Adventus, tesoro escondido (J. Chamorro); Dios verbo ya va de camino (X. Pikaza).
Dos libros de Adviento y Navidad. Libros gemelos y complementarios, de meditación personal. catequesis y liturgia. Para leer, sentir, escuchar y recrear, caminando con el Dios que viene (en él vivimos, nos movemos y somos) y dejando que él camine con nosotros, dándonos su mano y su aliento.
El primer libro es de J. Chamorro, colega, amigo, maestro de vida, caminante de montaña en Dios y con Dios, poeta. Nos ha dedicado el libro al P. F. Sánchez Alías ocso (cisterciense de la antigua observancia) y a un servidor. Algo habrá visto en mí, que no veo. Sea como fuere, gracias. Yo te dedico aquí mi libro.
| Xabier Pikaza
José Chamorro. “Adventus". El tesoro escondido”
La profundidad del Adviento. El autor nos invita a vivir el Adviento como un tiempo de espera y preparación interior. Chamorro García destaca la importancia de la apertura espiritual y la necesidad de dejar que la Navidad irrumpa en nuestro ser, transformándonos desde dentro. A través de sus escritos, nos anima a reconocer la presencia de Dios en nuestra vida cotidiana y a encontrar un sentido profundo en nuestras experiencias diarias.
Adviento y Navidad como transformación.
Adviento y Navidad,según Chamorro García, es un momento de renovación y cambio interior. El autor nos recuerda que el nacimiento de Jesús no es solo un evento histórico, sino una oportunidad para que cada uno de nosotros renazca espiritualmente. Sus meditaciones nos invitan a reflexionar sobre cómo podemos abrirnos al Misterio de Dios y permitir que su amor nos transforme.
Reflexiones y propuestas prácticas El libro incluye no solo meditaciones, sino también propuestas iconográficas y auditivas que enriquecen la experiencia del lector. Chamorro García introduce preguntas que nos ayudan a cuestionarnos desde dónde vivimos estos tiempos y cómo podemos hacer vida sus enseñanzas. Estas propuestas prácticas son una herramienta valiosa para profundizar en nuestra fe y vivir el Adviento y la Navidad de manera más consciente y significativa.
La obra (del prólogo de T. Radcliffe Este trabajo de Jose Chamorro, más espiritual que teológico, es una invitación a dejar que la Navidad irrumpa en nuestro interior como algo que, en la medida en que se va realizando, nos va transformando. A lo largo de estas meditaciones y artículos sobre el Adviento –porque antes de todo nacimiento nos encontramos siempre la espera– y la Navidad, el autor nos invita a la apertura necesaria para que el Misterio, que es Dios, nos sorprenda, al reconocimiento de la Vida en la vida, al reconocimiento de un sentido que nos hermana, nos acerca y nos hace reconocernos humanos.
Con la intención de que estos textos se puedan hacer vida en el lector, además de introducir una pregunta que nos ayude a cuestionarnos desde dónde vivimos estos tiempos, se incluyen también propuestas iconográficas y auditivas mediante un enlace con código QR.
Jose Chamorro (Linares, Jaén, 1981), columnista de Religión digital, es Diplomado en Magisterio por Educación Especial (Granada), Licenciado en Pedagogía (Salamanca), Grado en Ciencias Religiosas (Granada) y Postgrado en Psicoterapia Gestalt (UNED). Formado en Terapia Gestalt en EMTG (Madrid), en Psicoterapia Integrativa del Eneagrama por el Dr. Claudio Naranjo a través del Programa AT y como instructor de Yoga (Madrid). Autor de las obras “Las Estaciones del silencio” (2012, Ediciones Mensajero), “Perfilar lo Indecible” (2015, Círculo Rojo), “Claves para saborear la Vida” (2017, Editorial San Pablo), “Bajo azul que envuelve” (2019, El Ojo de Poe, edición bilingüe ítalo-española), “Apuntes de otra clase” (2021, Ediciones Mensajero) y “Despierta” (2023, San Pablo). Es, además, columnista del periódico regional JAÉN HOY, participa mediante un blog en RELIGIÓN DIGITAL y ha escrito diversos artículos sobre espiritualidad, educación y psicoterapia Gestalt. Actualmente trabaja como profesor de Filosofía y Pedagogía Terapéutica en Secundaria y Bachiller y acompaña procesos personales desde el enfoque de la filosofía sapiencial.
