7º Novela PHD Rechazo y experiencia de Dios
El nuevo director del museo diocesano, el antiguo profesor Navarro, se insertó totalmente en la vida pastoral. Alberto, el de los “brotes místicos” según don Felipe, participó con gusto en un retiro sacerdotal sobre “Dios, del rechazo a la experiencia en el mundo secularista”. Unos asistentes expusieron los conceptos falsos de un Dios comerciante egoísta, juez “injusto”, poesía ideológica o instrumento manipulado por muchos creyentes y devaluado por otros. Otros, reafirmaron el criterio de Dios como Creador, Señor, Padre, Amor y Amigo. Por su parte, Alberto insistió en la necesidad de hablar también sobre las relaciones del sacerdote con Dios. No es lo mismo opinar que compartir una experiencia de cómo Dios ha estado ausente y presente en las diversas etapas de la vida personal. Y él mismo, con valor y humildad, manifestó su experiencia, de cómo en su vida se acercó y se alejó de Dios. A todos admiró el entusiasmo con que el teólogo convertido exclamó: “el Dios-Amor no es amado”.
7
RECHAZO Y EXPERIENCIA DE DIOS
(1977)
Con gusto aceptó Alberto participar en el Retiro sacerdotal de noviembre de 1977. Después de la meditación en la capilla tenía lugar en un salón el diálogo sobre el tema elegido: Dios, del rechazo a la experiencia en el mundo secularista
Entre los asistentes se encontraba Luis, nombrado párroco de Nuestra Señora de Nazaret desde su venida de Colombia. Y Alberto que se incorporaba a las reuniones con un poco de nostalgia pues recordaba que no asistía desde 1966, desde el célebre “choque” con Luis sobre la interpretación del Vaticano II. Ahora, en 1977 el tema a dialogar estaba centrado en una pregunta: ¿qué opinamos nosotros, sacerdotes sobre el rechazo de Dios en nuestro mundo secularista?
Con espontaneidad y sin orden alguno, los sacerdotes participantes en el diálogo emitieron sus opiniones sobre la ausencia de Dios en el mundo actual, y de manera más concreta, en la realidad de España. A cada intervención seguían las preguntas, aceptación, matizaciones o rechazo por parte de cualquiera de los participantes.
Alberto, nombrado secretario, tomó nota de cuanto dijeron sus compañeros sin intervenir en el diálogo.
Dios, el Padre en espera del hijo pródigo
El Director de la reunión centró el tema. A la pregunta formulada expresó una opinión bastante unánime: el mundo está alejado de Dios como el hijo pródigo, endiosado y sin Dios, como el protagonista de la parábola. Nos encontramos en el siglo XX ante el mundo, contemplado como una aldea global, una torre de Babel, comunidad en parte farisea y en parte víctima de varias ideologías. La parábola del Hijo pródigo nos puede servir de marco para un mundo (el occidental sobre todo), que se alejó de Dios, que vive bajo los efectos de la confusión ideológica y de la tergiversación de valores, en el que hay indicios de un regreso a la “casa del padre”. La ruptura con Dios como bien sabemos todos presenta diversas modalidades: el ateísmo científico, la interpretación atea del marxismo, el psicoanálisis de índole atea, la interpretación nihilista de Nietzsche y el ateísmo existencialista de Sartre. Y todos con la hostilidad hacia Dios y lo religioso. Con razón denunció el Concilio: «este ateísmo es uno de los fenómenos más graves de nuestro tiempo» (GS 19).
Dios “blindado” por el secularismo
A continuación, el mismo director dio la palabra a un joven sacerdote que por entonces preparaba en Roma la tesis sobre las “raíces del secularismo en el siglo XIX”. El doctorando no quiso abusar de sus muchos conocimientos. Se limitó a lo esencial: el secularismo propone un mundo humanizado al margen de Dios, exalta tanto su autonomía y el esfuerzo humano que no permite que «otro» le imponga el camino moral o que su libertad se vea limitada por una autoridad externa. El hombre secularista declara que no necesita de Dios y en nombre de su autonomía niega la dependencia respecto del ser divino. Desea, él solo, forjar su destino con independencia de la religión y del mismo Dios al que quiere dar una imagen diferente a la del Dios que daba las lluvias o solucionaba cualquier problema mediante plegarias y sacrificios. El secularismo margina, encierra (blinda) a Dios en los cielos, rompe el cordón umbilical religioso y se queda solo en la tierra. Solitario Dios, solo el hombre. Sin negar a Dios, no le permite que salga de su recinto celeste porque él, autosuficiente, desea forjar su destino sin la ayuda divina.
