¡ San Fidel Castro, ruega por nosotros!
Ahora resulta que Fidel Castro ha sido un santo, aunque no esté canonizado: Ayudó a los pobres, libró al pueblo cubano de una dictadura, fue capaz de sostener la presión norteamericana, no se sometió al empuje del capital... ¡Un santo, vaya! Recuerdo cuando una representación de las Damas de Blanco visitaron la Basílica Hispanoamericana de la Merced, en Madrid, donde yo era párroco, y pude oír todo lo que ellas me contaron, testigos de la tiranía que Fidel ejercía sobre los cubanos, disidentes o no, hasta mantenerlos como niños pequeños sometidos a su autoridad.
Papá Fidel determinaba como había que decir las noticias, cómo tenían que vestir los jóvenes...nada en la isla se hacía sin el visto bueno del comandante. Un militar trasnochado, refugiado en una ideas antediluvianas de las que se alimentaba constantemente e imponía a todo su pueblo cono si fueran palabras sagradas. Ellas me contaron cómo había ido transformando muchas escuelas de la isla en cárceles para encerrar a los disidentes que crecían por doquier, hartos ya de tanta persecución y control. Los presos políticos y de conciencia han sufrido una persecución terrible, de cárcel, controles, torturas... Hasta en las iglesias había un espía para ver si en la homilía, el cura decía algo que no conjugara con la revolución del dictador trasnochado. Eso, allí donde quedara algún cura que no hubiera sido expulsado después de robarles y expropiarles hasta los botones de la sotana.
En Madrid conocí a una familia exiliada de Cuba que fue expulsada sólo porque tenía una pequeña granja. Esta familia soñaba con su vuelta a Cuba pero han fallecido antes de poder realizar su sueño. Y así muchos cubanos exiliados, que tuvieron que vivir una situación vergonzante cuando fueron expulsados de Cuba por capricho del dictador. Uno de los médicos neurocirujanos, de gran valía, que me operó, es también cubano y cuando le pregunté, antes de la muerte de Fidel, si pensaba volver a Cuba, me respondió categóricamente: "No, mientras esté allí ese dictador, enemigo de la libertad. No estoy dispuesto a sufrir registros, interrogatorios y atropellos por visitar mi propia tierra"
Y así podrían multiplicarse testimonios de cubanos que fueron expulsados de Cuba sólo por no comulgar con las ideas del comandante en jefe; entre otros, mis hermanos mercedarios que fueron expulsados de Cuba y tuvieron que salir con lo puesto por orden caprichosa del dictador. Aún se conserva como testimonio de la presencia mercedaria la vieja y hermosa iglesia de la Merced en la Habana.
Pero ahora, uno se pone a leer los periódicos y parece que la humanidad ha perdido a un líder de gran valor referencial. La humanidad ha perdido a un héroe. No, no, ha perdido a un tirano, de los muchos que aún quedan, enemigo de las libertades, amigo de su propio yo, narcisista que hablaba interminablemente para escucharse a sí mismo, torturador y perseguidor de los que no pensaban como él. La humanidad, y Cuba, han dado, con su muerte un paso adelante en la conquista de la justicia y la libertad. ¿Para qué queremos liberadores que nos liberen de los tiranos para ocupar ellos mismo su lugar?
El paso del tiempo colocará a Fidel Castro en el lugar que le corresponde: en el panteón de los tiranos más crueles y despiadados de los tiempos modernos, aunque algunos, para mi sorpresa, ahora se empeñen en canonizarlo. Conmigo que no cuenten como testigo.
Papá Fidel determinaba como había que decir las noticias, cómo tenían que vestir los jóvenes...nada en la isla se hacía sin el visto bueno del comandante. Un militar trasnochado, refugiado en una ideas antediluvianas de las que se alimentaba constantemente e imponía a todo su pueblo cono si fueran palabras sagradas. Ellas me contaron cómo había ido transformando muchas escuelas de la isla en cárceles para encerrar a los disidentes que crecían por doquier, hartos ya de tanta persecución y control. Los presos políticos y de conciencia han sufrido una persecución terrible, de cárcel, controles, torturas... Hasta en las iglesias había un espía para ver si en la homilía, el cura decía algo que no conjugara con la revolución del dictador trasnochado. Eso, allí donde quedara algún cura que no hubiera sido expulsado después de robarles y expropiarles hasta los botones de la sotana.
En Madrid conocí a una familia exiliada de Cuba que fue expulsada sólo porque tenía una pequeña granja. Esta familia soñaba con su vuelta a Cuba pero han fallecido antes de poder realizar su sueño. Y así muchos cubanos exiliados, que tuvieron que vivir una situación vergonzante cuando fueron expulsados de Cuba por capricho del dictador. Uno de los médicos neurocirujanos, de gran valía, que me operó, es también cubano y cuando le pregunté, antes de la muerte de Fidel, si pensaba volver a Cuba, me respondió categóricamente: "No, mientras esté allí ese dictador, enemigo de la libertad. No estoy dispuesto a sufrir registros, interrogatorios y atropellos por visitar mi propia tierra"
Y así podrían multiplicarse testimonios de cubanos que fueron expulsados de Cuba sólo por no comulgar con las ideas del comandante en jefe; entre otros, mis hermanos mercedarios que fueron expulsados de Cuba y tuvieron que salir con lo puesto por orden caprichosa del dictador. Aún se conserva como testimonio de la presencia mercedaria la vieja y hermosa iglesia de la Merced en la Habana.
Pero ahora, uno se pone a leer los periódicos y parece que la humanidad ha perdido a un líder de gran valor referencial. La humanidad ha perdido a un héroe. No, no, ha perdido a un tirano, de los muchos que aún quedan, enemigo de las libertades, amigo de su propio yo, narcisista que hablaba interminablemente para escucharse a sí mismo, torturador y perseguidor de los que no pensaban como él. La humanidad, y Cuba, han dado, con su muerte un paso adelante en la conquista de la justicia y la libertad. ¿Para qué queremos liberadores que nos liberen de los tiranos para ocupar ellos mismo su lugar?
El paso del tiempo colocará a Fidel Castro en el lugar que le corresponde: en el panteón de los tiranos más crueles y despiadados de los tiempos modernos, aunque algunos, para mi sorpresa, ahora se empeñen en canonizarlo. Conmigo que no cuenten como testigo.