¿Cuántos conflictos del mundo acosan a la familia?

Innumerables, porque en el ámbito familiar repercuten cuanto sucede en la aldea global, lo bueno y lo malo. La familia está como bombardeada. A manera de respuesta, unas cuantas fotografías presentarán conflictos en diversas áreas: la personal con la realización frustrada; la social con la injusticia y el hambre; la trascendente con una religiosidad en crisis; la cristiana con el Reino de Dios acosado por el hedonismo; la eclesial con la crítica y el abandono; y la escatológica con la duda de un creyente sobre el más allá.

Paro y realización personal
Foto: una “cola” con algunos de los 5 millones y pico de parados españoles en busca de trabajo.
Tensión entre el derecho a realizarse y la oposición, la escasez de puestos de trabajo por los competidores y por otros muchos obstáculos.
La realización personal se centra en el desarrollo de las facultades, en la consecución de las metas propuestas y en el amor interpersonal. La autenticidad de esta realización depende externamente del disfrute de los derechos humanos que garanticen una vida digna para toda la familia.
Pocas personas no consiguen sus objetivos de trabajo porque les faltó preparación y oportunidades. O bien, porque otros competidores se adelantaron y triunfaron. Algunos por méritos propios pero otros por una competencia desleal. El individuo y su familia sufrieron la derrota. En el tema de los parados habrá que denunciar muchas causas socio-políticas antes que las personales. La casa paterna para los jóvenes casados y parados es siempre el refugio seguro. Pero también fuente de otras tensiones intra-familiares.

Injusticia mundial-hambre
Foto: una madre en África abraza a su hijo muerto por desnutrición.
Tensión entre los defensores del humanismo y los corruptos con poder.
No faltan los comprometidos por conseguir un mundo mejor, unas estructuras y relaciones humanas, pero se ven impotentes, atrapados por las estructuras injustas, la corrupción de los dirigentes y las manipulaciones políticas.
El rostro humanizado del mundo se manifiesta con la verdad expresada en una vida digna para las personas, la justicia social aplicada con fidelidad a los derechos humanos, la libertad política ejercida con igualdad de oportunidad para todos, la paz, fruto de la justicia y expresión de la caridad; y la fraternidad que aspire al amor entre todos y excluya toda clase de egoísmos.
Pero es palpable la injusticia en la desigualdad afrentosa que existe entre clases sociales, naciones y continentes. Injusticia en el trato desigual que las naciones más favorecidas dispensan a personas, clases sociales o pueblos subdesarrollados. Y predomina la respuesta de quien “mira para otro lado”. Y siempre, la “ética del egoísmo” tanto en personas como en grupos y comunidades nacionales e internacionales.

Religiosidad-indiferencia
Foto: musulmanes rezando de rodillas en la calle de una ciudad europea.
Tensión entre el ambiente religioso de la familia y la “calle” dominada por la indiferencia, por los criterios mundanos, secularistas, y las respuestas paganas. Existe una latente tensión en países tradicionalmente cristianos que ven cómo crece el porcentaje de fieles de otras religiones o de sectas extranjeras sobre los bautizados en la fe católica.
El europeo actual padece la crisis de la trascendencia como raíz profunda; vive como sordo y un tanto miope; está enfermo su sentimiento religioso y ha contraído el virus de la indiferencia religiosa.
Es comprensible que el creyente sincero sienta el acoso de un ambiente cultural adverso que rompe con la trascendencia, exalta al hombre y afirma que vive feliz sin Dios. La opción por Dios, común a todo creyente, es la religiosa. Su vivencia está desarrollada por la religiosidad y, más en concreto, por las exigencias de los tres primeros mandamientos del Decálogo.