Un Dios devaluado: la indiferencia religiosa
El responsable del Secretariado de Catequesis planteó el gran reto pastoral de la indiferencia religiosa como fruto del secularismo y de la ética de situación. ¿El causante principal? El influjo cultural de la calle, el de la universidad y el de los medios de comunicación social. El hombre del siglo XX adopta una actitud indiferente ante lo religioso. Como Dios y lo religioso, para él, no contienen valor alguno, es comprensible la “sordera espiritual” que obstaculiza cualquier sentimiento de culpa. No tiene conciencia de las faltas religiosas pues, según afirmó el Vaticano II sobre los ateos, tales personas “no sienten inquietud religiosa alguna y no perciben el motivo de preocuparse por el hecho religioso" (GS 19.2).
El Dios-Amor, un egoísta para muchos
Entusiasmado, emitió su opinión un sacerdote mayor al afirmar que el prejuicio fundamental de muchos radica en imaginar a Dios como el egoísta que vive tranquilo en el cielo. Y se olvidan que ese Dios, nuestro Dios, es ante todo el Amor cercano y omnipresente que desea permanecer en el corazón de toda persona. No es Dios el enemigo del bienestar humano, de la felicidad, como afirman quienes ponen la meta suprema en el bienestar económico, la seguridad sin riesgos, los honores, la capacidad de mandar a muchos, la libertad sin límites y el placer sin castigos eternos.
Un Dios misericordioso que infunde miedo
El sacerdote más joven del grupo manifestó su indignación por la existencia de tantos creyentes traumatizados por la idea de un Dios justiciero olvidando que Jesús lo presenta como Padre misericordioso. Con vehemencia protestó contra la imagen parcializada de un Dios juez, pronto para condenar a sus hijos. ¡No! El Dios que Jesús presenta es el Padre misericordioso que desea la felicidad para todos sus hijos. Es el hombre, lamentablemente, el que es libre para elegir o rechazar a Dios en la tierra. ¡Es el hombre quien se condena por no aceptar al Dios justo, que es sobre todo Amor!
Dios, con una imagen poco creíble
No podía quedar en silencio Luis que, como buen pastoralista, recordaba la necesidad de orientar a los fieles ofreciendo una imagen creíble de Dios, tal y como lo piden muchos intelectuales. Lejos de apologéticas que no convencen, acerquémonos a la vida de Jesús de Nazaret y a la de tantos cristianos que por la fe en Dios viven entregados totalmente a los pobres gracias a su vida de oración.
Dios identificado con la madre tierra
Quien ejercía como capellán en la Universidad, mostró su preocupación porque algunos universitarios, como tantos creyentes modernos, suplantan al Dios personal y amigo por algo sagrado como la madre tierra. Comprendo -decía- pero no apruebo los intentos de los que con buena fe buscan un absoluto con minúscula en la tierra, en el progreso, en el hombre realizado. Y lamento la actitud de quien se conforma con lo sagrado pero sin la sustancia de Dios. Rechazo, por lo tanto, que el Dios Padre de Jesucristo sea sustituido por la “diosa Madre” que invade todo con su energía .
Dios bajo el celemín
El polémico que nunca falta, denunció la respuesta y actitud de los secularistas beligerantes, los anticlericales de toda la vida que quizás no rechazan a Dios pero quieren que esté en la sacristía y no en la calle ni en las relaciones sociales. Y alzando la voz proclamaba: que los políticos no manipulen a Dios y la religiosidad. Y que ni mucho menos intenten, como algunos lo hacen en nombre de sus ideas, esconder a Dios en el celemín. ¡Él merece estar en el candelero de toda expresión humana, sea individual o pública! El culmen de Dios presente en la vida pública se encuentra en el mensaje de Jesús sobre el Reino-reinado de Dios que desea ejercer su soberanía de amor en las personas, relaciones y estructuras. De esta manera estará presente en todo el mundo respetando la libertad de sus hijos.
Dios como poesía ideológica
Con más calma, pero con dureza dialéctica, uno de los profesores de filosofía del seminario, advirtió que son más peligrosos los agnósticos para quienes Dios no pasa de ser una poesía ideológica y no el Tú de una fe creíble: “no intento convertir ni polemizar sobre Dios con los agnósticos. Lo que sí les pido es respeto a la mayoría de creyentes para quienes Dios lejos de ser un poema, es el Tú creíble que da sentido a sus vidas con sus tareas y relaciones. Sin Dios, no hay luz”. También son muchas las personas que rehúsan creer en Dios porque rechazan la imagen que les presenta la fe cristiana o, por lo menos, la imagen que viven muchos creyentes o que enseñan algunos sacerdotes y teólogos. Creen que Dios es como un cuento para niños o como un poema ideológico.