Gracias, José, por haberme dedicado al libro,
por haber venido con tus padres y tu compañero a traerme y traernos tu felicitación de adviento, tu persona. Con este libro nos visitas a todos, porque el libro verdadero eres tú, caminante de Adviento, como María, la madre de Jesús, llevando su adviento desde Nazaret a la Montaña de Judea.
Tu libro es tu persona, tus reflexiones, tus ejercicios de oración y espera, prologados por T. Radcliffe, una de las manos más expertas de la iglesia católica en este momento de caminos y pasos inciertos.
Esta es una obra para entrar en un mismo, dejarse iluminar por el Dios de Adviento, que siempre viene, siempre está, nunca se cansa de venir, volver, escuchar, dejarse querer e iluminar. Su argumento no es para contar y dejarlo a un lado, sino para dejar que él nos cuente, el Dios de adviento, a cada uno de nosotros. Gracias, José, voy aprendiendo contigo, con el Dios de cada uno, en Cristo, con todos nosotros.
Xabier Pikaza. Dios: Verbo Andante, Adveniente viene de camino… si le dais posada (para José Chamorro)
Presenté ayer la primera parte de este libro, compañero y continuador del libro Adventus de J. Chamorro. A él dedico esta segunda parte, que es como una simple “apostilla” de su libro, comentando una letrilla de Adviento de San Juan de la Cruz, que cantaba, representaba y meditaba Juan de la Cruz por los conventos de Andalucía (¡Úbeda!). No pudo seguir, allí murió de amor, en Úbeda. Allí le dio posada para siempre al Dios de adviento y Navidad:
- Del Verbo divino la Virgen preñada
- viene de camino: ¡Si le dais posada!
Éste es un villancico popular, que los frailes de Juan de la Cruz cantaban llevando en procesión a la virgen «preñada del Verbo» ante las habitaciones del convento de Granada o Segovia, iniciando así un diálogo cantado entre los tiempos de Adviento y Navidad, un diálogo que ofrece el más bello y más hondo camino de contemplación del misterio de la Navidad. En un plano, la virgen preñada es María, madre de Jesús. En otro plano es la humanidad entera, concebida como «virgen» porque lo que lleva en su seno proviene de Dios, como en «ave María» de Lc 1, 26-38.
Del Verbo Divino. Preñada está María del Verbo de Dios, como mujer/humanidad que acoge en su entraña el misterio, recibiendo la Palabra en su «mente» (prius in mente…) más que en vientre, apareciendo en el Adviento de Israel y de la humanidad como «portadora del Verbo», cantora y testigo de la encarnación que llena y enciende de vida el universo Ella «recibe y concibe» al Verbo Dios en su vientre, en sentido total, en su persona, en amor y palabra, en «gestación y fecundidad divina», es decir, humana en grado sumo, con José a su lado.
De esa forma, ella aparece como mujer concreta, siendo al mismo tiempo pueblo de Israel y humanidad entera, con José a su lado, fecundada por Dios, en la línea de la Mujer del Apocalipsis (Ap 12, 1-3), enriquecida por Dios como madre de la nueva humanidad, frente al que quiere destruirla.
Es Virgen «preñada del Verbo divino», es decir, de la Palabra de Dios, muestra la imagen donde su «vientre» de mujer, que aparece en varios salmos y en 2 Macabeos 7 como signo del «universo», fecundado de Dios. Ella no ha sido objeto de una posesión o violación, como suponen muchos mitos populares y cultos del antiguo oriente, donde Baal o Zeus copulan con mujeres a las que se imponen por su fuerza más animal que humana. En contra de todos los mitos de violación, conforme al relato de Lc 1, 26-38, Juan de la Cruz ha puesto de relieve en otros lugares paralelos la colaboración de María, «de cuyo consentimiento (sí a Dios) el misterio se hacía» (Romance de la Trinidad 8).
