El profesorado de religión y la mentira profesionalizada
Estas líneas no pretenden ser más que una reflexión de quien se encuentra dentro del colectivo de profesores de religión, por lo que no debe ser visto sino como la expresión de la libertad de su mismo nombre. En definitiva se trata de buscar respuestas a una sola pregunta que se sustenta en la Justicia, entendida como “constante y perpetua voluntad de dar a cada uno su derecho”, porque la Justicia es ética, equidad y honestidad.
La pregunta que pulula en un aire enrarecido, y que se ha encostrado en la piel, y a la que antes de que supure hay que diagnosticar, para pronosticar e iniciar el tratamiento adecuado es: ¿Por qué el profesorado de religión ha votado a algunos sindicatos bufones, cerrando el paso al crecimiento de opciones evidentemente mucho más preparadas, serias y decentes? Podrían ser varias las causas.
El sindicalismo, como la democracia, se ha configurado alrededor de conseguir una opinión pública favorable o, si es el caso, de crear esa opinión pública a través, no de acciones concretas, sino de “cuerpos intermedios” que vienen domesticando a esos sindicatos, y que actúan como verdaderos grupos de presión, en los que existe, salvando las consabidas excepciones, un nivel medio intelectual y moral tan bajo como su mismo entorno. Esta podría ser una causa, pero probablemente la más profunda está enraizada en el estancamiento embrutecido del mismo colectivo de profesores de religión, en lo que llamaba Julián Marías “la mentira profesionalizada”, aunque éste se refería a la llamada verdad histórica:
“En personas y grupos ha adquirido la mentira un carácter que se podría llamar “profesional”. La historia es objeto preferente de esa operación, lo que (...) encierra quizá los peligros más graves que nos amenazan”.
Este es un colectivo en el que predomina un ignorante desprecio por los valores que deberían sustentar, un infinito miedo a la libertad, dulcificando sus contradicciones con soflamas, guitarras y eslóganes aprendidos como mantras, en un devaneo adúltero desgajado de la verdad, falseando su propios intereses en un afán por lo inmediato y efímero, pero que intuyen más seguro, por lo que tienden a reposar sus trémulas carnes en la indignidad, sin criterio alguno, cayendo en infantilismos que les predisponen a cualquier demagogia.
Está tan arraigada la docilidad y la pleitesía hacia aquellos “cuerpos intermedios” o grupos de presión que, como contraposición, ellos se tornan y manifiestan prepotentes ante sus iguales, desarmados de toda decente vergüenza y ensombrecidos en sus contradicciones más vitales. Incapaces de criterios propios en su ámbito profesional, acrisolan y subliman las palabras y lo denominan como Providencia.
Si la esencia del sindicalismo radica en la defensa de los intereses de clase de los obreros en el plano laboral, buscando mejorar las condiciones de los trabajadores dentro de la organización social existente, esto es, defender sus intereses económicos, políticos y sociales, es evidente que los hay que cumplen fielmente su cometido y otros que funcionan como apéndices del poder e incluso como oposición a los trabajadores.
Es recurrente la manida e hipotética unión de los sindicatos para conseguir esos intereses, sin tener en cuenta que no todos comparten ni los mismos intereses concretos - no una simple idea abstracta de bien y mejora - ni siquiera participan del adecuado ejercicio de medios para conseguirlo, sino que al estilo de Rey Midas cuanto menos dan más se enriquecen en moneda sin curso legal. Más simple: unos trabajan y otros se aprovechan del trabajo ajeno, como sanguijuelas, siendo éste su objetivo estructural y su catadura moral.
Muchos de ellos sonríen, llevan la bolsa de la compra a los ancianos, ayudan a cruzar las calles a los invidentes y cantan villancicos que entonan grandilocuentemente, es decir, son como niñas y niños buenos que revolotean entre niños y niñas buenas, en agridulce sintonía pero que jamás conseguirán sonar como una melodía sinfónica.
A pesar de todo ello, tenemos un envite con ellos y por ellos, por lo que seguiremos defendiendo, en la medida de lo posible, mejoras en la orquesta pero también en la música y en la letra. Paso página.