Dios, ¿una pieza más en la religiosidad popular?
También Luis, por su doble experiencia pastoral en América y en España, se vio en la necesidad de puntualizar conceptos sobre la piedad y la religiosidad popular que anima la fe de la mayoría de los que se acercan a la Iglesia. Afirmó: es necesario apreciar tantos y tantos valores de estas expresiones religiosas aunque también necesitan actualizarse para no convertir las mediaciones religiosas de sus devociones en pequeños dioses opacando cuando no suprimiendo a Dios. Es posible que en su nacimiento, tanto la piedad como la religiosidad popular respondieran a expresiones legítimas de quienes deseaban honrar a Dios a través de unos determinados actos de culto inteligibles. Pero con el tiempo se añadieron otras manifestaciones que convirtieron el medio -la devoción, el culto, la procesión, el novenario-, en una serie de elementos contrarios a la genuina fe.
Dios, el Padre que desea la felicidad de sus hijos
Un diácono invitado expresó con timidez: Dios quiere la felicidad del hombre. Es suficiente con leer las Bienaventuranzas o rezar el Padre Nuestro. Y añadió: Cristo ha concretado las metas a sus seguidores en las peticiones del Padre Nuestro: vivir la filiación con Dios, el amor fraterno, el respeto y culto al nombre del Señor, colaborar en la difusión del reino de Dios, cumplir la voluntad divina según el dictamen coherente de la conciencia sincera, la confianza al pedir ayuda al Dador de todo don, humildad para reconocer las ofensas, generosidad para el perdón entre los hermanos, fortaleza para superar los obstáculos y las tentaciones del Maligno. Y todo lo anterior se resume en el amor en toda dirección. He ahí la meta suprema de todo seguidor de Jesús.
Dios, posible amigo del hombre
Aplaudida la intervención del futuro sacerdote. A continuación tomó la palabra otro de los sacerdotes mayores para preguntar: ¿y qué pedir a nuestro mundo secularizado en su relación con Dios? Y él mismo respondió: no es suficiente con respetar a Dios que está en los cielos, tampoco la simple obediencia a sus mandatos o, aunque parezca exagerado, el amarle sobre todas las cosas y con todo el corazón. En la relación interpersonal existe una manifestación mayor: la amistad vivida en intimidad. Es la que Cristo vivió con su Padre Dios y la que desea que mantengan sus discípulos.
Dios, único Señor
El más espiritual del grupo aprovechó la ocasión para exhortar a todos: nosotros como sacerdotes debemos tener claro que todas las personas gozan de la posibilidad de vivir en unión íntima con Dios. Así lo confirman tantos testimonios de las religiones, dentro y fuera del cristianismo. Ahora bien, vivir, lo que se dice vivir en unión íntima con Dios, necesita optar coherentemente por el Amor supremo y no querer compartir un Amor con otros amores. Porque no se puede servir a dos señores.
Dios-Amor, fuente de todo amor
El último en intervenir fue el profesor de ascética y mística. Recordó lo que todo sacerdote acepta: el tema de Dios en nuestro mundo no puede terminar sin la necesidad que el hombre secularista tiene de comunicarse con Dios. Para todos urge la oración aunque muchos crean crean que no necesitan de Dios, que se bastan a sí mismo, que Dios está bien en el cielo y ellos en la tierra. Ahora bien, el hombre como persona, sí necesita llenar su ansia de absoluto con el Absoluto, de fortalecer su debilidad con el Fuerte, su ansia de amor insatisfecho con el que por definición es el Amor, la fuente de todo amor.
Pero ¿es suficiente con opinar sobre el rechazo de Dios?
