La exposición Fratelli Tutti presenta una mesa redonda desde la cultura y la espiritualidad Rafael Díaz Salazar: Aportes culturales y espirituales de la Fratelli Tutti para una ciudadanía global.

Rafael Díaz Salazar: Aportes culturales y espirituales de la Fratelli Tutti para una ciudadanía global.
Rafael Díaz Salazar: Aportes culturales y espirituales de la Fratelli Tutti para una ciudadanía global.

¿Seremos capaces los cristianos de tomar el programa de esta encíclica y contagiar en nuestros entornos, desde nuestras acciones cotidianas, esta cultura, esta forma de vivir de Jesús, el buen samaritano?

Contracultural porque nos enseña a mirar y ver la realidad de nuestro mundo desde la primacía de los últimos y las últimas; que no son pobres, insistía Rafa, sino “empobrecidos”, por un sistema económico, el nuestro capitalista, que explota, descarta y mata personas.

Contracultural porque nos invita a un amor más allá de la geografía y del espacio, sin fronteras, capaz de hacernos hermanos del extraño o caído en el camino, como lo hizo el buen samaritano. 

Nuestro lugar por excelencia tiene que estar en la calle, allí donde el sufrimiento de las personas eleve su grito al cielo

La espiritualidad del buen samaritano es una espiritualidad del corazón, ese tercer ojo de la tradición hinduista, el único capaz de acercarnos al que sufre con entrañas, con misericordia.

“Los verdaderos avances históricos en la humanidad, se abonan con fracasos”

Ayer domingo cerrábamos en la parroquia San Francisco Javier  del barrio de la Ventilla en Madrid, la exposición de la encíclica Fratelli Tutti y lo hacíamos de la mano de Rafael Díaz Salazar, profesor de sociología de la Universidad Complutense de Madrid. En su ponencia nos estuvo ayudando a descubrir los aportes a la cultura y a la espiritualidad que podemos extraer de la Fratelli Tutti para una ciudadanía global. 

Un modo de ser contracultural

No cabe duda, nos decía, que la propuesta de Fratelli Tutti, tanto en la Iglesia como en nuestro mundo, está condenada a ser un documento que lentamente vaya dinamizando un modo de ser ciudadano y cristiano contracultural. 
Contracultural porque nos enseña a mirar y ver la realidad de nuestro mundo desde la primacía de los últimos y las últimas; que no son pobres, insistía Rafa, sino “empobrecidos”, por un sistema económico, el nuestro capitalista, que explota, descarta y mata personas.

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Contracultural porque nos hace ver con sentido crítico el absoluto de nuestro mundo capitalista: la propiedad, poniéndola por debajo del común destino de todos los bienes. Y esto es algo que se le atraganta a nuestro mundo y a nuestra iglesia. Quién puede tomarse en serio eso que dice el Papa de que "cada país es asimismo del extranjero, en cuanto los bienes de un territorio no deben ser negados a una persona necesitada que provenga de otro lugar” (FT 124).
Contracultural porque nos invita a un amor más allá de la geografía y del espacio, sin fronteras, capaz de hacernos hermanos del extraño o caído en el camino, como lo hizo el buen samaritano.
Contracultural porque nos invita a practicar un amor o caridad política, “y esto en la iglesia suena mal” precisaba Rafa, por la crítica que supone a todos nuestros programas asistenciales. Y es que reducir nuestra praxis de la caridad al ámbito asistencial, dice el Papa, convierte “a los pobres en seres domesticados e inofensivos” (FT 187).

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Una espiritualidad samaritana

No menos provocativo resultaba ver lo aportes espirituales que la encíclica del papa nos deja. Si la espiritualidad es “el centro”, “el principio y fundamento” de nuestra praxis, ya seamos ateos, agnósticos o cristianos, nos recordaba Rafa, el texto del buen samaritano que el Papa elige, sitúa “el encuentro sacramental con Jesús fuera de los lugares donde se imparten sacramentos”. Y esto nos descoloca a los cristianos, porque entonces nuestro lugar por excelencia tiene que estar en la calle, allí donde el sufrimiento de las personas eleve su grito al cielo. 
Una segunda característica de esta espiritualidad es que tiene que ser una espiritualidad de acción, que se aproxime y “aprojime”, no del cercano y conocido, sino del extraño y alejado… como lo hizo el buen samaritano…

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Finamente Rafa nos hablaba de como la espiritualidad del buen samaritano es una espiritualidad del corazón, ese tercer ojo de la tradición hinduista, el único capaz de acercarnos al que sufre con entrañas, con misericordia. 
¿Seremos capaces los cristianos de tomar el programa de esta encíclica y contagiar en nuestros entornos, desde nuestras acciones cotidianas, esta cultura, esta forma de vivir de Jesús, el buen samaritano? A eso nos invitaba y retaba Rafa, no sin advertirnos desde su larga experiencia y militancia cristiana, que “los verdaderos avances históricos en la humanidad, se abonan con fracasos”. 
Seve Lázaro, sj

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