Según eso, la Virgen humanidad (María) está «preñada» del Verbo Divino, es decir, del Dios que es Palabra que sustenta, vivifica y pone en marcha la historia divina del mundo (Dios en el tiempo). Juan de la Cruz sabe (y así lo dice en su Romance de la Trinidad) que el “agente” de la preñez divina de la mujer/humanidad/Israel María es el Espíritu Santo (Dios Espíritu en la carne), y así decimos que ella ha concebido por obra del Espíritu Santo. Pero no está “preñada de Espíritu”, sino del Verbo Divino, es decir, del mismo Dios verbo que se hace carne entre los hombres, como ser humano, encarnación de Dios (Jn 1, 1-14).
El Verbo que habita en la entraña de Dios es el mismo “Dios Palabra” que habita (pone su tienda: eskênôsen), en la historia de los hombres, para conversar con nosotros. Este Verbo de Dios que habita (camina) como humano entre/con los hombres (en syn-hodos, sínodo) es Jesús de Nazaret, el Cristo, pero no en sentido, sino activo y misionero, como dice Jn 1, 1-14): Dios es verbo activo, no idea-logos, sino verbo-acción, comunicación que se expresa en la historia (espacio y tiempo) de los hombres, en el corazón del universo.
En un sentido extenso, todos los hombres y mujeres que escuchamos a Dios y le acogemos estamos «preñados del Verbo Dios», pero de un modo especial y único (=para todos) lo ha estado María, la Virgen Preñada por excelencia, portadora del Dios que es Palabra, que se concibe por la fe y se expande en el amor del camino compartido (syn-hodos) de la humanidad.
Ja Virgen preñada. Entendida así, la humanidad entera es mujer/virgen, que no concibe simplemente de la carne/sangre/deseo de varón, sino del mismo Dios (cf. Jn 1,12-13), que no ha creado la humanidad y la historia para dejarla fuera de sí mismo, en tinieblas y sombra de muerte, sino para encarnarse en ella, siendo de esa forma Dios en la carne de Jesucristo (es decir, conjunto de la humanidad y la historia).
En esa línea, asumiendo la mejor teología del Antiguo testamento y la experiencia y teología del Nuevo Testamento, con visión más honda de la iglesia posterior, Juan de la Cruz ha podido hablar de la humanidad (virgen) preñada de Dios. Está es una imagen y palabra (parábola) radical del cristianismo, que proviene de la promesa y esperanza del Antiguo Testamento: Una «virgen/doncella ha concebido y dará a luz…» (Is 7, 14; Mt 1, 23).
Entre judíos y cristianos, entre exegetas críticos y más tradicionales, se han dado disputas sobre el sentido original de «virgen», que en hebreo (Is 7, 14) se dice «alma» y no significa sin relaciones sexuales), sino joven mujer, capaz de amar y ser amada y de concebir, por obra de otros hombres y de Dios… Todos los creyentes de Adviento y Navidad somos “virgen/humanidad” preñada de Dios
Ciertamente, los traductores alejandrinos de los LXX han puesto en griego «parthenos» (virgen, en sentido más sexual…). Pero esa disputa entre alma (hebreo), parthenos (griego) y virgen, que en un plano sigue teniendo importancia filológica y antropológica. Pero, superando el primer nivel, la palabra Alma/Parthenos/Virgen llevarnos a destacar un dato esencial de la experiencia bíblica y del conjunto de la humanidad creyente: somos virgen amiga da Dios, como María, la madre de Dios, por Dios amada y fecundada.
En un primer momento, un tipo de judaísmo celoso de la «diferencia» de Dios (que está por encima de todo género y sexo humano) ha rechazado esa imagen y ha condenado (expulsado de Israel) a los devotos de la fecundidad divina del Dios y de la Diosa. Pero, pasado un tiempo, esa imagen ha vuelto a emerger como símbolo de fe, no como afirmación sexual de la revelación de Dios, en la conciencia de muchos judíos, yen especial entre los cristianos (como la emplea Juan de la Cruz):
- La Virgen preñada del “verbo divino” (de Dios) no es una diosa celeste, sino la misma humanidad, grávida de Dios… Esa Virgen es humanidad que va escuchando y recibiendo en su “seno” más hondo la voz de Dios, para así transformarse por ella y responderle. Esta virgen humanidad no está preñada por contacto sexual externo, sino por presencia radical del verbo/palabra, como ha puesto de relieva la madre de los siete macabeos en 2 Macabeos 7.
