La familia, un lugar necesario de maduración
Tengo la dicha de contar aún con mis padres y con una familia numerosa, llena de jóvenes y de algunos niños aún. Y estoy disfrutando mucho de lo que significa tener una familia. Pienso en tanta gente sin familia o con familias muy desestructuradas y no puedo menos que sentir una inmensa tristeza. Haber nacido y crecido en una familia sana y normal, sin grandes posibilidades económicas, pero llena de amor y de cariño, es un pasaporte seguro a la felicidad o, al menos, a la normalidad. Yo he sido un niño muy feliz y creo que, en gran parte, soy feliz ahora por eso.
El mayor esfuerzo político que se debería hacer es cuidar y ayudar a las familias porque eso significará contar con ciudadanos felices y equilibrados. Nunca he entendió esas políticas que graban a las familias y no ayudan a promocionar la natalidad. Invertir en las familias es invertir en el futuro de la sociedad y prevenir muchos males que ahora sufre la sociedad y que nos cuestan muchos recursos Caminar ahora por una calle de la ciudad es contemplar cómo nuestra sociedad está envejecida sobremanera. ¿Quién mantendrá mañana las pensiones de tanta gente mayor si apenas hay jóvenes hoy que coticen a la caja común para poder repartir después? Mucho aborto gratuito y mucha píldora del día después y después una queja unánime: Nos estamos quedando sin niños. Tenemos que ser un poco coherentes.
La reciente noticia de la muerte de una adolescente de doce años por coma etílico muy cerca de Madrid, consecuencia de un “botellón”, es algo que no puede dejarnos indiferentes y tiene que cuestionarnos hacia dónde va esta sociedad sin valores que algunos tanto defienden como signo de “progreso” y libertad. Lo que hoy estamos sembrando lo vamos a recoger mañana o más bien ya estamos recogiendo lo que hace unos años los grupos auto determinados “progresistas” defendían para la sociedad: Mucha “movida” y poca religión.
La iglesia ha sido siempre una defensora incondicional de la familia, consciente de la importancia que ésta tiene para la sociedad y para la misma iglesia. Por eso su firmeza en la defensa del derecho a la vida, y a la vida no nacida, que algunos tienen por retrógada, pero que es, sin duda, una postura progresista y avanzada porque supone una inversión en futuro indudable y una respeto a los derechos humanos de los óvulos fecundados. No parece congruente que estén protegidos los huevos del búho real y estén sometidos a criterios arbitrarios los óvulos ya fecundados de los humanos.
Esta sociedad nuestra nos está acostumbrando a fumar lo infumable manipulándonos con hermosas palabras que esconden en sí mismas mucha ideología deshumanizadora: Libertad a decidir con mi cuerpo, interrupción voluntaria del embarazo, opciones progresistas…
Ya tenemos experiencias desgraciadas en nuestra historia de ideologías, disfrazadas de progresistas, que nos condujeron a holocaustos terribles. ¿Qué es lo progresista? Para mí es lo que conduce al crecimiento y dignidad de la persona y, por tanto, de la sociedad.
El mayor esfuerzo político que se debería hacer es cuidar y ayudar a las familias porque eso significará contar con ciudadanos felices y equilibrados. Nunca he entendió esas políticas que graban a las familias y no ayudan a promocionar la natalidad. Invertir en las familias es invertir en el futuro de la sociedad y prevenir muchos males que ahora sufre la sociedad y que nos cuestan muchos recursos Caminar ahora por una calle de la ciudad es contemplar cómo nuestra sociedad está envejecida sobremanera. ¿Quién mantendrá mañana las pensiones de tanta gente mayor si apenas hay jóvenes hoy que coticen a la caja común para poder repartir después? Mucho aborto gratuito y mucha píldora del día después y después una queja unánime: Nos estamos quedando sin niños. Tenemos que ser un poco coherentes.
La reciente noticia de la muerte de una adolescente de doce años por coma etílico muy cerca de Madrid, consecuencia de un “botellón”, es algo que no puede dejarnos indiferentes y tiene que cuestionarnos hacia dónde va esta sociedad sin valores que algunos tanto defienden como signo de “progreso” y libertad. Lo que hoy estamos sembrando lo vamos a recoger mañana o más bien ya estamos recogiendo lo que hace unos años los grupos auto determinados “progresistas” defendían para la sociedad: Mucha “movida” y poca religión.
La iglesia ha sido siempre una defensora incondicional de la familia, consciente de la importancia que ésta tiene para la sociedad y para la misma iglesia. Por eso su firmeza en la defensa del derecho a la vida, y a la vida no nacida, que algunos tienen por retrógada, pero que es, sin duda, una postura progresista y avanzada porque supone una inversión en futuro indudable y una respeto a los derechos humanos de los óvulos fecundados. No parece congruente que estén protegidos los huevos del búho real y estén sometidos a criterios arbitrarios los óvulos ya fecundados de los humanos.
Esta sociedad nuestra nos está acostumbrando a fumar lo infumable manipulándonos con hermosas palabras que esconden en sí mismas mucha ideología deshumanizadora: Libertad a decidir con mi cuerpo, interrupción voluntaria del embarazo, opciones progresistas…
Ya tenemos experiencias desgraciadas en nuestra historia de ideologías, disfrazadas de progresistas, que nos condujeron a holocaustos terribles. ¿Qué es lo progresista? Para mí es lo que conduce al crecimiento y dignidad de la persona y, por tanto, de la sociedad.