Esta España mía, esta España nuestra paradógica.

En Salamanca, entre la neblina de hoy, ya se vislumbran las decoraciones navideñas que se encenderán muy pronto para las fechas navideñas.
Acaba de empezar el Adviento pero en los centros comerciales ya es Navidad. Después del deleznable Halloween que nos ha llenado recientemente de muerte y calabazas la vida para enriquecer a los Trump de ocasión, ahora nos ha venido el "BLack Friday" para que tiremos de la tarjeta de crédito sin medida (los que la tengan) y los españoles entramos al trapo como corderitos, en una colonización yanqui, que me resulta despreciable. El Viernes negro se ha instalado ya en todas las ciudades españolas como si fuera parte de nuestro patrimonio cultural y tradicional más valioso. Parece que nueve de cada diez consumidores ha comprado algo en este día, muchas veces sin necesitarlo, sólo porque creía que estaba a buen precio. Consumismo puro y duro. En este viernes, curiosamente, ha muerto Fidel Castro, el anticapitalista por excelencia.
Esta vieja España católica, de Belenes y pandereta, se está convirtiendo en un lugar donde lo religioso pierde peso cada día, no sólo por las circunstancias de los tiempos sino porque hay una solapada persecución y discriminación de todo lo Católico (no de lo religioso, el Islam acampa sin dificultades y levanta mezquitas por doquier) que nos llevará a una situación imprevista y, a mi entender, lamentable. La fe cristiana ha sido uno de los revulsivos más importantes de lo que ha sido nuestra cultura y nuestra tradición cristiana, y esto es evidente hasta para los más anticatólicos.
Cada día hay más problemas para que los símbolos religiosos ocupen lugares públicos, como si fueran una atentado contra los no creyentes, pero no hay dificultad para que otros símbolos ajenos a nuestra cultura se prodiguen sin dificultad alguna: Se multa el toque de campanas pero no los ruidos insoportables de los botellones nocturnos en plena noche, las ofensas constantes a los sentimiento religiosos católicos quedan impunes: Pintadas ofensivas contra la fe en las aulas universitarias, robo y exposiciones "artísticas" con hostias consagradas con el apoyo de instituciones públicas, como la de Navarra, ausencia de Belenes y proliferación de árboles nórdicos ajenos a nuestra tradición, reinas magas en lugar de magos como dice la Escritura, saltándose una tradición de siglos que va contra los documentos bíblicos de los primeros siglos de nuestra época, sólo por cuestiones políticas y así una serie de actuaciones que nos lleva a plantearnos: ¿Qué está pasando en la España del siglo XXI que se empeña en deformar su pasado más valioso en aras de una modernidad absurda y politizada? ¿Estamos asistiendo a una persecución solapada y programada desde distintos ámbitos del poder político contra la fe? ¿Vamos a permanecer indiferentes los católicos ante todo este movimiento sutil que nos rodea? ¿Estamos adormecidos?
¿Vamos a dejar que nos sigan caricaturizando en algunos medios de comunicación como santurrones del pasado, anticientíficos, hipócritas, pasados de moda, inquisitoriales, pederastas…?
¡Porque hay que ver lo que se dice en los medios y en las paredes de los cristianos de una manera injusta y generalizada!
Nuestra España es cada día más paradójica. Pero si se empeña en romper las raíces cristianas, en aras de una malentendida modernidad progresista, (¡Ay! ¡La palabra mágica!), que han configurado lo mejor de ella, después se lamentará de ser una nación venida a menos, sin valores, sin esperanza, sin atractivo…y si no ¡Al tiempo!
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