Relaciones conflictivas en comunidad
No se agotan los conflictos que giran en torno al respeto-ofensa, servicio-egoísmo, gratitud-antipatía, optimismo-pesimismo, sinceridad-mentira, comunicación-monólogo, comprensión-intolerancia, aceptación-impaciencia. No. Existen otros conflictos que son más difíciles de superar. Por ejemplo, cuando: un miembro de la comunidad está enfermo o es un depresivo o un adicto; el orgulloso que no reconoce sus errores y humilla a los más débiles (humildad-orgullo); el envidioso que no perdona, guarda rencor y procura la venganza (rencor-perdón). O cuando la persona solidaria es criticada por el insaciable y avaricioso (solidaridad-avaricia). O cuando hay que relacionarse con una persona mentirosa y desconfiada. O cuando la ideología política enfrenta a los miembros de una comunidad (izquierdas-derechas).
Adicción-saludCuando en la familia, un miembro está enfermo o es un depresivo o un adicto.
En ocasiones, junto a una mayoría de personas con salud, convive algún que otro miembro que causa problemas a los demás. Varios ejemplos: el que adolece de alguna enfermedad física o el esclavizado por la droga, bebida, diversiones, amistades, sexo descontrolado. También causa conflictos la persona depresiva que no realiza las tareas domésticas y molesta con “sus manías”. Y, para algunas familias, las personas mayores y con dependencia, sobre todo cuando faltan los medios para una digna atención.
Para la problemática suscitada, gran solución ofrece el amor, el sacrificio y la compañía de la familia. Pero si hay que apartar a un miembro del hogar, suscitará conflictos porque no todos estarán de acuerdo. En ocasiones, no habrá más remedio que “aguantarlo” por sus méritos, su autoridad, aportación económica o por el cariño que se les tiene.
Humildad-orgullo
Cuando el orgulloso no reconoce sus errores y humilla a los más débiles¿En qué grupo, equipo, comunidad o familia, no existe algún miembro que merece el calificativo, en mayor o menor grado, de persona orgullosa que gusta de sobreponerse a las otras, pacientes y humildes? Sí, existe. Y la convivencia con ella es tensa, muy conflictiva. ¿Razones? Porque el soberbio, y mucho más cuando es superior en inteligencia y autoridad, se caracteriza por ser un idólatra de su ego y no admite a nadie superior a sí mismo a quien tenga que rendir cuentas. Él, que se considera el más inteligente, desprecia internamente a los demás y los humilla corrigiendo sus defectos. Por lo tanto es un individuo incapaz de escuchar alguna crítica sobre sus criterios y conducta: el hipersensible ante su honor y dignidad, juzga como enemigo a quien se opone a su pensar y decidir. De la amplia temática conflictiva entre personas orgullosas con humildes y pacientes, sobresale la situación en la cual los humildes reconocen sus errores y los orgullosos justifican siempre sus faltas.
Difícil tarea que reconozca sus errores y que no se justifique “por principio”. La humildad para el soberbio es como un pecado capital. Considera un absurdo pedir perdón por las ofensas y omisiones, el reconocer los errores al notar que el prójimo se sintió ofendido. Y en justificarse por sistema como si el otro fuera "el malo" y él "el bueno" de la película.
Rencor-perdón
Cuando el envidioso no perdona, guarda rencor y procura la venganza.
Merece el calificativo de envidiosa toda persona que siente tristeza o fastidio por el bien ajeno; que contempla con malos ojos la promoción de los otros como si fuera una disminución su dignidad y fama. El discurso del envidioso es muy crítico y su relación con el prójimo está impregnada del odio más o menos oculto: el otro tiene lo que él pretendía pero no ha podido conseguir. Es evidente: el cáncer para una convivencia pacífica es el orgullo de un envidioso que no perdona, que no olvida y que está pronto a devolver el golpe.
Por contrario, contribuye a una convivencia feliz quien al recibir una excusa, es generoso en manifestar su perdón. Más aún: al recordar ofensas e ingratitudes, se esfuerza por borrar de su mente los recuerdos negativos. Y al rezar el Padre nuestro, recuerda que pide perdón a Dios de sus ofensas comprometiéndose a perdonar a los ofensores
Solidaridad-avaricia
Cuando la persona solidaria es criticada por el insaciable y avaricioso
La solidaridad, como fruto de la sensibilidad ante el necesitado, marca las relaciones interpersonales de la persona que se pregunta: ¿de qué manera ayudar al prójimo? Y responde: con el servicio desinteresado, con la promoción y liberación para que el necesitado remedie sus necesidades con ayuda ajena, pero sin paternalismos. Tampoco olvida las clásicas obras de misericordia, tanto las de orden espiritual (enseñar al que no sabe, consolar al triste...) como las de tipo corporal (visitar a los enfermos, dar de comer al hambriento...).
Pero, en ocasiones, en la misma familia o grupo social, surge la protesta de quien todo lo necesita. Es la persona dominada por la avaricia convierte en ídolo la riqueza como seguridad para sí y para los suyos. Además, muestra insensibilidad hacia el prójimo necesitado a quien sacrifica para satisfacer sus ansias de mayores riquezas; experimenta el placer de la posesión de los bienes materiales a los que adora y rinde culto. Tal persona convierte “el ser más” en otro ídolo (personal o colectivo), objeto de culto y fuente de divisiones sociales.