Alberto se limitó a escribir durante el coloquio. Pero internamente estaba insatisfecho porque le parecía que faltaba algo más. Por ello al finalizar, pidió la palabra. Manifestó que estaba de acuerdo con las opiniones expuestas pero echaba de menos el testimonio personal del sacerdote:
-¿cómo vivimos nosotros la ausencia-presencia de Dios? Está bien que lamentemos al Dios ausente y que recordemos lo que Él es para nosotros. Pero me parece que no basta con reflexionar sobre los interrogantes: ¿dónde está Dios? ¿Por qué el hombre vive tranquilo en un mundo con niebla pero sin Dios? ¿A qué será debido que la felicidad en la tierra sustituya a la salvación en el cielo, que el hombre se haya convertido en absoluto y Dios en un relativo más? Bien por la preocupación pastoral, pero nosotros, hombres de Dios, deberíamos expresar también la presencia y ausencia de Dios en nuestras vidas. Comprendo que se trata de un tema que pertenece a la intimidad. Yo no deseo comprometer a ninguno de vosotros. Pero ahora, antes de terminar el diálogo y pasar a la capilla, solicito expresar mi experiencia sobre Dios.
Sorprendidos, todos aprobaron el “valor” del que fuera, años atrás, el impenetrable y frío doctor Navarro y que ahora se presentaba con la sencillez de un franciscano. Coherente con su nueva etapa de “convertido”, Alberto resumió su experiencia con expresiones sinceras y humildes
La experiencia de Dios en la vida de Alberto.
-Elijo cuatro etapas en mi vida con otras tantas experiencias sobre Dios. Con nostalgia recuerdo la presencia de Dios que tanto nos inculcaban en el seminario. Como recordáis, vivíamos muchas devociones en los gloriosos años de la espiritualidad de futuros sacerdotes.
-Posteriormente, en mis años de profesor de Cristología, y lo confieso con dolor, el conocimiento que no experiencia de Dios, resultaba un tanto “teológico”, abstracto y doctrinal en mi vida. No sentía la presencia ni tampoco la ausencia de Dios porque, por lo menos en España, no integraba la problemática religiosa.
-Después vino mi experiencia americana. Luis mejor que yo sabe cómo aquel pueblo sencillo inserta a Dios en su vida dentro de la religiosidad popular con todos los valores y defectos. Personalmente, más de una vez, experimenté la presencia de Dios en el amor de las madres, y por contrate, en la injusticia social. Presencia y ausencia influían en mi acción pero no en la vida espiritual. No tengo inconveniente en manifestar que por aquel tiempo me acerqué mucho al hombre y me alejé de Dios con las consecuencias negativas que muchos conocéis.
-De regreso a España, entre las cosas que me sorprendieron fue comparar la profunda experiencia religiosa americana, la presencia y gran respeto hacia Dios, con la creciente ausencia en nuestra Patria debido al secularismo. Ahora bien, todavía Dios quedaba lejos de mí. Sin un sentimiento de dolor, desde la “barrera” experimentaba a un Dios desvalorizado, arrinconado, rechazado, manipulado, pero sin relación de amor personal.
-Últimamente, con los ejercicios personales que don Felipe me dirigió, volví a redescubrir al que tanto nos entusiasmó en los años de seminaristas. Me refiero al Hermano Rafael. Su experiencia de Dios está marcando mi vida y de tal manera que comienza una etapa contemplativa, digamos que “mística”, o mejor de búsqueda apasionada de Dios en mi oración, en mis tareas y en mis relaciones.
-Y ahora, inmerso en la pastoral y con más noticias religiosas sobre el mundo, tengo presente el lamento de san Francisco de Asís: el Amor no es amado. Compruebo con dolor la ausencia de Dios, pues disminuyen los fieles en las misas, los jóvenes brillan por su ausencia en las iglesias, crecen las secularizaciones, escasean las vocaciones para la vida religiosa y sacerdotal, aunque Toledo sea una excepción. Y noto cómo va creciendo la idea de que Dios no hace falta. Más aún, como dijera Pío XII desaparece la conciencia del pecado, de la ofensa contra Dios.
Emocionado, Alberto guardó silencio por unos segundos. Y continuó:
-a pesar de los aspectos negativos, mi actitud es positiva y esperanzada. Tengo presente los innumerables testimonios de cristianos coherentes que según sus posibilidades actualizan mucho el amor total y la profunda unión con Dios en Jesús y María. Lo que contemplé en América y ahora en España sobre Dios me suscita el deseo de volver a leer los Evangelios. ¿Con qué intención? Para “refrescar” mi espiritualidad contemplando la máxima unión y amor de Dios en Jesús y María. Dada mi situación, tengo tiempo para dedicarme a una tarea que considero apasionante. ¿Cómo responder a nuestro mundo secularizado con el testimonio de Jesús y María sobre la presencia de Dios?
