Jorge tuvo ELA.

Jorge era un joven normal de Albera, que trabajaba e iba a fiestas, hasta que un buen día, con veintitantos años, empezó a sentir extraños síntomas de coordinación en su cuerpo y fue diagnosticado de ELA. Entonces se conocía poco de la enfermedad, sólo que era grave, degenerativa y se decía que no tenía cura.



Una tarde, cuando aún intentaba hacer vida normal en la calle, se cayó al suelo mientras andaba y a duras penas pudo arrastrarse hasta un escalón. Unas mujeres que pasaban y no lo sabían, le recriminaron y se burlaron por que estuviera borracho. Jorge no lo pudo sufrir y lloró desconsolado durante mucho rato en el escalón.

Desde entonces, sus salidas se redujeron y tuvo que dejar de trabajar. Con los años se fue resignando a su nueva situación. Se le veía por las tardes, tomando el sol a la puerta de su modesta casa, en una calle a las afueras del pueblo, mientras los jóvenes de su edad pasaban con coches a divertirse en la discoteca o en pueblos vecinos.

Sor Consuelo le visitaba con frecuencia, le llevaba golosinas y le hacía compañía; hablaba con los padres, les preguntaba por las esperanzas de la enfermedad.

Un día, a Jorge ya no se le vio en la calle tomando el sol, mientras la vida seguía, los jóvenes continuaban trabajando y divirtiéndose los fines de semana.

Con el tiempo, casi nadie recordaba su rostro ni su nombre. Pero sor Consuelo sí que se acordaba y rezaba por él, allá donde estuviera.
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