Sinceridad-mentiraCuando hay que relacionarse con una persona mentirosa y desconfiada.Quitan la confianza y la paz de cualquier grupo, equipo o familia, los miembros que merecen el calificativo de falsos, poco fiables por el uso frecuente de la mentira y de otras manipulaciones. Y mucho más, los cínicos que no tienen pudor ni vergüenza en mentir con el mayor descaro. En el mismo nivel están situados a quienes llamamos “malvados” porque conscientemente lesionan con su mentira algún derecho del prójimo.
Gran servicio prestan al grupo o comunidad las personas transparentes y sinceras. Con razón se ganan la confianza y dan seguridad a las relaciones interpersonales. Así mismo es de agradecer el esfuerzo por merecer la confianza y seguridad en quienes nos rodean. Y el no dar motivos de desconfianza con actitudes oscuras, verdades a medias o con mentiras que desprestigian.
Izquierdas-derechasCuando la ideología política enfrenta a los miembros de una comunidad.En el mundo pluralista no es raro que entre los amigos o compañeros de trabajo surjan tensiones, enfrentamientos, y conflictos por la mentalidad y conducta en lo social-político. Muchos miembros del grupo, familia, equipo o de la oficina, se autocalifican conservadoras o progresistas. Unos miembros exaltan lo antiguo y los valores tradiciones: son los conservadores. Y otros, los que defienden lo nuevo, son los progresistas que adoptan criterios opuestos. Tanto unos como otros pueden enfrentarse hasta con respuestas fanáticas o fundamentalistas en lo político o en lo religioso. Progreso y tradición, izquierdas y derechas alteran la paz de muchas comunidades.
Con más detalles: de una parte están los radicalizados por lo antiguo, obsesionados por el ayer que a toda costa quieren imponer al mundo de hoy como praxis política. Magnifican lo que se forjó en la tradición y desprecian, o no valoran debidamente, lo que surge en el hoy; vuelven continuamente su mirada hacia atrás con el deseo de mantener todo el pasado político o religioso como solución para el presente. Reciben los calificativos de “fachas”, gente de derechas.
Y en lado opuesto están los de mentalidad progresista, que son los radicalizados por lo nuevo en materia sociopolítica, defensores a ultranza de las doctrinas e iniciativas modernas, nuevas o progresistas. Su actitud está bajo el sello del extremismo que llega al fanatismo motivado por el progreso o la tradición. Rasgo propio es la exaltación de las nuevas mediaciones religiosas y el rechazo de las antiguas o tradicionales. Son acusados como unos comunistas o “gente de izquierda”.
¿Cuál será la normativa más elementa para una convivencia pacífica? Que todos dialoguen con respeto, sin agresividad y sin pretender absolutizar la opción preferida. Aunque lo mejor sería evitar la confrontación.
Adicción-saludCuando en la familia, un miembro está enfermo o es un depresivo o un adicto.
En ocasiones, junto a una mayoría de personas con salud, convive algún que otro miembro que causa problemas a los demás. Varios ejemplos: el que adolece de alguna enfermedad física o el esclavizado por la droga, bebida, diversiones, amistades, sexo descontrolado. También causa conflictos la persona depresiva que no realiza las tareas domésticas y molesta con “sus manías”. Y, para algunas familias, las personas mayores y con dependencia, sobre todo cuando faltan los medios para una digna atención.
Para la problemática suscitada, gran solución ofrece el amor, el sacrificio y la compañía de la familia. Pero si hay que apartar a un miembro del hogar, suscitará conflictos porque no todos estarán de acuerdo. En ocasiones, no habrá más remedio que “aguantarlo” por sus méritos, su autoridad, aportación económica o por el cariño que se les tiene.
Humildad-orgullo
Cuando el orgulloso no reconoce sus errores y humilla a los más débiles¿En qué grupo, equipo, comunidad o familia, no existe algún miembro que merece el calificativo, en mayor o menor grado, de persona orgullosa que gusta de sobreponerse a las otras, pacientes y humildes? Sí, existe. Y la convivencia con ella es tensa, muy conflictiva. ¿Razones? Porque el soberbio, y mucho más cuando es superior en inteligencia y autoridad, se caracteriza por ser un idólatra de su ego y no admite a nadie superior a sí mismo a quien tenga que rendir cuentas. Él, que se considera el más inteligente, desprecia internamente a los demás y los humilla corrigiendo sus defectos. Por lo tanto es un individuo incapaz de escuchar alguna crítica sobre sus criterios y conducta: el hipersensible ante su honor y dignidad, juzga como enemigo a quien se opone a su pensar y decidir. De la amplia temática conflictiva entre personas orgullosas con humildes y pacientes, sobresale la situación en la cual los humildes reconocen sus errores y los orgullosos justifican siempre sus faltas.
