Taltavull, administrador apostólico en Palma, de nuevo contra las jerónimas
He tenido la suerte de poder conocer personalmente, en los últimos tiempos, a las monjas jerónimas de Palma, que ahora se han reunido en Inca y de visitar sus dos conventos: el de Palma, en el centro de la ciudad, impresionante en su extensión y con vistas al mar y el de Inca, donde viven ahora las monjas jerónimas, con su priora, inteligente y viva, sor Teresa, y el resto de las hermanas, algunas mayores y otras enfermas, a quienes sor Teresa sirve y cuida como una madre, sin descuidar los trajines y horarios propios de un convento de jerónimas.
Como tengo muchos amigos entrañables en Palma de Mallorca, me envían enseguida todo lo que va saliendo en los periódicos sobre este tema que ya denuncié hace unos meses, aquí, en Religión Digital, cuando me enteré de que el obispado había inmatriculado el convento de las jerónimas de Palma a su favor, sin conocimiento de las monjas, contra lo que las monjas, a través de su abogada, han presentado recurso, y que provocó que me llamara personalmente el mismo Taltavull para pedirme explicaciones, que se las di.
Entonces me prometió que iba a “hablar con las partes implicadas en el tema para buscar una solución lo más evangélica posible”. Si es mentira lo que digo, que lo desmienta.
Pero lejos de dialogar y buscar una solución justa y evangélica como él me decía, ha reforzado sus ataques y coacciones verbales y escritas hacia las monjas para impedir que trasladen sus obras de arte de su convento de Palma, ahora vacío, a su convento de Inca, donde ya han preparado lugares adecuados – yo lo he visto personalmente- para que las obras de arte no se deterioren más y se conserven en condiciones ambientales idóneas, con la aprobación de técnicos restauradores , los permisos legales oportunos y el visto bueno del Ministerio de Cultura, junto con el apoyo del presidente del Consell de las Baleares, Miquel Ensegnat. Él mismo tuvo la delicadeza de enseñarme el Palacio del Consell y de compartir conmigo una comida donde pude informarme de la situación de primera mano.
Ahora que se ha procedido al traslado de las obras, según ha publicado la prensa local, el obispado, Taltavull personalmente, ha enviado un burofax a las monjas, no a su abogada, que sería lo normal, para coaccionarlas y que no procedan al traslado.
-Que un obispo se preocupe de la vida consagrada de su diócesis –y más contemplativa- como el papa ha pedido a los obispos, con exigencia, para que no se pierda el tesoro de la vida consagrada en una diócesis porque pertenece a la identidad y santidad de la iglesia, es algo que cabe esperar.
-Que un obispado ignore a la vida consagrada de su diócesis, es algo a lo que estamos bastante acostumbrados. Podríamos hablar de decenas de casos muy interpelantes.
-Pero que un obispo o administrador apostólico, que para el caso es igual, coaccione a una comunidad de monjas contemplativas mayores y enfermas, para quitarles la libertad de hacer con sus bienes lo que crean conveniente, siempre que respeten la ley, como en este caso, es algo que nos preocupa y nos sobrecoge. Mucho más si hay detrás intereses que no son propiamente evangélicos, como se deduce sin grandes esfuerzos.
Si a esto añadimos que las jerónimos son una congregación de derecho pontificio, nos parece que el atrevimiento de Taltavull roza lo innombrable. En primer lugar porque no es nadie para mantener a nombre del obispado la inmatriculación que hizo su antecesor, Javier Salinas, de recuerdo poco grato en la diócesis por todo lo que he podido oír a muchos feligreses en el tiempo que he pasado en Palma de Mallorca, donde fui a presentar con PPC mi último libro “Nacer de Nuevo”.
En segundo lugar por esta actitud de frentismo constante contra las monjas jerónimas, que intentan vivir su consagración serenamente y sin ruidos, en el silencio de su vida contemplativa, y no hay manera de poder vivir en paz porque el obispado las quiere poner entre la espada y la pared continuamente. ¿Será tan difícil respetar sus monasterios, sus obras de arte y su autonomía según les confiere el derecho canónico? ¿Qué hay detrás de toda esta campaña contra las jerónimas? ¿Hay ya compromisos adquiridos – desde la inmatriculación ilegal- con su monasterio de Palma que impiden dar marcha atrás? Que nos lo aclaren y punto. Sólo es cuestión de transparencia. Y esto sí que es una cuestión evangélica.
