¿Qué desafíos afronta la humanización del mundo?

Que nuestro mundo humanizado sea hogar-familia para sus moradores, es el primero de los grandes desafíos que incluye una serie indefinida de criterios, leyes y respuestas por parte de los dirigentes políticos y de una gran mayoría de los ciudadanos. Afrontar un objetivo tan inmenso es una osadía. Únicamente pretendo exponer unos cuantos criterios expuestos en el blog Ser y vivir hoy, concretando el punto de partida, cómo se encuentra el mundo actual, la meta de llegada con el cumplimiento de los derechos humanos, y uno de los caminos a seguir con Jesús y el reino-reinado de Dios.

Punto de partida: el mundo de hoy
Podemos imaginar al mundo actual como un tren alocado por la crisis, cambio o transformación acelerada y profunda que afecta a los criterios, estructuras, las instituciones y personas. También como una torre de babel por la confusión ideológica debido a la mezcla de ideas diferentes y opuestas que bombardean a la aldea global. O si quieren, la humanidad actual viene a ser como un “tsunamis” por la revolución en las costumbres, en los valores de la libertad y de la conciencia exaltadas y que se manifiestan en el subjetivismo y relativismo. En plan religioso, los moradores de esta tierra representan al hijo pródigo, hombre endiosado que se aleja de Dios y con un retorno ambiguo. Muchas personas posmodernas reflejan la actitud escéptica ante la verdad; se sienten como árbitros de toda conducta moral, agarradas a lo provisional y fugaz, desconfiadas ante los granes interrogantes, confundidas a la hora de encontrar un sentido a la vida. Han perdido valores fundamentales pero ellos, sí, se contemplan como autosuficientes y dueños de su futuro.

En cuanto a los criterios
En el siglo XXI se acentúan las ideologías descritas en la Fides et Ratio del Beato Juan Pablo II (1998). Cada vez con más influjo predominan:
-el nihilismo que niega toda verdad objetiva y toda esperanza y rechaza todo fundamento a la vez que niega toda verdad objetiva (FeR 90);
-el relativismo y el subjetivismo que relativizan la verdad, exaltan el dictamen de la propia conciencia y renuncian al conocimiento objetivamente verdadero (FeR 82);
-la ética individualista y el pragmatismo con la negación a toda reflexión fundamentada en principios éticos (FeR 97a). Y con la repercusión en la vida democrática, pues la admisibilidad o no de un determinado comportamiento -y hasta de la misma fe- se decide con el voto de la mayoría parlamentaria (FeR 89 y 97a);
-el fideísmo y el cientificismo que solamente admiten el conocimiento propio de las ciencias positivas y consideran como fruto de la imaginación cuanto se refiere a la ética y a la religión. (FeR 88a y 88b).
Como ideologías socio-políticas, pero con múltiples variantes y mezclas, destacan:
-el liberalismo capitalista que fundamenta su sistema en una visión materialista del hombre y polariza su atención en la perspectiva individualista. Contempla al hombre en función de la eficacia económica
-y el colectivismo marxista, fundamentado en el humanismo ateo marxista. Conduce como el capitalismo a una idolatría de la riqueza, pero en su forma colectiva. Es clave un régimen totalitario sin posibilidad de crítica. Concentra el poder en un grupo con sistemas de represión dictatorial; llega a la idolatría del partido y de sus jefes, a la imposición de sus dogmas, al dominio de las conciencias mediante la educación.

La meta: derechos humanos respetados y aplicados
Aunque parezca una utopía, sostengo que la meta de un mundo humanizado se alcanza con el respeto a los derechos del hombre mediante el cumplimiento de los deberes sociales por parte de la comunidad y de cada persona en particular.
Todos estamos llamados como protagonistas de una comunidad humanizada a testimoniar cuanto se refiere a la verdad, la justicia, la libertad, la paz y la vida. A todos conviene la lectura de la Declaración universal de derechos humanos proclamada por la Asamblea General de las Naciones Unidas (1948). Como ciudadanos, la interiorización de la Constitución que rija en la nación respectiva. Y como cristianos, acudamos a la lectura de los documentos de la Iglesia sobre el tema, entre lo cuales destaca la doctrina del Vaticano II con la Constitución Pastoral Gaudium et spes, las encíclicas de los Papas y la de otros documentos. Recientemente, la encíclica de Benedicto XVI, Caritas in veritate, La caridad en la verdad (2009).