Terminada la intervención de Alberto, el Director agradeció la experiencia dada. Y aprovechó la ocasión para pedirle un favor: ¿podrías dirigir el próximo retiro a los sacerdotes sobre el tema Máxima experiencia de Dios en Jesús y María? El “renovado” Alberto, aunque sorprendido por lo inesperado de la petición, no pudo negarse. Su respuesta:
-lo haré con mucho gusto. Tu invitación me motiva más para estudiar el tema. Gracias.
De regreso a su despacho, Alberto pensó que para representar la experiencia de la ausencia-presencia de Dios, nada mejor que pintar la vuelta del Hijo pródigo, cuadro que integraría la nueva colección que proyectaba.
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RECHAZO Y EXPERIENCIA DE DIOS
(1977)
Con gusto aceptó Alberto participar en el Retiro sacerdotal de noviembre de 1977. Después de la meditación en la capilla tenía lugar en un salón el diálogo sobre el tema elegido: Dios, del rechazo a la experiencia en el mundo secularista
Entre los asistentes se encontraba Luis, nombrado párroco de Nuestra Señora de Nazaret desde su venida de Colombia. Y Alberto que se incorporaba a las reuniones con un poco de nostalgia pues recordaba que no asistía desde 1966, desde el célebre “choque” con Luis sobre la interpretación del Vaticano II. Ahora, en 1977 el tema a dialogar estaba centrado en una pregunta: ¿qué opinamos nosotros, sacerdotes sobre el rechazo de Dios en nuestro mundo secularista?
Con espontaneidad y sin orden alguno, los sacerdotes participantes en el diálogo emitieron sus opiniones sobre la ausencia de Dios en el mundo actual, y de manera más concreta, en la realidad de España. A cada intervención seguían las preguntas, aceptación, matizaciones o rechazo por parte de cualquiera de los participantes.
Alberto, nombrado secretario, tomó nota de cuanto dijeron sus compañeros sin intervenir en el diálogo.
Dios, el Padre en espera del hijo pródigo
El Director de la reunión centró el tema. A la pregunta formulada expresó una opinión bastante unánime: el mundo está alejado de Dios como el hijo pródigo, endiosado y sin Dios, como el protagonista de la parábola. Nos encontramos en el siglo XX ante el mundo, contemplado como una aldea global, una torre de Babel, comunidad en parte farisea y en parte víctima de varias ideologías. La parábola del Hijo pródigo nos puede servir de marco para un mundo (el occidental sobre todo), que se alejó de Dios, que vive bajo los efectos de la confusión ideológica y de la tergiversación de valores, en el que hay indicios de un regreso a la “casa del padre”. La ruptura con Dios como bien sabemos todos presenta diversas modalidades: el ateísmo científico, la interpretación atea del marxismo, el psicoanálisis de índole atea, la interpretación nihilista de Nietzsche y el ateísmo existencialista de Sartre. Y todos con la hostilidad hacia Dios y lo religioso. Con razón denunció el Concilio: «este ateísmo es uno de los fenómenos más graves de nuestro tiempo» (GS 19).
Dios “blindado” por el secularismo
A continuación, el mismo director dio la palabra a un joven sacerdote que por entonces preparaba en Roma la tesis sobre las “raíces del secularismo en el siglo XIX”. El doctorando no quiso abusar de sus muchos conocimientos. Se limitó a lo esencial: el secularismo propone un mundo humanizado al margen de Dios, exalta tanto su autonomía y el esfuerzo humano que no permite que «otro» le imponga el camino moral o que su libertad se vea limitada por una autoridad externa. El hombre secularista declara que no necesita de Dios y en nombre de su autonomía niega la dependencia respecto del ser divino. Desea, él solo, forjar su destino con independencia de la religión y del mismo Dios al que quiere dar una imagen diferente a la del Dios que daba las lluvias o solucionaba cualquier problema mediante plegarias y sacrificios. El secularismo margina, encierra (blinda) a Dios en los cielos, rompe el cordón umbilical religioso y se queda solo en la tierra. Solitario Dios, solo el hombre. Sin negar a Dios, no le permite que salga de su recinto celeste porque él, autosuficiente, desea forjar su destino sin la ayuda divina.
Un Dios devaluado: la indiferencia religiosa
El responsable del Secretariado de Catequesis planteó el gran reto pastoral de la indiferencia religiosa como fruto del secularismo y de la ética de situación. ¿El causante principal? El influjo cultural de la calle, el de la universidad y el de los medios de comunicación social. El hombre del siglo XX adopta una actitud indiferente ante lo religioso. Como Dios y lo religioso, para él, no contienen valor alguno, es comprensible la “sordera espiritual” que obstaculiza cualquier sentimiento de culpa. No tiene conciencia de las faltas religiosas pues, según afirmó el Vaticano II sobre los ateos, tales personas “no sienten inquietud religiosa alguna y no perciben el motivo de preocuparse por el hecho religioso" (GS 19.2).
