Pelotazo urbanístico en Mallorca del obispado a costa de las monjas Jerónimas. (En cinco capítulos)
Capítulo 1. Precedentes
La historia se repite. Tengo buenos amigos por toda España; es una suerte inmensa disfrutar de la amistad. Y mi condición de presidente de Confer, hace ya algunos años, me puso en contacto con muchas realidades felices y lamentables de la vida consagrada española. Una de estas realidades penosas es comprobar cómo muchas consagradas, sobre todo contemplativas, se ven acorraladas por los propios obispados para que cedan sus derechos sobre sus monasterios, o sean trasladadas, cuando la comunidad se ve reducida y de edad avanzada a otros monasterios, y que la propiedad del viejo convento desde siglos pase a formar parte de los bienes de la diócesis. Esto no parece mal en virtud de que no se pierdan los bienes eclesiásticos, siempre y cuando, las religiosas estén de acuerdo, como dueñas legítimas que son de sus monasterios seculares.
Pero cuando las religiosas no están de acuerdo con estás maniobras y se sienten presionadas y hasta “obligadas” ya no parece que sea la actitud más adecuada por un obispado que tiene como una misión encomendada, cuidar y defender a las consagradas contemplativas, que no tienen quien las defienda. Esto es lo que ha sucedió en el obispado de Mallorca con las monjas Jerónimas y su hermoso e inmenso monasterio. Nueve mil metros cuadrados construidos, en tres pisos, con vistas al mar. Un goloso pelotazo económico que el obispado no quiere dejar pasar
Las monjas podían pertenecer a Confer y sería esta institución su defensora, con su comisión jurídica creada para estos casos, pero ya se cuidaron los obispos en su día, no sé por qué “motivos espirituales”, de que las contemplativas no pertenecieran a Confer, aunque algunas de ellas lo deseaban, sabedoras de las ventajas que eso puede tener para ellas, sobre todo en lo que se refiere a su formación. Depender de ellos significa poder controlarlas mejor, tristemente.
(Mañana: Capítulo 2: El pelotazo eclesiástico en Mallorca)
La historia se repite. Tengo buenos amigos por toda España; es una suerte inmensa disfrutar de la amistad. Y mi condición de presidente de Confer, hace ya algunos años, me puso en contacto con muchas realidades felices y lamentables de la vida consagrada española. Una de estas realidades penosas es comprobar cómo muchas consagradas, sobre todo contemplativas, se ven acorraladas por los propios obispados para que cedan sus derechos sobre sus monasterios, o sean trasladadas, cuando la comunidad se ve reducida y de edad avanzada a otros monasterios, y que la propiedad del viejo convento desde siglos pase a formar parte de los bienes de la diócesis. Esto no parece mal en virtud de que no se pierdan los bienes eclesiásticos, siempre y cuando, las religiosas estén de acuerdo, como dueñas legítimas que son de sus monasterios seculares.
Pero cuando las religiosas no están de acuerdo con estás maniobras y se sienten presionadas y hasta “obligadas” ya no parece que sea la actitud más adecuada por un obispado que tiene como una misión encomendada, cuidar y defender a las consagradas contemplativas, que no tienen quien las defienda. Esto es lo que ha sucedió en el obispado de Mallorca con las monjas Jerónimas y su hermoso e inmenso monasterio. Nueve mil metros cuadrados construidos, en tres pisos, con vistas al mar. Un goloso pelotazo económico que el obispado no quiere dejar pasar
Las monjas podían pertenecer a Confer y sería esta institución su defensora, con su comisión jurídica creada para estos casos, pero ya se cuidaron los obispos en su día, no sé por qué “motivos espirituales”, de que las contemplativas no pertenecieran a Confer, aunque algunas de ellas lo deseaban, sabedoras de las ventajas que eso puede tener para ellas, sobre todo en lo que se refiere a su formación. Depender de ellos significa poder controlarlas mejor, tristemente.
(Mañana: Capítulo 2: El pelotazo eclesiástico en Mallorca)