Los derechos humanos, condiciones para un mundo humanizado
Toda persona y todo grupo humano tienen derecho a:
-la igualdad, a no ser discriminado injustamente por nada (DU 2, 3, 7; GS 29);
-la buena fama, reputación o imagen ante los demás (PT 12);
-ser respetada como tal persona y al reconocimiento de su personalidad jurídica (DU 3, 7; PT 12; GS 29);
-la intimidad sin injerencias arbitrarias (DU 12); .
-ser considerada inocente mientras no se pruebe su culpabilidad (DU 11). A no ser arbitrariamente detenida, presa o desterrada (DU 9). Y al recurso de los tribunales contra quien viole sus derechos (DU 8).
Y en el área socioeconómica, (justicia social), se reafirma que todo grupo humano tiene derecho a:
-la propiedad, privada y colectiva, de los bienes, pero con una limitación (hipoteca) social (DU 17; PT 21-22; GS 69 y 63-72);
-al trabajo en buenas condiciones, con salario equitativo y satisfactorio para sí y para su familia (DU 23; PT 18 al 20' GS 67);
-a los hijos: poder tenerlos y poder mantenerlos y educarlos (PT17; GS47s);
-al descanso, al tiempo libre y a las vacaciones pagadas (DU 24);
-a una vida digna, a un nivel digno para sí y para la familia, con los debidos seguros (DU 25; PT 11).
-a la libertad religiosa “Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión; este derecho incluye la libertad de cambiar de religión o de creencia, así como la libertad de manifestar su religión o su creencia, individual y colectivamente, tanto en público como en privado, por la enseñanza, la práctica, el culto y la observancia” (DU 18).
¿Basta con los derechos humanos enumerados? No. Para humanizar el mundo es preciso como clave, la solidaridad, fruto de la justicia, de la paz y del amor.

El gran camino: Jesús con el reino de Dios
Para alcanzar la meta de un mundo humanizado, innumerables caminos se proponen. El cristiano cuenta con el testimonio de Jesús y con su doctrina sobre el Reino-reinado de Dios.
Los valores del Reino exigen que la humanidad se rija por los criterios de Jesús sobre la verdad, la justicia, la libertad, la paz y el amor en toda dimensión. Así mismo, piden que su protagonista sea el hombre sincero, justo, libre, en paz, defensor de la vida y que procura vivir en amistad con Dios y con los hombres. Con estos presupuestos, si el hombre viviera conforme al reino de Dios predicado por Jesús, muchos de los problemas tendrían solución, la humanidad caminaría con paso seguro a la meta de un mundo humanizado.

El testimonio de Jesús, definitiva motivación
Desde la perspectiva humana, Jesús suscitó la admiración porque poseyó una personalidad excepcional y predicó una auténtica revolución con su proyecto del Reino de Dios. En su vida destacó junto al amor y la fidelidad a Dios Padre, el testimonio de una conducta, honrada, coherente, justa. Junto al amor, Jesús propugnó un cambio profundo, revolucionario, cuando defendió la dignidad, la justicia y la libertad de la persona frente al legalismo tradicional. Con la predicación del Reino de Dios, el Maestro y Profeta fundamentó, amplió y enriqueció la dignidad del hombre. Y a todos, el Redentor reveló horizontes insospechados: Él traía y concedía la vida eterna. Y entregó su vida para que todos pudiéramos alcanzar la vida eterna.

La mística del Reino de Dios, camino para la humanización del mundo
¿Por qué? Porque está integrada por valores, respuestas individuales y relaciones interpersonales que enriquecen los derechos humanos. Los valores y las respuestas giran en torno a Cristo que personifica la verdad, la justicia, la libertad, la vida, la paz y el amor. Como complemento, las relaciones más significativas rigen la conducta de las personas mediante la sinceridad, el mutuo respeto, la responsabilidad, la defensa de la vida, la promoción de la paz y el amor dado y recibido. Es decir, que según sea la intensidad de las relaciones interpersonales, (la plenitud total o parcial), así será la colaboración en el reino de Dios que integran la mística de la Buena nueva del Reino.

El compromiso del cristiano
Los misterios de la fe engrandecen las dimensiones antropológicas de un mundo humano, humanizado. Y el cristiano encuentra en la parcela de su mundo un campo donde ejercitar su apostolado: él debe llenar con el espíritu cristiano el pensamiento y las costumbres, las leyes y las estructuras de la comunidad en que vive (AA 13; PP 81). En unión con otros hombres de buena voluntad, debe “promover cuanto hay de verdadero, de justo, de santo, de amable” (AA 13 y cita de Flp 4,8). También es consciente de que donde no existe la práctica de la justicia, el culto a Dios es un insulto y una ceguera.
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