¿A qué aspiramos en la vida ¿Qué nos motiva en la vidas?
Después de los muchos artículos sobre los valores expondré la última sección de la primera parte de Ser y vivir hoy con los interrogantes sobre metas y motivaciones. Desde una perspectiva o desde otra, nos fijamos en las metas. Cada persona pretende su realización personal; si es miembro de una comunidad, aspira a una vida digna para los demás; como cristiano coherente deseará colaborar con Cristo en la instauración del reino de Dios en comunión con la Iglesia. En cuanto a las motivaciones me parecen más decisivas el amor, el ideal de vida, la opción fundamental, la fe en Dios y la esperanza para vivir en el más allá. La unión con Dios es para muchos la gran motivación y la meta suprema.
Los valores, fuente de aspiraciones y motivaciones.Cuando rechazamos un valor, automáticamente sale del círculo de nuestras aspiraciones y deseos. Será valor para otros pero no está en “nuestro ordenador”. Cuando aceptamos un valor, entra a formar parte del grupo de nuestros objetivos y tareas como uno más: es una “carpeta” con mayor o menor cantidad de archivos. Pero cuando amamos un valor de manera preferencial, lo colocamos “el primero entre los favoritos”; lo situamos en el centro de nuestra existencia como fuente de metas, ilusiones y esperanzas. Es la carpeta que más utilizamos, la que nos orienta a la hora de valorar cualquier archivo. Gracias al valor de sus contenidos, la vida tiene sentido; los esfuerzos y sacrificios quedan justificados.
Con brevedad: los valores aceptados y amados son la fuente de la que surgen las metas y las esperanzas que dan sentido a la vida y la fuerza para superar dificultades. Por el contrario, la persona carente de un valor fundamental amado está incapacitada para responder al qué y para qué de la vida. Es un individuo desmotivado, sin metas ni esperanzas, sin amor y sin respuestas ante los interrogantes ¿por qué hacer esfuerzos? o ¿para que sacrificarse por los demás?
1º La realización personal y ser feliz Es un hecho universal: los seres humanos tienen como objetivo alcanzar toda o parte de la felicidad, quieren ser felices. Y la expresión más concreta de la felicidad se manifiesta en la realización personal, en el desarrollo de las facultades y aspiraciones. Ahora bien, ¿es admisible toda realización personal? ¿Cuándo podemos calificar de egoísta o de auténtica la tarea de la autorrealización? Porque, puede darse una realización de tipo “narcisista” y por lo tanto dominada por el egoísmo o bien puede darse la realización aceptable del “hombre para los demás”.
2º El bienestar de la comunidad donde se vive Los miembros de la comunidad familiar aspiran y exigen que todos los que están unidos por la sangre tengan los medios necesarios para una digna existencia. Y, coherentes, siempre lucharán para que su familia disfrute de lo mejor.
En la dimensión social, el ciudadano responsable no queda indiferente ante el bienestar de su entorno político de ciudad, región o nación. Y, coherente, prestará su colaboración para que sean efectivos los derechos humanos que configuran el rostro del mundo mejor. Por lo tanto, habrá que rechazar el egoísmo de la realización personal o del bienestar de la propia familia o de la región olvidando el interés general del pueblo o Nación donde se vive.
3º El reino de Dios y la misión de la Iglesia
Quien opta por Jesucristo se compromete a vivir de modo coherente las exigencias de su fe; comparte con Cristo su gran meta: la gloria de Dios y la salvación de los hombres. En concreto, tiene como meta colaborar en el Reino-reinado de Dios predicado por Cristo mediante su conversión, la conducta en espíritu y en verdad, la fidelidad al Espíritu, el amor al Padre y a los hermanos, la esperanza escatológica, la práctica del respeto, la sinceridad, la libertad responsable, la paz etc.
Por su parte, la fe coherente del católico tiene como meta la misión de la Iglesia en la cual está implicado. Todos los miembros de la comunidad eclesial son corresponsables en las tareas de evangelización, santificación, culto y gobierno. De hecho, aunque el porcentaje sea menor respecto a los indiferentes, existen seglares que viven en comunión con la Iglesia, son motivados por la Palabra y por el magisterio eclesiástico La misión de la Iglesia es insertada en su vida como gran esperanza en la que están comprometidos.
4º La relación con Dios
Fuera y dentro del cristianismo, son innumerables los creyentes que tienen como meta y esperanza la relación con Dios. Unos, los místicos, aspiran a la intimidad profunda con el Señor; otros se conforman con la unión ocasional que les brinda el culto litúrgico o la religiosidad popular. Todos, tienen en la fe y en el amor a Dios la fuente de donde brota la luz que ilumina sus vidas y la energía para llevar con paciencia los sufrimientos.
No es una ilusión vivir en amistad con Dios sino una meta fundamentada en los testimonio del Antiguo testamento, de Jesucristo sobre todo y de muchos cristianos. El precepto del amor es practicado de manera ordinaria por el cristiano pero tiene su expresión máxima en la intimidad con Dios
La unión con Dios puede vivirse como precepto por todo fiel cristiano, “amarás al Señor tu Dios.”; como una relación amistosa: “ya no os llamo siervos sino amigos”; o bien como el valor preferencial, (fundamental y amado) del cristiano radicalizado, entusiasta y coherente con su relación con el Tú absoluto. Son los que afirman y testimonian:”mi Dios y mi todo”.
5º La salvación en el más allá de la muerte
El mundo de la posmodernidad ha superado el tradicional miedo por el infierno y la motivación de salvarse, de entrar en el cielo después de la muerte. La escatología no forma parte de sus esperanzas. Muchos descartan la salvación como meta y motivación para sus vidas. Hay que reconocer que para tantos y tantos bautizados posmodernos no existe “ni el temor a condenarse ni el interés por salvarse o por alcanzar el cielo” . ¿Razón? Porque su infierno y su cielo están solamente en la tierra. Carecen de esperanza.
