¿Es Dios la primera motivación para vivir y morir?

EN EL ARTÍCULO CIEN La influencia de Dios en la conducta humana es constatada por la historia de las religiones. En el mundo ateo y de la indiferencia religiosa, hay que afirmar que tanto ayer como, hoy son incontables los que viven consagrados a Dios y, cuando la fe es perseguida como sucede actualmente en varias naciones, dan su vida por fidelidad a la fe cristiana. Ayer como hoy, la motivación religiosa permanece en la vida humana aunque no siempre sea auténtica por el interés, el miedo o el fanatismo religioso.
En los creyentes sinceros, Dios y la fe son factores influyentes en su vivir humano y lo manifiestan con variedad de expresiones. Los bautizados coherentes encuentran en Cristo, (primer modelo por su amor apasionado a Dios Padre), la suprema motivación para vivir y morir por Dios.

En las religiones, son muchos los que viven y mueren por Dios
Dentro y fuera del cristianismo innumerables creyentes encontraron en Dios el sentido para su existencia y la causa para dar su vida por exigencias de la fe perseguida o de la caridad ejercida.

La entrega a Dios en el hinduismo.
Bhakti significa la devoción amorosa con Dios y el confiado abandono en él; expresa también el deseo insaciable de comunión con un Dios personal. Bahkti consiste en una actitud de amor ardiente y exclusivo a Dios experimentado como grandeza y benevolencia, marcada por el respeto y la adoración, que suscita la consagración de la persona a Dios, previa la auto purificación y la renuncia a todo lo que es incompatible con dicha relación religiosa. La Bhakti lleva con frecuencia al devoto a la renuncia del mundo para consagrase totalmente a su dios. Habiéndolo dejado todo, los creyentes consagrados peregrinan de manera perpetua, recitando plegarias a modo de oficio religioso y viviendo como “locos de Dios”. Sin llegar a esta radicalidad, se destaca en la conducta del creyente, la entrega de dones, la oración y el ritual en casa y en el templo, así como el estudio junto a un maestro espiritual.

Expresiones de amor total en el Islam.
Los místicos islámicos han experimentado el amor de intimidad con Dios y muchos de ellos han podido comunicarlo en frases sueltas, en salmos, poesías y comentarios. Sin agotar la materia, he aquí algunos testimonios de la mística islámica. Así leemos en La mística de Basora (713-801): «¡Oh Dios mío! Si yo te adoro por miedo al infierno, quémame en él; y si te adoro por la esperanza del paraíso, exclúyeme de él. Pero te adoro únicamente por ti mismo, no me prives de tu eterna belleza... ¡Oh Dios mío!, mi sola ocupación y todo cuanto deseo en este mundo, entre todas las cosas creadas, es acordarme de ti; y en el otro mundo, de todo cuanto haya en el otro mundo, a lo único que aspiro es a encontrarte».

Los salmos expresan la intimidad con Dios.
Quien desee “un manual” para adentrarse en el tema del amor, amistad, unión e intimidad con Dios, lo encontrará en los salmos, experiencias del corazón. En ellos, el hombre abre su corazón a Dios y le habla de tú a tú, con una increíble libertad. Bajo diversas perspectivas reflejan experiencias y sentimientos del corazón: de amor y fidelidad, de gratitud y alabanza, de arrepentimiento ante el pecado y de confianza en situaciones dramáticas. Ante la dificultad de citar tantos salmos, presentamos algunas conceptos que animan la relación con Dios, primer motivador en el creyente.
Quien se siente amado por Dios, goza y confía en su amor que le consuela en las preocupaciones. ¡Qué grande es Dios! ¡Cuánto lo añoro!
Al experimentar la presencia de Dios, amorosa y universal, el alma fiel manifiesta el amor a su Señor, su fortaleza, su descanso y su esperanza.
El enamorado de Dios, ama su voluntad y es feliz cumpliendo sus mandatos.
El estar con el Señor es la gran motivación para obrar con rectitud.
Quien espera en Dios con toda su alma, lo contempla como su roca y fortaleza. No tiene razón para temer ni para vacilar cuando ora desde la profundidad a su único libertador.
Ante la grandeza de Dios y lo mucho que espera, el creyente anhela el encuentro más íntimo con todo su ser, desea ver el rostro de Dios.

En el cristianismo El primero que vivió y murió por Dios, por cumplir su plan de salvación, fue Cristo que manifestó siempre un “amor apasionado por Dios Padre”. El enseñó a los cristianos el camino para tratar a Dios con la mayor intimidad y a ser fieles a su voluntad. Siguiendo el testimonio del Cristo Pastor, los mártires cristianos de los primeros siglos como los más recientes, (guerra civil española, las víctimas del comunismo y otras en algún que otro país islámico), prefirieron la muerte antes que renegar de la fe cristiana).
Sin llegar al derramamiento de la sangre, y a lo largo de la historia, son incontables los cristianos que consagraron su vida a Dios en la vida religiosa o en la práctica del amor fraterno con los más necesitados. Otros, motivados por el amor a Dios sufrieron alegres la enfermedad o una vida de humillaciones.
Alguno de ellos como el místico San Juan de la Cruz, el máximo exponente de la intimidad con Dios, escribe: «¡Oh noche que juntaste Amado con amada, amada en el Amado transformada» (Noche oscura, 5) «Descubre tu presencia, y mátame tu vista y hermosura» (Cántico, 40). «Gocémonos, Amado, y vámonos a ver en tu hermosura al monte y al collado...» (Cántico, 35). « ¡Oh llama de amor viva, que tiernamente hieres de mi alma en el más profundo centro!» (Llama, 1). «Vivo sin vivir en mí y de tal manera espero, que muero porque no muero» (De las poesías).

Expresiones en el pueblo fiel.
El seguidor de Jesús tiene presente a Dios cuanto proclama la fe. Con éstas u otras frases parecidas, afirma que
-Dios es lo máximo en su vida y que procura amarlo con todo su corazón, porque “sin Dios yo no podría vivir";
-Él es el todo en mi vida; me ayuda en mis necesidades peticiones; en las dificultades;
-la fe en Dios me da fuerzas para seguir caminando;
-pienso que la vida sin Dios no merece la pena; El da sentido a mi vida; le veo como el fin último para mi vida; tras la muerte me espera el Padre misericordioso que ahora perdona mis pecados; por la confianza que siento en la oración, me escucha como el mejor amigo; Dios como Amor me ama y me motiva para amar y perdonar...”

Por qué Dios influye en la conducta del creyente Una razón: porque se acepta a Dios como el Todo, el Absoluto, el Amo del mundo, el Providente, el Soberano a cuya voluntad se somete toda criatura, Creador y Ser supremo que vela y protege a sus hijos, Amor que salva, Padre misericordioso, amigo personal, el «viviente y subsistente, misericordioso y todopoderoso, el único Señor y Liberador, el Dios de justicia, que ama y hace la justicia y el derecho; el que acoge al hombre justo, el que está comprometido con los pobres y derriba a los malvados; el que recompensa a los que le temen y buscan, etc.
Quien acepta a Dios de este modo, lógicamente le convertirá en su gran objetivo-meta y en el motor de su vida. Como confirman las religiones, la práctica religiosa es la respuesta coherente al concepto que se tiene de Dios. Cierto que en unos creyentes, Dios es la máxima motivación (opción fundamental, ideal de vida), mientras que en otros es una motivación ocasional y de menor intensidad.
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