La perspectiva Nevski y el Papa Francisco



Recientemente he leído “La perspectiva Nevski”, el breve cuento del ucraniano Nicolai Gogol, amigo íntimo del fundador de la literatura rusa moderna Alexander Pushkin. Una delicia literaria de un autor que me era desconocido.

Ello me ha llevado a redactar estas líneas que fueron descritas por un amigo, en un primer esbozo, con el refrán atribuido a Fray Pedro de Córdoba: “espulgar perros y predicar a frailes es trabajo en balde”, aunque también sugirió la famosa frase de S. Pablo de que hay que “insistir a tiempo y a destiempo...”. En fin, en eso estamos…

Nevski, arteria mítica de San Petersburgo, es el lugar donde las gentes se exhiben impregnados de conveniencia, acicalados de mentiras y engordados con grandes suspiros; es el lugar donde los perfumes no dejan transpirar la piel y donde la etiqueta asoma siempre por fuera pero que, postrera y paradójicamente, se trasparenta al caer la noche manifestándose en unas soflamas más que elocuentes: “¡Todo es engaño! ¡Todo es ensueño! ¡Todo es otra cosa de lo que parece! (...). En todo momento miente la perspectiva Nevski; pero miente sobre todo cuando la noche la abraza con su masa espesa, separando las pálidas y desvaídas paredes de las casas, cuando toda la ciudad se hace trueno y resplandor, y minadas de carruajes pasan por los puentes, gritan los postillones saltando sobre los caballos y el mismo demonio enciende las lámparas con el único objeto de mostrarlo todo bajo un falso aspecto”.

En paralelo al maestro Gogol, el papa Francisco en una reciente homilía en la misa matutina en Santa Marta, dedicó gran parte de la misma a la figura de Judas: “La oveja perdida más perfecta del Evangelio es Judas: un hombre que siempre, siempre tenía algo de amargura en el corazón, algo que criticar a los demás, siempre distanciado. No conocía la dulzura de la gratuidad de vivir con los demás. Y siempre, escapaba. Escapaba porque era ladrón, siempre por ese lado. Otros son lujuriosos, otros...

Pero siempre escapan porque tienen esa oscuridad en el corazón que los separa del rebaño. Es la doble vida, esa doble vida de muchos cristianos, también, con dolor lo digo: de muchos que son sacerdotes, obispos...”.

Esa doble vida, no del insatisfecho o perdido que busca y no encuentra, sino del felón de aliento putrefacto y mirada torva del que pudiera hablar Francisco y que también se manifiesta en los andares curvos y desleales en “La perspectiva Nevski”, son la señal o indicación de la gran hipocresía y de la simulación de muchos que se autodefinen cristianos y que imparten carnés de catolicidad al resto de los mortales; es la muestra patente de la falta de verdaderas raíces que se hundan en una tierra que era fértil hasta que la deforestaron con sus propias manos; son como el agua estancada que con su baba obstruye los poros de la piel. Son felones que se adecuan, en público, a una religión, pero se han alejado del Evangelio.

Francisco y la perspectiva Nevski son un aviso, un clamor contra aquellos que confundiendo su propia estima con la misericordia se protegen señalando a los demás; los que manifiestan una sola cara de un corazón partido al que visten con la levita de los festivos. Aquellos que se arropan con lonas ennegrecidas de una nueva religiosidad que propaga el pensamiento débil y el buenismo, y que fueron paridos añejos, siempre conservadores incluso fundamentalistas para que les transmitan seguridad. Pero su seguridad pretende ser límite a la libertad de otros.

En ningún caso es para los que, estando señalados y condenados por los biempensantes por ser fieles a sí mismos, nada tienen que ocultar de su miseria que ven como una oportunidad para mejorar.



Como dice Francisco: “Es la doble vida, esa doble vida de muchos cristianos (…) de muchos que son sacerdotes, obispos...”, a los que invita, nos invita a todos, con ocasión de la festividad de la Tota Pulchra, a reconsiderar y cuidar de la belleza que sanará tantas heridas del alma y del corazón del hombre de nuestro tiempo, porque la belleza lleva una chispa de esperanza allí donde las personas parecen rendirse a la indiferencia y a la maldad.

8 de diciembre: Festividad de la Inmaculada Concepción

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