¿Necesita el hombre secularista comunicarse con Dios?

El secularista radicalizado como tal no siente interés alguno por tener relaciones con Dios dado su rechazo religioso o la tranquila indiferencia en la que vive. Sin embargo, normalmente, el creyente en el siglo actual se comunica con Dios. En efecto, la oración es una práctica común en las religiones. Bien entendida, es el corazón y motor de la vida religiosa, imprescindible para que el hombre pueda comunicarse con el Ser Supremo. Conviene clarificar desde el principio que la oración es un privilegio que se convierte en ocasiones en un medio para pedir a Dios, darle gracias, expiar los pecados. etc. Y no faltan ocasiones en las cuales muchos fieles aprovechan la oración para sus intereses personales, utilizando a Dios como un simple instrumento. Pero ahora nos referimos al creyente que considera la oración como un privilegio al poder establecer una relación auténtica, directa e íntima con el Creador y Señor.
No hay duda, la oración es el primer recurso para madurar en la vida religiosa. Ahora bien, sobre la práctica más elemental de todo creyente, surge un interrogante preliminar: ¿qué necesita la comunicación con Dios como relación interpersonal? Ante todo, las motivaciones polarizadas en el amor. Es necesario también que el orante cumpla determinadas condiciones y supere las dificultades. La experiencia lo confirma: en ocasiones, orar bien, es un objetivo un tanto difícil y necesita una pedagogía que ayude a progresar en la comunicación con Dios. Es el tema para varios artículos.

Necesitamos comunicarnos con Dios El hombre indigente recurre a la oración corazón de la religiosidad, práctica presente en todas las religiones aunque cuestionada por el mundo secularista.

La persona necesita la oración. La persona es un ser indigente que necesita comunicarse con algo o alguien que le pueda dar seguridad y dar solución a sus problemas. Gracias a la oración la persona puede superar temores, canalizar el amor, transformar el complejo de inferioridad en una estimación equilibrada de sí mismo. Pero lo propio de la oración es la petición a Dios; es un distintivo de muchas plegarias dirigidas al Altísimo.

La oración, corazón de la religiosidad. Por varias razones, la oración es tan importante para el creyente como la misma respiración.
1ª porque mediante la oración, el creyente tiene el privilegio de hablar con Dios;
2ª gracias a la oración, el creyente “escucha” a Dios en su corazón;
3ª por la semejanza que el orar tiene con la comunicación humana. La experiencia lo confirma: sin la comunicación interpersonal el hombre, animal social, enferma. Sin la comunicación con Dios, el hombre, un ser hacia la Trascendencia, pierde el contacto con quien da sentido a su vida;
4ª por la oración, el creyente expresa su gratitud, adoración, alabanza, petición de perdón o de ayuda. El culto religioso no tiene sentido si no se da una comunicación entre los fieles y Dios;
5ª porque mediante la oración, la persona puede conocer mejor el misterio de Dios, cuál sea su voluntad y cómo vivir su plan;
6ª porque gracias a la comunicación amistosa se puede intimar con Dios, conocerle mejor, sacar más fuerza para liberarse del pecado y progresar en la madurez religiosa. Es la oración el gran medio para alimentar el fuego del amor de Dios.
7ª porque orando seguimos los consejos de Jesús: "es preciso orar en todo tiempo y no desfallecer" (Lc 18,1);"pedid y recibiréis" (Mt 7,7); "pedid y recibiréis para que vuestro gozo sea perfecto" (Jn 16, 24); "velad y orad para no caer en la tentación (Mt 26,41; cf. Lc 22,46).

Las religiones constatan su presencia.
Que sea un fenómeno constante en las religiones es un dato histórico. Este fenómeno refleja lo que es el ser humano: creyente, lleno de carencias, con capacidad de trascendencia y con la esperanza en los poderes superiores para que le ayuden en sus necesidades. Así el hinduista y el budista, (cada uno desde su mentalidad), elevan su espíritu al Dios de la serenidad, del conocimiento y de los grandes hechos. La oración en el islam es uno de los cinco pilares de la vida y la oración periódica jalona las horas del día con palabras y gestos rituales. Por su parte el judaísmo es la religión que organizó con más detalle la oración con bendiciones, alabanzas, acciones de gracias, salmos, súplicas, peticiones, santificación de la vida, la confesión de los pecados, etc. Para el cristiano son conocidas las innumerables oraciones dirigidas al Dios amor y Padre de todos, unas personales y otras en la acción litúrgica. En sintonía con su etimología latina, la oración es oratio, un ruego o súplica que suele definirse como la petición insistente de un favor dirigida a poderes ultraterrenos o a los dioses.

Pero la oración es cuestionada en el mundo secularista.
En el secularismo no se siente la necesidad de Dios como medio para protegerse de los peligros. El secularista cree que la salvación está en este mundo y en lo profano. El secularista exalta el esfuerzo del hombre frente al teocentrismo del pasado. Más aún, se cree animado por el mismo Dios a trabajar como hombre adulto y a no pedir a Dios lo que puede conseguir por sus propias fuerzas.

El privilegio de hablar y escuchar a Dios Quien ora se relaciona con Dios y el cristiano dialoga como hijo con Dios Padre. Tres son las fases del proceso: búsqueda por parte del hombre, llamada por parte de Dios y encuentro gozoso de amigos.

Quien ora, se relaciona con Dios. El misterio preside la comunicación del creyente con Dios pues, según nos recuerda el Catecismo, la oración es una "relación viviente y personal con Dios vivo y verdadero" (CEC 2558). Los creyentes contemplan la comunicación con Dios como un privilegio, como el medio para experimentar a Dios y cultivar la amistad profunda con Dios que antes les llamó a una vida de intimidad con El. Así fue la oración de Jesús, necesidad imperiosa de estar en relación profunda con su Padre.

Quien ora, dialoga con el Tú trascendente.
Lo fundamental de la oración radica en el diálogo que se establece entre el hombre y Dios. Hablar y escuchar, lanzar algún mensaje y recibirlo, son los elementos esenciales del diálogo que están presentes en la oración.
En el cristianismo se ha resaltado mucho la oración como diálogo. Para San Juan Crisóstomo «la oración es hablar con Dios». La oración, escribe San Agustín, es dirigir la palabra a Dios. Cuando lees la Sagrada Escritura Dios te habla. Cuando oras hablas tú a Dios (In Ps 85,7).

La oración: encuentro gozoso de amigos. La buena oración es como el diálogo de dos amigos 'Dios hablaba con Moisés cara a cara, como habla un hombre con su amigo (Ex 33,11). "La oración es el encuentro de la sed de Dios y de la sed del hombre. Dios tiene sed de que el hombre tenga sed de El (cf. san Agustin)" (Cat 2560).
Es clásica la interpretación de Santa Teresa sobre la oración-meditación que la define como «tratar de amistad, estando muchas veces a solas con quien sabemos que nos ama» (Vida 8,5). Y en la misma sintonía se sitúa la definición de Foucauld: orar es: «pensar en Dios amándolo»; y loa opinión de Rahner: «la oración es un amor que se pone de rodillas».
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