- Siendo la humanidad entera (varones y mujeres…), esa «virgen preñada» es, en concreto, con María de Nazaret, la madre histórica de Jesús. Esa figura nos sitúa por tanto ante el misterio eterno de Dios «encarnado» por María en la vida de los seres humanos, que no nacen de la carne/sangre, voluntad de varón, sino de Dios (cf. Jn 1,11-14).
La humanidad entera es «virgen preñada», que ha escuchado «el Verbo de Dios» y ha respondido con la palabra y camino de su vida. En esa línea, la palabra popular «preñada» (propia de una letrilla amorosa) aparece aquí en lugar del cultismo «pregnante» (mujer encinta). Esa palabra, que viene del (=nacer, ser nacido) indica la hondura de la concepción divina de Jesús, que es concebido y nace de la palabra/verbo de Dios, en una línea que en sentido profundo puede aplicarse a todos los seres humanos
Ella es María, la madre de Jesús siendo, al mismo tiempo la humanidad entera, que recibe en su entraña el «semen» de Dios, que es la siembra/simiente de humanidad divina en la iglesia y en cada uno de los auténticos «creyentes», que saben y sienten que el Verbo de Dios les fecunda y alumbra por ellos la carne de Dios en él.
Éste es un tema Juan de la Cruz ha desarrollado en Cántico B, 8, cuando afirma que las flechas del Amado nos hieren, de manera que por ellas “concebimos” al mismo Verbo de Dios nace en nosotros.
Viene de camino. En la historia «la Virgen preñada», pero, al mismo tiempo, con ella y por ella viene el Verbo Dios, de forma que podemos afirmar que el universo entero (historia de los hombres) es despliegue y camino del Verbo Divino, como de algún modo sabían los profetas de Israel, como ha proclamado de forma especial el evangelio de Juan, en el canto de la encarnación y nacimiento (Jn 1, 1-18).
Viene de camino en la historia concreta del mundo, con María, que va caminando, en el más alto “Maratón” de la historia, según el evangelio Lucas, corriendo, ella por todos, de Nazaret de Galilea hacia Belén de Judá. Viene como peregrina, en busca de tierra que le acoja, para dar a luz al niño, la Nueva humanidad, viene presurosa para acompañar a todos los que vamos de camino, buscando posada….
. Viene con José como emigrante y extranjera, que busca una patria para asentarse y dar a luz, como miles y millones de emigrantes de la actualidad, peregrinos de Dios en la tierra. En ella viene de camino el Verbo de Dios, haciéndose palabra humana, para así vivir, morir y resucitar con los peregrinos de la historia de Dios como he puesto de relieve en Teodicea (itinerario de los hombres a Dios) y en Trinidad (itinerario de Dios a los hombres (Salamanca 2012 y 2015).
Si le dais posada. Éste es el Adviento de Dios, no sólo un mes, cada año litúrgico, antes de Navidad, sino todo el tiempo de la historia hasta la llega del Reino de Dios, a quien llamamos diciendo «marana tha» (viene el señor, ven señor). El que viene de camino desde el principio de los siglos es el Verbo Dios, buscando “posada para encarnarse” y habitar entre nosotros. Éste es, al mismo tiempo el Adviento de la humanidad, condensada en María, caminando hacia Dios, es decir, escuchando su palabra y dejando que él (el Verbo de Dios) se encarne en su vida concreta.
Lo que a los hombres y mujeres se les pide es que den posada a Dios, dándose posada unos a otros, para que así se alumbre en nosotros el misterio del Verbo Divino. Esta posada de Dios forma parte del camino de la encarnación de Dios en la historia de los hombres.
Esta es la posada que hemos de ofrecernos también unos hombres a otros, unos pueblos a otros, en este momento de la humanidad caminante, cuya mayor tarea cristiana consiste quizá en acogerse mutuamente, conforme a la palabra esencial del juicio de Mt 25, 31, en el que Jesús nos pregunte: «Tenía hambre ¿me disteis comida? Buscaba reposo, posada (del latín reposo, pausare), me ¿me habéis acogido?»
Culminación. Este es el camino de Adviento de Dios que viene a los hombres… y de los hombres que caminan hacia Dios, en él, como dice San Pablo: en él vivimos, nos movemos (corremos, corremos) y somos, en su discurso de Atenas, Hech 17, 28. Así corremos no sólo hacia Dios, sino hacia todos los hombres y mujeres de la tierra a los que buscamos para celebrar con ellos la Navidad de Dios, nuestra Navidad.