Reino de Dios-hedonismo
Foto: una familia cristiana reza los Laudes pero un hijo drogadicto no asiste.
Tensión entre la sublimidad del proyecto de Jesús y la “difícil-posibilidad” de vivirlo en el ambiente hedonista del mundo actual.
El cristiano adulto acepta el proyecto fascinante de Jesús que consiste en la salvación integral del hombre en el contexto de un mundo más humano. Y para ello exhorta afín de que Dios “reine” en cada persona y en las instituciones humanas con manifestaciones de verdad-sinceridad, justicia-respeto, paz-tolerancia, libertad sin esclavitudes, y amor universal con preferencia los pobres, sin excluir a los enemigos.
Pero el mismo cristiano bien formado palpa múltiples dificultades. Por una parte, el subjetivismo de la ética de situación con los criterios relativistas y la plena autonomía para la conciencia y la libertad con los frutos hedonistas en materia de sexo, alcohol y droga. Y por otra parte, el secularismo que contempla desfasada, no actualizada, la fe católica con sus ritos y con su moral. Y reforzando al subjetivismo y al secularismo, la falta de fe en la cultura posmoderna que desplaza a Dios de la vida pública y relega a la intimidad las prácticas religiosas "oficiales". Cada vez se habla más de la presencia de la masonería en la política. Por lo menos es de lamentar cómo el laicismo influye y aunque no sea beligerante presiona para relegar la fe al ámbito individual.
¿Qué respuesta dar al proyecto y a las dificultades? Vivir según el testimonio y doctrina de Cristo, asumido como opción fundamental ante Dios con la alabanza y ante el prójimo con el servicio desinteresado.

Iglesia: críticas y abandono
Foto:católicos que interrumpen una misa protestando contra el MagisterioTensión entre católicos coherentes y los críticos que abandonan la Iglesia.
Cristianos en la infancia, paganos en la edad adulta, y algunos, católicos practicantes en la última etapa de la vida. He ahí el triste panorama del cristianismo europeo. Desde una perspectiva histórico-sociológica, la Iglesia aparece como un valor controvertido porque son pocos los católicos coherentes y muchos los que se apartan de la práctica religiosa o la critican sin compromiso o viven con una fe débil, “light”. Y es controvertida también por los conflictos y desafíos entre conservadores y progresistas, entre la autoridad del magisterio y la libertad de las personas que exigen un rostro nuevo para una Iglesia nueva.
Ante esta situación, el católico coherente vive “su ser y su vivir” en comunión eclesial, posee el orgullo de su condición cristiana, está preocupado por la problemática eclesial y colabora en los desafíos y tareas de toda la comunidad eclesial. Aunque no pasen del 20 %, existen cristianos que viven la fe de modo coherente en la Iglesia católica. Son los que cultivan la “mística” del seguidor de Jesús, orgullosos de su identidad cristiana, los que aceptan el camino del Evangelio con los recursos espirituales, individuales y comunitarios-litúrgicos.

Ante el más allá: dudas del creyente.
Foto: un católico moribundo preguntando: y después ¿qué? Esperanza: tierra-cielo.
Tensión entre la intensa caridad y las dudas sobre la esperanza en el cielo.
Algunos cristianos que son practicantes, piadosos y caritativos, tienen serias dudas a la hora de aceptar la esperanza, una vida con Dios después de la muerte. Confiesan con angustia: les convencen más las razones humanas para vivir en este mundo y no las del “otro” mundo, las escatológicas.
No se puede olvidar que el cielo o vida eterna es parte del Credo aunque sea un misterio cuestionado por muchos, fuera y dentro del cristianismo. No solamente por los que niegan cualquier vida después de la muerte y de los creyentes ocasionales que adoptan una respuesta escéptica ante el más allá, sino por muchos cristianos que están firmes en la fe, en la caridad y en la confianza, los que son creyentes y practicantes pero faltos de esperanza, incoherentes a la hora de sentirse peregrinos hacia el encuentro con Dios.
Urge unir a la fe y a la caridad, la esperanza que asegura al cristiano una vida inmortal con victoria sobre la muerte. Se trata de la vida eterna porque el tiempo histórico será superado; una vida plena con la resurrección futura siguiendo a Cristo resucitado y vida escatológica en el cielo que seguirá a la vida en la fase temporal, en la tierra. Por la virtud de la esperanza el bautizado, junto a toda la comunidad cristiana, camina hacia el encuentro definitivo con Dios y la venida de Cristo, apoyado en su gracia y misericordia y para consumar el plan de salvación.
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