesito”;”lo puedes todo y nos haría felices verte en esta vida: ¿cómo es que permaneces oculto y silencioso?”
Los indiferentes.
Ni lo niegan ni lo afirman pero prescinden de Dios y de lo religioso. Son las personas para quienes Dios no interesa y todas las religiones son iguales. Destacan los radicales, conformistas, pluralistas prácticos, los que dudan de la existencia de Dios, los pragmáticos, los hipócritas, los carentes de formación religiosa y los de otras culturas que no comprenden el por qué de la religión.
Los que buscan.
Son las personas, creyentes o no, que buscan aun Absoluto, a Dios y no acaban de encontrarlo. Están situados en el “atrio de los gentiles” con una vida de justicia, verdad y amor.
Los creyentes que ofenden a Dios.
Es otro capítulo de los que de hecho están en contra de Dios. Prácticamente son una modalidad de indiferentes que ofenden a Dios o al prójimo pero viven tranquilos sin ningún sentimiento de culpabilidad. Como ofensas especiales destacamos contra el honor de Dios, la blasfemia y la idolatría en sus diversas manifestaciones como el antropocentrismo y la idolatría en dos sistemas económicos
A favor de Dios: quiénes y por qué
Con Dios o a favor de Dios están los creyentes de las religiones. Cada miembro procura la fidelidad a Dios desde las coordenadas religiosas propias. Las diferentes religiones ofrecen unos criterios que constituyen la mística particular y unas prácticas religiosas que sirven para manifestar el ideal religioso y para llegar a la plenitud en las relaciones con Dios mediante su dogma, moral y culto. Y todas las religiones enseñan a sus fieles los caminos para encontrar y relacionarse con Dios y los hombres.
La unión con Dios, en mayor o menor grado, es la cumbre de las relaciones del yo humano con el Tú divino. Las religiones, cada una desde su perspectiva, ofrecen un camino especial con criterios, terapias y testigos excepcionales, místicos o no, para que los creyentes puedan escalar el “everest” de la unión con Dios o plenitud religiosa que tiene su máxima expresión en el amor a Dios, profundo, íntimo confiado y en perpetua unión. Entre los posibles caminos, presentamos el de la presencia (del animismo), la devoción amorosa (hinduismo), la confianza (judaísmo) y la sumisión (islamismo). Para los cristianos, Jesucristo, es el Camino, con su doctrina y testimonio, interpretado de manera especial por los místicos Juan de la Cruz y Teresa de Ávila
Las religiones con la respuesta esencial.
En primer lugar el animismo, denominador común de los pueblos primitivos, con su fe en la presencia universal del Ser supremo en toda la vida personal y social; con la gratitud y la obediencia al Creador para obtener su beneplácito; la alegría y la fiesta en la religión para expresar la comunión vital entre todas las personas.
El hinduismo presenta, junto a la devoción amorosa, el camino de la sabiduría, la liberación personal y colectiva mediante el amor a la verdad; la práctica de la justicia y de la no-violencia, unida a la consagración a Dios.
El judaísmo, centra su relación con Dios en la fidelidad al Dios único y personal. El israelita puede mantener relaciones «místicas» gracias a la Alianza que presenta a Yahvé como el esposo e Israel la esposa amada.
El islamismo se caracteriza por la sumisión hacia Dios. Su fe equivale a obedecer a Dios con la persuasión de que Dios está junto a él. Las relaciones del musulmán van dirigidas a Dios, Alá.
El cristianismo. Es la religión polarizada en la vida, doctrina y obra de Cristo para relacionarse con Dios Padre, (el abbá), las personas y el mundo en general. El creyente (sea católico, ortodoxo, o protestante) acepta el mensaje de Cristo y como bautizado pone su empeño en seguir a Jesucristo Hijo de Dios, muerto y resucitado, que ha salvado a los hombres y ha instaurado el Reino de Dios.
Cualquier creyente considera a Dios como la primera motivación para vivir y morir. En el cristianismo, son incontables los fieles que consagran su vida a Dios en la vida religiosa o en la práctica del amor fraterno con los más necesitados.
Por qué están con Dios
Por la fe aceptada surge todo valor. Él es el Señor y el creador, el amor que salva, un Padre misericordioso antes que el Juez castigador. Dios no es algo sagrado sino el Amigo personal a quien debemos anunciar mediante la evangelización. La fe creíble sostiene que Dios no es una poesía ideológica sino alguien real que desea estar presente en la vida de todos los hombres.
Por la fe que es bella y atrayente.
Los creyentes no pueden separar la fe de su felicidad porque es lo más grande de su vida, la roca que les sostiene en las dificultades y la energía para superar los problemas diarios. Es la luz y la fuerza para vivir, un factor indispensable para su felicidad. Esta fe que salva es bella y atrayente por muchas razones. Así la interiorizan los cristianos y dan testimonio de la belleza de la fe que les fascinó
Por los horizontes que abre la esperanza.
Todos de acuerdo: la esperanza se sitúa en el corazón del hombre como uno de los valores que mejor definen una vida: "dime qué esperas y te diré quien eres". Así se explica que la persona que aspira a la felicidad o que trabaja por su realización personal, esté motivada por una esperanza. Quien espera, posee una razón para vivir, y si es cristiano, por su esperanza se convierte en el peregrino que confía en la promesa de Cristo para salvarse y poder gozar en el encuentro definitivo con Dios. La esperanza humana o cristiana es indispensable en el ser y vivir del hombre.
En la cumbre, los santos y los místicos
Los santos, como creyentes, fueron fieles a las prescripciones de la Iglesia, y como seguidores de Jesús y María, se relacionaron con Dios y con el prójimo según su vocación, sexo, tareas y posibilidades personales. Ahora bien, el trato perfecto que mantuvieron con Dios estaba sostenido por cuatro columnas: su consagración, confianza, amistad e intimidad que llegó hasta la unión más perfecta.
Los místicos: de la amistad a la intimidad con Dios
La intimidad es la experiencia ordinaria del amor de Dios con una respuesta según el precepto bíblico de amar a Dios con todo el corazón. El creyente encuentra en la mutua experiencia de amor, la gran motivación para vivir con Él una relación amistosa en la vida litúrgica, en las tareas cuotidianas o en la praxis de la religiosidad popular. De hecho, la intimidad con Dios ha sido el rasgo propio de los cristianos coherentes que han vivido con entusiasmo y radicalidad el amor de Dios. Es la motivación y meta que consiguen muchos seguidores de Cristo de manera fugaz; los santos de modo permanente, y algunos místicos con fenómenos extraordinarios.