El Dios-Amor, un egoísta para muchos
Entusiasmado, emitió su opinión un sacerdote mayor al afirmar que el prejuicio fundamental de muchos radica en imaginar a Dios como el egoísta que vive tranquilo en el cielo. Y se olvidan que ese Dios, nuestro Dios, es ante todo el Amor cercano y omnipresente que desea permanecer en el corazón de toda persona. No es Dios el enemigo del bienestar humano, de la felicidad, como afirman quienes ponen la meta suprema en el bienestar económico, la seguridad sin riesgos, los honores, la capacidad de mandar a muchos, la libertad sin límites y el placer sin castigos eternos.
Un Dios misericordioso que infunde miedo
El sacerdote más joven del grupo manifestó su indignación por la existencia de tantos creyentes traumatizados por la idea de un Dios justiciero olvidando que Jesús lo presenta como Padre misericordioso. Con vehemencia protestó contra la imagen parcializada de un Dios juez, pronto para condenar a sus hijos. ¡No! El Dios que Jesús presenta es el Padre misericordioso que desea la felicidad para todos sus hijos. Es el hombre, lamentablemente, el que es libre para elegir o rechazar a Dios en la tierra. ¡Es el hombre quien se condena por no aceptar al Dios justo, que es sobre todo Amor!
Dios, con una imagen poco creíble
No podía quedar en silencio Luis que, como buen pastoralista, recordaba la necesidad de orientar a los fieles ofreciendo una imagen creíble de Dios, tal y como lo piden muchos intelectuales. Lejos de apologéticas que no convencen, acerquémonos a la vida de Jesús de Nazaret y a la de tantos cristianos que por la fe en Dios viven entregados totalmente a los pobres gracias a su vida de oración.
Dios identificado con la madre tierra
Quien ejercía como capellán en la Universidad, mostró su preocupación porque algunos universitarios, como tantos creyentes modernos, suplantan al Dios personal y amigo por algo sagrado como la madre tierra. Comprendo -decía- pero no apruebo los intentos de los que con buena fe buscan un absoluto con minúscula en la tierra, en el progreso, en el hombre realizado. Y lamento la actitud de quien se conforma con lo sagrado pero sin la sustancia de Dios. Rechazo, por lo tanto, que el Dios Padre de Jesucristo sea sustituido por la “diosa Madre” que invade todo con su energía .
Dios bajo el celemín
El polémico que nunca falta, denunció la respuesta y actitud de los secularistas beligerantes, los anticlericales de toda la vida que quizás no rechazan a Dios pero quieren que esté en la sacristía y no en la calle ni en las relaciones sociales. Y alzando la voz proclamaba: que los políticos no manipulen a Dios y la religiosidad. Y que ni mucho menos intenten, como algunos lo hacen en nombre de sus ideas, esconder a Dios en el celemín. ¡Él merece estar en el candelero de toda expresión humana, sea individual o pública! El culmen de Dios presente en la vida pública se encuentra en el mensaje de Jesús sobre el Reino-reinado de Dios que desea ejercer su soberanía de amor en las personas, relaciones y estructuras. De esta manera estará presente en todo el mundo respetando la libertad de sus hijos.
Dios como poesía ideológica
Con más calma, pero con dureza dialéctica, uno de los profesores de filosofía del seminario, advirtió que son más peligrosos los agnósticos para quienes Dios no pasa de ser una poesía ideológica y no el Tú de una fe creíble: “no intento convertir ni polemizar sobre Dios con los agnósticos. Lo que sí les pido es respeto a la mayoría de creyentes para quienes Dios lejos de ser un poema, es el Tú creíble que da sentido a sus vidas con sus tareas y relaciones. Sin Dios, no hay luz”. También son muchas las personas que rehúsan creer en Dios porque rechazan la imagen que les presenta la fe cristiana o, por lo menos, la imagen que viven muchos creyentes o que enseñan algunos sacerdotes y teólogos. Creen que Dios es como un cuento para niños o como un poema ideológico.
Dios, ¿una pieza más en la religiosidad popular?
