Lavatorio de pies para todos



Guillermo Gazanini Espinoza / 21 de enero.- No era extraño ver a mujeres y niños en el lavatorio de pies del Jueves Santo. Quienes participamos en comunidades distintas, testimoniamos los esfuerzos para representar dignamente a los apóstoles quienes serían lavados por el celebrante. Ataviados con túnicas, simulaban las ropas de los seguidores de Cristo en el Cenáculo, hombres y mujeres – desde niños hasta ancianos- rodeaban el altar como si concelebraran la institución de la Eucaristía y del mandamiento máximo. Otras comunidades no preparan a sus actores, sencillamente están dispuestos uno o varios lugares para escoger a quienes puedan ser servidos a través de ese rito. Los aspectos pueden ser diversos. Habrá padrecitos muy higiénicos que no quieren besar los de los adultos y conformarse con los pies más sanos de bebés o niños pequeñitos, encargar el rito al diácono o tomar parejo, sin importar edad y condición, en una demostración más profunda de la universalidad del mandamiento del amor.

Ahora nos llega el decreto que ordena una reforma confirmada por la costumbre. Y se advierte que no todos están muy contentos con esto, particularmente aquellos que blanden la espada como ortodoxos y puros defensores de las rúbricas, atacando al Papa Francisco y tratando de sabotear, en la comodidad del mullido sofá frente a la laptop o en la oficina a través de la agilidad de los pulgares en el móvil, con reunir firmas para evitar “el atentado contra la tradición de la Iglesia” porque se abre la puerta al relativismo litúrgico y se están dando concesiones inauditas para apoyar ideologías de género que, de ninguna forma, el Papa Francisco pretende soportar con estos cambios en los ritos del Jueves Santo.


¿Qué se reformó?
De acuerdo con una Carta del Papa al Cardenal Robert Sarah, prefecto de la Congregación para la Disciplina de los Sacramentos, fechada el 20 de diciembre pasado, Francisco ponderó la reforma de la rúbrica sobre la elección de varones para el lavatorio de los pies a fin de que ya no sólo sean “hombres o muchachos”. Explica en uno de los párrafos: 'Después de una atenta ponderación he llegado a la deliberación de aportar un cambio en las rúbricas del Misal Romano. Dispongo por lo tanto que se modifique la rúbrica en la que las personas elegidas para el lavatorio de los pies deban ser hombres o muchachos, de manera que, a partir de ahora, los Pastores de la Iglesia puedan elegir a los participantes en el rito entre todos los miembros del Pueblo de Dios. Se recomienda, además, que a los elegidos se les dé una explicación adecuada del rito'. El fondo de esta reforma, explica el mismo Papa, tiende a expresar plenamente el significado del gesto efectuado por Jesús en el Cenáculo, su entrega 'hasta el final' por la salvación del mundo, su caridad sin límites.

El decreto del 6 de enero de la Congregación para la Disciplina de los Sacramentos hecho público este día, estimó oportuna las consideraciones del Santo Padre a fin de reformar las rúbricas y orientar una disposición distinta a la que se contenía en el Misal Romano de Paulo VI. De esta forma, el decreto dispone que: ''Los elegidos entre el Pueblo de Dios son acompañados por los ministros de modo que los pastores puedan elegir a un grupo de fieles que represente la variedad y la unidad de cada porción del pueblo de Dios. Ese grupo puede estar formado por hombres y mujeres y, convenientemente, por jóvenes y ancianos, sanos y enfermos, clérigos, consagrados, laicos”. Tanto la Carta papal como el decreto de la Congregación afirman que los fieles deben ser preparados por una instrucción adecuada “para que participen en el rito responsable, activa y fructuosamente”.

¿Cuál era el estado de cosas hasta antes de este decreto? Si somos observadores, las rúbricas del misal de Paulo VI atienden a la reforma hecha por Pío XII para la restauración de la Semana Santa a través del Decreto Maxima Redemptionis Nostra Mysteria del 30 de noviembre de 1955. La Instrucción del mencionado decreto aconseja el lavatorio de pies de acuerdo al “bien pastoral” de las comunidades, por lo que de esta lectura, bien podía ser realizado o no. Pío XII introdujo en la misa del Jueves Santo un rito que venía a ser supletorio en la celebración eucarística del triduo sacro. El rito de lavatorio debería servir para comprender mejor el precepto de la caridad cristiana como lo fue en los principios: “Les doy un mandamiento nuevo…”. En pocas palabras, tenía una intención pedagógica.

La Constitución Apostólica sobre el Misal Romano del 3 de abril de 1969 abunda sobre la esencia de las reformas del Papa Pacelli al considerar que: “Pío XII inició esta obra de revisión con la restauración de la Vigilia Pascual y de la Semana Santa que constituyeron el primer paso de la adaptación del Misal Romano al modo de ser de la mentalidad contemporánea”.

Conclusión
La innovación de la rúbrica viene a perfeccionar lo que prevalecía en la costumbre. Quienes se rasgan las vestiduras tienen una visión sesgada y parcial de un rito que no es lo principal en la celebración del Jueves Santo. El núcleo de la celebración es la cena pascual que se ilumina con el gesto del Señor Jesucristo, Maestro, que se hace siervo lavando los pies, celebración de servicio, de humildad, de humillación para que todos podamos imitar este mismo gesto en la vida ordinaria.

La lectura parcial de la reforma del Papa Francisco conlleva un rechazo que no está justificado. No abre las puertas a las feministas, ni opera en favor de las ideologías de equidad y género y mucho menos está traicionando el patrimonio litúrgico ni demuestra que el Papa desea “sacerdotisas”; las rúbricas disponen el orden pertinente, pulcro y adecuado para la celebración de los sacramentos, de la liturgia y del misterio de Cristo que no puede ser reformado por Papa alguno. Francisco no abrió la posibilidad al relativismo ni a la comodidad a gusto caprichoso de los celebrantes; más bien, como Pío XII, dispone en la liturgia de la Iglesia de la mutabilidad de la norma y el desarrollo progresivo de instrucciones que celebran el misterio pascual, distintas al patrimonio de la fe y la tradición que la Iglesia recibe como depositaria.
Y lavar los pies en Jueves Santo a cualquier persona, sea hombre o mujer, laico o consagrado, no altera el gran mandamiento dado por Cristo a sus discípulos esa noche: "Mandatum novum do vobis: Ut diligatis invicem, sicut dilexi vos…"
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