Sin embargo el creyente confiesa su fe en la vida eterna y en los otros misterios posteriores a la muerte. Sí, la salvación es una meta, la última, a la que aspira y una esperanza que da sentido a su vida.
Los valores, fuente de aspiraciones y motivaciones.Cuando rechazamos un valor, automáticamente sale del círculo de nuestras aspiraciones y deseos. Será valor para otros pero no está en “nuestro ordenador”. Cuando aceptamos un valor, entra a formar parte del grupo de nuestros objetivos y tareas como uno más: es una “carpeta” con mayor o menor cantidad de archivos. Pero cuando amamos un valor de manera preferencial, lo colocamos “el primero entre los favoritos”; lo situamos en el centro de nuestra existencia como fuente de metas, ilusiones y esperanzas. Es la carpeta que más utilizamos, la que nos orienta a la hora de valorar cualquier archivo. Gracias al valor de sus contenidos, la vida tiene sentido; los esfuerzos y sacrificios quedan justificados.
Con brevedad: los valores aceptados y amados son la fuente de la que surgen las metas y las esperanzas que dan sentido a la vida y la fuerza para superar dificultades. Por el contrario, la persona carente de un valor fundamental amado está incapacitada para responder al qué y para qué de la vida. Es un individuo desmotivado, sin metas ni esperanzas, sin amor y sin respuestas ante los interrogantes ¿por qué hacer esfuerzos? o ¿para que sacrificarse por los demás?
1º La realización personal y ser feliz Es un hecho universal: los seres humanos tienen como objetivo alcanzar toda o parte de la felicidad, quieren ser felices. Y la expresión más concreta de la felicidad se manifiesta en la realización personal, en el desarrollo de las facultades y aspiraciones. Ahora bien, ¿es admisible toda realización personal? ¿Cuándo podemos calificar de egoísta o de auténtica la tarea de la autorrealización? Porque, puede darse una realización de tipo “narcisista” y por lo tanto dominada por el egoísmo o bien puede darse la realización aceptable del “hombre para los demás”.
2º El bienestar de la comunidad donde se vive Los miembros de la comunidad familiar aspiran y exigen que todos los que están unidos por la sangre tengan los medios necesarios para una digna existencia. Y, coherentes, siempre lucharán para que su familia disfrute de lo mejor.
En la dimensión social, el ciudadano responsable no queda indiferente ante el bienestar de su entorno político de ciudad, región o nación. Y, coherente, prestará su colaboración para que sean efectivos los derechos humanos que configuran el rostro del mundo mejor. Por lo tanto, habrá que rechazar el egoísmo de la realización personal o del bienestar de la propia familia o de la región olvidando el interés general del pueblo o Nación donde se vive.
3º El reino de Dios y la misión de la Iglesia
Quien opta por Jesucristo se compromete a vivir de modo coherente las exigencias de su fe; comparte con Cristo su gran meta: la gloria de Dios y la salvación de los hombres. En concreto, tiene como meta colaborar en el Reino-reinado de Dios predicado por Cristo mediante su conversión, la conducta en espíritu y en verdad, la fidelidad al Espíritu, el amor al Padre y a los hermanos, la esperanza escatológica, la práctica del respeto, la sinceridad, la libertad responsable, la paz etc.
Por su parte, la fe coherente del católico tiene como meta la misión de la Iglesia en la cual está implicado. Todos los miembros de la comunidad eclesial son corresponsables en las tareas de evangelización, santificación, culto y gobierno. De hecho, aunque el porcentaje sea menor respecto a los indiferentes, existen seglares que viven en comunión con la Iglesia, son motivados por la Palabra y por el magisterio eclesiástico La misión de la Iglesia es insertada en su vida como gran esperanza en la que están comprometidos.
4º La relación con Dios
Fuera y dentro del cristianismo, son innumerables los creyentes que tienen como meta y esperanza la relación con Dios. Unos, los místicos, aspiran a la intimidad profunda con el Señor; otros se conforman con la unión ocasional que les brinda el culto litúrgico o la religiosidad popular. Todos, tienen en la fe y en el amor a Dios la fuente de donde brota la luz que ilumina sus vidas y la energía para llevar con paciencia los sufrimientos.
No es una ilusión vivir en amistad con Dios sino una meta fundamentada en los testimonio del Antiguo testamento, de Jesucristo sobre todo y de muchos cristianos. El precepto del amor es practicado de manera ordinaria por el cristiano pero tiene su expresión máxima en la intimidad con Dios
La unión con Dios puede vivirse como precepto por todo fiel cristiano, “amarás al Señor tu Dios.”; como una relación amistosa: “ya no os llamo siervos sino amigos”; o bien como el valor preferencial, (fundamental y amado) del cristiano radicalizado, entusiasta y coherente con su relación con el Tú absoluto. Son los que afirman y testimonian:”mi Dios y mi todo”.
5º La salvación en el más allá de la muerte
El mundo de la posmodernidad ha superado el tradicional miedo por el infierno y la motivación de salvarse, de entrar en el cielo después de la muerte. La escatología no forma parte de sus esperanzas. Muchos descartan la salvación como meta y motivación para sus vidas. Hay que reconocer que para tantos y tantos bautizados posmodernos no existe “ni el temor a condenarse ni el interés por salvarse o por alcanzar el cielo” . ¿Razón? Porque su infierno y su cielo están solamente en la tierra. Carecen de esperanza.
Sin embargo el creyente confiesa su fe en la vida eterna y en los otros misterios posteriores a la muerte. Sí, la salvación es una meta, la última, a la que aspira y una esperanza que da sentido a su vida.