Difícil tarea que reconozca sus errores y que no se justifique “por principio”. La humildad para el soberbio es como un pecado capital. Considera un absurdo pedir perdón por las ofensas y omisiones, el reconocer los errores al notar que el prójimo se sintió ofendido. Y en justificarse por sistema como si el otro fuera "el malo" y él "el bueno" de la película.
Rencor-perdón
Cuando el envidioso no perdona, guarda rencor y procura la venganza.
Merece el calificativo de envidiosa toda persona que siente tristeza o fastidio por el bien ajeno; que contempla con malos ojos la promoción de los otros como si fuera una disminución su dignidad y fama. El discurso del envidioso es muy crítico y su relación con el prójimo está impregnada del odio más o menos oculto: el otro tiene lo que él pretendía pero no ha podido conseguir. Es evidente: el cáncer para una convivencia pacífica es el orgullo de un envidioso que no perdona, que no olvida y que está pronto a devolver el golpe.
Por contrario, contribuye a una convivencia feliz quien al recibir una excusa, es generoso en manifestar su perdón. Más aún: al recordar ofensas e ingratitudes, se esfuerza por borrar de su mente los recuerdos negativos. Y al rezar el Padre nuestro, recuerda que pide perdón a Dios de sus ofensas comprometiéndose a perdonar a los ofensores
Solidaridad-avaricia
Cuando la persona solidaria es criticada por el insaciable y avaricioso
La solidaridad, como fruto de la sensibilidad ante el necesitado, marca las relaciones interpersonales de la persona que se pregunta: ¿de qué manera ayudar al prójimo? Y responde: con el servicio desinteresado, con la promoción y liberación para que el necesitado remedie sus necesidades con ayuda ajena, pero sin paternalismos. Tampoco olvida las clásicas obras de misericordia, tanto las de orden espiritual (enseñar al que no sabe, consolar al triste...) como las de tipo corporal (visitar a los enfermos, dar de comer al hambriento...).
Pero, en ocasiones, en la misma familia o grupo social, surge la protesta de quien todo lo necesita. Es la persona dominada por la avaricia convierte en ídolo la riqueza como seguridad para sí y para los suyos. Además, muestra insensibilidad hacia el prójimo necesitado a quien sacrifica para satisfacer sus ansias de mayores riquezas; experimenta el placer de la posesión de los bienes materiales a los que adora y rinde culto. Tal persona convierte “el ser más” en otro ídolo (personal o colectivo), objeto de culto y fuente de divisiones sociales.
Sinceridad-mentiraCuando hay que relacionarse con una persona mentirosa y desconfiada.Quitan la confianza y la paz de cualquier grupo, equipo o familia, los miembros que merecen el calificativo de falsos, poco fiables por el uso frecuente de la mentira y de otras manipulaciones. Y mucho más, los cínicos que no tienen pudor ni vergüenza en mentir con el mayor descaro. En el mismo nivel están situados a quienes llamamos “malvados” porque conscientemente lesionan con su mentira algún derecho del prójimo.
Gran servicio prestan al grupo o comunidad las personas transparentes y sinceras. Con razón se ganan la confianza y dan seguridad a las relaciones interpersonales. Así mismo es de agradecer el esfuerzo por merecer la confianza y seguridad en quienes nos rodean. Y el no dar motivos de desconfianza con actitudes oscuras, verdades a medias o con mentiras que desprestigian.
Izquierdas-derechasCuando la ideología política enfrenta a los miembros de una comunidad.En el mundo pluralista no es raro que entre los amigos o compañeros de trabajo surjan tensiones, enfrentamientos, y conflictos por la mentalidad y conducta en lo social-político. Muchos miembros del grupo, familia, equipo o de la oficina, se autocalifican conservadoras o progresistas. Unos miembros exaltan lo antiguo y los valores tradiciones: son los conservadores. Y otros, los que defienden lo nuevo, son los progresistas que adoptan criterios opuestos. Tanto unos como otros pueden enfrentarse hasta con respuestas fanáticas o fundamentalistas en lo político o en lo religioso. Progreso y tradición, izquierdas y derechas alteran la paz de muchas comunidades.
Con más detalles: de una parte están los radicalizados por lo antiguo, obsesionados por el ayer que a toda costa quieren imponer al mundo de hoy como praxis política. Magnifican lo que se forjó en la tradición y desprecian, o no valoran debidamente, lo que surge en el hoy; vuelven continuamente su mirada hacia atrás con el deseo de mantener todo el pasado político o religioso como solución para el presente. Reciben los calificativos de “fachas”, gente de derechas.
Y en lado opuesto están los de mentalidad progresista, que son los radicalizados por lo nuevo en materia sociopolítica, defensores a ultranza de las doctrinas e iniciativas modernas, nuevas o progresistas. Su actitud está bajo el sello del extremismo que llega al fanatismo motivado por el progreso o la tradición. Rasgo propio es la exaltación de las nuevas mediaciones religiosas y el rechazo de las antiguas o tradicionales. Son acusados como unos comunistas o “gente de izquierda”.
¿Cuál será la normativa más elementa para una convivencia pacífica? Que todos dialoguen con respeto, sin agresividad y sin pretender absolutizar la opción preferida. Aunque lo mejor sería evitar la confrontación.