También Luis, por su doble experiencia pastoral en América y en España, se vio en la necesidad de puntualizar conceptos sobre la piedad y la religiosidad popular que anima la fe de la mayoría de los que se acercan a la Iglesia. Afirmó: es necesario apreciar tantos y tantos valores de estas expresiones religiosas aunque también necesitan actualizarse para no convertir las mediaciones religiosas de sus devociones en pequeños dioses opacando cuando no suprimiendo a Dios. Es posible que en su nacimiento, tanto la piedad como la religiosidad popular respondieran a expresiones legítimas de quienes deseaban honrar a Dios a través de unos determinados actos de culto inteligibles. Pero con el tiempo se añadieron otras manifestaciones que convirtieron el medio -la devoción, el culto, la procesión, el novenario-, en una serie de elementos contrarios a la genuina fe.
Dios, el Padre que desea la felicidad de sus hijos
Un diácono invitado expresó con timidez: Dios quiere la felicidad del hombre. Es suficiente con leer las Bienaventuranzas o rezar el Padre Nuestro. Y añadió: Cristo ha concretado las metas a sus seguidores en las peticiones del Padre Nuestro: vivir la filiación con Dios, el amor fraterno, el respeto y culto al nombre del Señor, colaborar en la difusión del reino de Dios, cumplir la voluntad divina según el dictamen coherente de la conciencia sincera, la confianza al pedir ayuda al Dador de todo don, humildad para reconocer las ofensas, generosidad para el perdón entre los hermanos, fortaleza para superar los obstáculos y las tentaciones del Maligno. Y todo lo anterior se resume en el amor en toda dirección. He ahí la meta suprema de todo seguidor de Jesús.
Dios, posible amigo del hombre
Aplaudida la intervención del futuro sacerdote. A continuación tomó la palabra otro de los sacerdotes mayores para preguntar: ¿y qué pedir a nuestro mundo secularizado en su relación con Dios? Y él mismo respondió: no es suficiente con respetar a Dios que está en los cielos, tampoco la simple obediencia a sus mandatos o, aunque parezca exagerado, el amarle sobre todas las cosas y con todo el corazón. En la relación interpersonal existe una manifestación mayor: la amistad vivida en intimidad. Es la que Cristo vivió con su Padre Dios y la que desea que mantengan sus discípulos.
Dios, único Señor
El más espiritual del grupo aprovechó la ocasión para exhortar a todos: nosotros como sacerdotes debemos tener claro que todas las personas gozan de la posibilidad de vivir en unión íntima con Dios. Así lo confirman tantos testimonios de las religiones, dentro y fuera del cristianismo. Ahora bien, vivir, lo que se dice vivir en unión íntima con Dios, necesita optar coherentemente por el Amor supremo y no querer compartir un Amor con otros amores. Porque no se puede servir a dos señores.
Dios-Amor, fuente de todo amor
El último en intervenir fue el profesor de ascética y mística. Recordó lo que todo sacerdote acepta: el tema de Dios en nuestro mundo no puede terminar sin la necesidad que el hombre secularista tiene de comunicarse con Dios. Para todos urge la oración aunque muchos crean crean que no necesitan de Dios, que se bastan a sí mismo, que Dios está bien en el cielo y ellos en la tierra. Ahora bien, el hombre como persona, sí necesita llenar su ansia de absoluto con el Absoluto, de fortalecer su debilidad con el Fuerte, su ansia de amor insatisfecho con el que por definición es el Amor, la fuente de todo amor.
Pero ¿es suficiente con opinar sobre el rechazo de Dios?
Alberto se limitó a escribir durante el coloquio. Pero internamente estaba insatisfecho porque le parecía que faltaba algo más. Por ello al finalizar, pidió la palabra. Manifestó que estaba de acuerdo con las opiniones expuestas pero echaba de menos el testimonio personal del sacerdote:
-¿cómo vivimos nosotros la ausencia-presencia de Dios? Está bien que lamentemos al Dios ausente y que recordemos lo que Él es para nosotros. Pero me parece que no basta con reflexionar sobre los interrogantes: ¿dónde está Dios? ¿Por qué el hombre vive tranquilo en un mundo con niebla pero sin Dios? ¿A qué será debido que la felicidad en la tierra sustituya a la salvación en el cielo, que el hombre se haya convertido en absoluto y Dios en un relativo más? Bien por la preocupación pastoral, pero nosotros, hombres de Dios, deberíamos expresar también la presencia y ausencia de Dios en nuestras vidas. Comprendo que se trata de un tema que pertenece a la intimidad. Yo no deseo comprometer a ninguno de vosotros. Pero ahora, antes de terminar el diálogo y pasar a la capilla, solicito expresar mi experiencia sobre Dios.