Como tengo muchos amigos entrañables en Palma de Mallorca, me envían enseguida todo lo que va saliendo en los periódicos sobre este tema que ya denuncié hace unos meses, aquí, en Religión Digital, cuando me enteré de que el obispado había inmatriculado el convento de las jerónimas de Palma a su favor, sin conocimiento de las monjas, contra lo que las monjas, a través de su abogada, han presentado recurso, y que provocó que me llamara personalmente el mismo Taltavull para pedirme explicaciones, que se las di.
Entonces me prometió que iba a “hablar con las partes implicadas en el tema para buscar una solución lo más evangélica posible”. Si es mentira lo que digo, que lo desmienta.
Pero lejos de dialogar y buscar una solución justa y evangélica como él me decía, ha reforzado sus ataques y coacciones verbales y escritas hacia las monjas para impedir que trasladen sus obras de arte de su convento de Palma, ahora vacío, a su convento de Inca, donde ya han preparado lugares adecuados – yo lo he visto personalmente- para que las obras de arte no se deterioren más y se conserven en condiciones ambientales idóneas, con la aprobación de técnicos restauradores , los permisos legales oportunos y el visto bueno del Ministerio de Cultura, junto con el apoyo del presidente del Consell de las Baleares, Miquel Ensegnat. Él mismo tuvo la delicadeza de enseñarme el Palacio del Consell y de compartir conmigo una comida donde pude informarme de la situación de primera mano.
Ahora que se ha procedido al traslado de las obras, según ha publicado la prensa local, el obispado, Taltavull personalmente, ha enviado un burofax a las monjas, no a su abogada, que sería lo normal, para coaccionarlas y que no procedan al traslado.
-Que un obispo se preocupe de la vida consagrada de su diócesis –y más contemplativa- como el papa ha pedido a los obispos, con exigencia, para que no se pierda el tesoro de la vida consagrada en una diócesis porque pertenece a la identidad y santidad de la iglesia, es algo que cabe esperar.
-Que un obispado ignore a la vida consagrada de su diócesis, es algo a lo que estamos bastante acostumbrados. Podríamos hablar de decenas de casos muy interpelantes.
-Pero que un obispo o administrador apostólico, que para el caso es igual, coaccione a una comunidad de monjas contemplativas mayores y enfermas, para quitarles la libertad de hacer con sus bienes lo que crean conveniente, siempre que respeten la ley, como en este caso, es algo que nos preocupa y nos sobrecoge. Mucho más si hay detrás intereses que no son propiamente evangélicos, como se deduce sin grandes esfuerzos.
Si a esto añadimos que las jerónimos son una congregación de derecho pontificio, nos parece que el atrevimiento de Taltavull roza lo innombrable. En primer lugar porque no es nadie para mantener a nombre del obispado la inmatriculación que hizo su antecesor, Javier Salinas, de recuerdo poco grato en la diócesis por todo lo que he podido oír a muchos feligreses en el tiempo que he pasado en Palma de Mallorca, donde fui a presentar con PPC mi último libro “Nacer de Nuevo”.
En segundo lugar por esta actitud de frentismo constante contra las monjas jerónimas, que intentan vivir su consagración serenamente y sin ruidos, en el silencio de su vida contemplativa, y no hay manera de poder vivir en paz porque el obispado las quiere poner entre la espada y la pared continuamente. ¿Será tan difícil respetar sus monasterios, sus obras de arte y su autonomía según les confiere el derecho canónico? ¿Qué hay detrás de toda esta campaña contra las jerónimas? ¿Hay ya compromisos adquiridos – desde la inmatriculación ilegal- con su monasterio de Palma que impiden dar marcha atrás? Que nos lo aclaren y punto. Sólo es cuestión de transparencia. Y esto sí que es una cuestión evangélica.