El ser humano sólo existe de verdad (sobre el puto mundo, desbordando todas las posible inteligencias artificiales) como más alta IA, inteligencia de amor, en la medida en que se entrega o regala, compartiendo su misma realidad con otros humanos. Así podemos decir que es lo más frágil: no es una «cosa» objetiva, independiente de lo que sabe y realiza, sino presencia activa, esencia compartida.
Pero, siendo lo más frágil, el hombre es lo más fuerte, presencia en relación, de tal manera que se sabe y se encuentra (está presente en sí) porque le dan lo que tiene y él lo asume (se asume a sí misma) y lo comparte. Por eso, su esencia (que es pre-sencia) se encuentra vinculada a la presencia de todos los humanos que le hacen, haciéndole ser fuerte (con la fortaleza que proviene del mismo amor gratuito).
En esa línea quiero culminar mi argumento de adviento con la imagen más honda de la respiración, que está en el fondo de todas las religiones de oriente y occidente, empezando por el budismo, siguiendo por el judaísmo: Porque en Dios vivimos, es decir, respiramos y hablamos, besamos, nos amamos… Respiración de Dios somos, por su aliento vivimos, en su aliento somos y cantamos, y esperamos… Y si nos cansamos tomamos aire y volvemos a respirar más hondo y camina:
- el aspirar del aire,
- el canto de la dulce filomena,
- el soto y su donaire
- en la noche serena,
- con llama que consume y no da pena.
La vida del ser humano es un beso de Dios, aliento cósmico/divino, que sustenta y unifica a todos los vivientes. Ciertamente, han existido y existen otros signos de vida, que también se han vinculado o pueden vincularse a Dios: la tierra madre de la que nacemos, el agua que alimenta a plantas y animales, la sangre de las venas, las ondas del cerebro y las neuronas... Pero el más importante ha sido y sigue siendo, en un plano simbólico, el aliento de manera que morir se identifica con expirar (no respirar, no tomar ya más aire), mientras que vivir es aspirar el aire/espíritu de Dios.
Del Espíritu de Dios hemos nacido (Gen 2, 7), respirando en Dios hemos crecido, y así vivimos compartiendo su respiración, el aire de su Vida, que es amor que nos vincula y sostiene, sobre todas las restantes realidades del mundo, esperando la más honda respiración del beso de Dios en la Navidad eterna. En este contexto, San Juan de la Cruz, Jesucristo ha desarrollado la más honda teología del aliento de Dios, para indicar (como quizá nadie ha hecho en la teología cristiana) que los seres humanos viven dentro de esa misma respiración de Dios (que es el amor Padre/ Hijo), pues reciben, comparten y emiten el Espíritu de Dios, el aspirar el aire:
- El aspirar del aire es la comunicación del Espíritu Santo,el cual, a manera de aspirar, con aquella su aspiración divina,
- muy subidamente, levanta el alma y la informa y habilita
- para que ella aspire en Dios la misma aspiración de amor
- que el Padre aspira en el Hijo y el Hijo en el Padre, que es el mismo Espíritu Santo,
- que a ella (al alma) la aspira en el Padre y en el Hijo
- en la dicha transformación, para unirla consigo.
- Y ésta tal aspiración del Espíritu Santo en el alma
- con que Dios la transforma en sí,
- le es a ella de tan subido y delicado y profundo deleite
- que no hay que decirlo por lengua mortal...
- Porque el alma, unida y transformada en Dios,
- aspira en Dios a Dios la misma aspiración divina
- que Dios – estando ella en Él
- aspira en sí mismo a ella (Comentario Cántico 39, 3).
El «aspirar del aire» es la comunicación del Espíritu Santo, que vincula al Padre y al Hijo, en don mutuo de vida, que Jesús ha culminado (ha realizado plenamente) en su muerte y resurrección. Este respirar el aliento de Dios es la Navidad.
(Gracias José, por acompañarme hasta aquí. Gracias a todos y buen adviento, por acompañarnos a José Chamorro y a un servidor en este camino de Adviento-Navidad)