Sorprendidos, todos aprobaron el “valor” del que fuera, años atrás, el impenetrable y frío doctor Navarro y que ahora se presentaba con la sencillez de un franciscano. Coherente con su nueva etapa de “convertido”, Alberto resumió su experiencia con expresiones sinceras y humildes
La experiencia de Dios en la vida de Alberto.
-Elijo cuatro etapas en mi vida con otras tantas experiencias sobre Dios. Con nostalgia recuerdo la presencia de Dios que tanto nos inculcaban en el seminario. Como recordáis, vivíamos muchas devociones en los gloriosos años de la espiritualidad de futuros sacerdotes.
-Posteriormente, en mis años de profesor de Cristología, y lo confieso con dolor, el conocimiento que no experiencia de Dios, resultaba un tanto “teológico”, abstracto y doctrinal en mi vida. No sentía la presencia ni tampoco la ausencia de Dios porque, por lo menos en España, no integraba la problemática religiosa.
-Después vino mi experiencia americana. Luis mejor que yo sabe cómo aquel pueblo sencillo inserta a Dios en su vida dentro de la religiosidad popular con todos los valores y defectos. Personalmente, más de una vez, experimenté la presencia de Dios en el amor de las madres, y por contrate, en la injusticia social. Presencia y ausencia influían en mi acción pero no en la vida espiritual. No tengo inconveniente en manifestar que por aquel tiempo me acerqué mucho al hombre y me alejé de Dios con las consecuencias negativas que muchos conocéis.
-De regreso a España, entre las cosas que me sorprendieron fue comparar la profunda experiencia religiosa americana, la presencia y gran respeto hacia Dios, con la creciente ausencia en nuestra Patria debido al secularismo. Ahora bien, todavía Dios quedaba lejos de mí. Sin un sentimiento de dolor, desde la “barrera” experimentaba a un Dios desvalorizado, arrinconado, rechazado, manipulado, pero sin relación de amor personal.
-Últimamente, con los ejercicios personales que don Felipe me dirigió, volví a redescubrir al que tanto nos entusiasmó en los años de seminaristas. Me refiero al Hermano Rafael. Su experiencia de Dios está marcando mi vida y de tal manera que comienza una etapa contemplativa, digamos que “mística”, o mejor de búsqueda apasionada de Dios en mi oración, en mis tareas y en mis relaciones.
-Y ahora, inmerso en la pastoral y con más noticias religiosas sobre el mundo, tengo presente el lamento de san Francisco de Asís: el Amor no es amado. Compruebo con dolor la ausencia de Dios, pues disminuyen los fieles en las misas, los jóvenes brillan por su ausencia en las iglesias, crecen las secularizaciones, escasean las vocaciones para la vida religiosa y sacerdotal, aunque Toledo sea una excepción. Y noto cómo va creciendo la idea de que Dios no hace falta. Más aún, como dijera Pío XII desaparece la conciencia del pecado, de la ofensa contra Dios.
Emocionado, Alberto guardó silencio por unos segundos. Y continuó:
-a pesar de los aspectos negativos, mi actitud es positiva y esperanzada. Tengo presente los innumerables testimonios de cristianos coherentes que según sus posibilidades actualizan mucho el amor total y la profunda unión con Dios en Jesús y María. Lo que contemplé en América y ahora en España sobre Dios me suscita el deseo de volver a leer los Evangelios. ¿Con qué intención? Para “refrescar” mi espiritualidad contemplando la máxima unión y amor de Dios en Jesús y María. Dada mi situación, tengo tiempo para dedicarme a una tarea que considero apasionante. ¿Cómo responder a nuestro mundo secularizado con el testimonio de Jesús y María sobre la presencia de Dios?
Terminada la intervención de Alberto, el Director agradeció la experiencia dada. Y aprovechó la ocasión para pedirle un favor: ¿podrías dirigir el próximo retiro a los sacerdotes sobre el tema Máxima experiencia de Dios en Jesús y María? El “renovado” Alberto, aunque sorprendido por lo inesperado de la petición, no pudo negarse. Su respuesta:
-lo haré con mucho gusto. Tu invitación me motiva más para estudiar el tema. Gracias.
De regreso a su despacho, Alberto pensó que para representar la experiencia de la ausencia-presencia de Dios, nada mejor que pintar la vuelta del Hijo pródigo, cuadro que integraría la nueva colección que proyectaba.