Permiso para “brotar”
“Sortu” no puede ser de la nada. “Sortu bai, baina lehenago sartu…”, primero introducir, sembrar para después brotar, nacer… Para que algo surja ha de ser fecundado. El principio masculino precede al femenino, opera con anterioridad. “Sartu” precede a “sortu”, en este caso la siembra es de confianza y credibilidad. Para importantes sectores de la sociedad, esa siembra de la izquierda abertzale (sartu) no es suficiente y frenan su brotar (sortu). Hay sin embargo un sentimiento, probablemente mayoritario, en el País Vasco de que sí, de que hay comienzo de siembra y por lo tanto, derecho a surgir, a irrumpir, siembra que llega con mucho retraso, pero que ni jueces, ni políticos, ni víctimas debieran dificultar. Al fin y al cabo no es sólo el rebrotar de la izquierda abertzale lo que está en cuestión, es fundamentalmente el renacer del pueblo vasco en su conjunto, el arranque bajo este cielo de un tiempo definitivamente más esperanzado.
¿Cuántas veces les pedimos lo que ahora por fin han abrazado? Demasiadas décadas desoyendo el clamor mayoritario, generando tanta muerte y sufrimiento. Demasiadas ausencias, demasiados hombres y mujeres nobles a los que ETA brutalmente privó de su aliento. Sí, es cierto, que “sortu” debió haber sido hace muchas nieves, que perdieron muchas oportunidades para renacer y recrearse. No hacía falta tanta sangre roja para estos brotes verdes. Pero la primavera de “Sortu” llegó por fin en el arranque de febrero. Señores jueces, señores políticos… dejen nacer esta esperanza. En la palabra que han dado y sembrado (“sartu”) y con la cual se han comprometido, les va toda su dignidad. Sí, ellos/as también tienen dignidad. Creemos en su palabra (“hitza eman”), porque creemos en el hombre, en su posibilidad de recrearse (“sortu”), de regenerarse, de volver a nacer, de empezar un camino nuevo. Creemos en el humano, en la nobleza inherente a todo ser, por oculta que se manifieste. Creemos en su infinita capacidad evolutiva. Creemos que siempre hay que dar una oportunidad a la transformación sincera.
Osemos, pues, dar crédito a su palabra. Todo apunta a que no es preparada, de conveniencia para una rueda de prensa, que no es discurso y puesta a punto de escaparate, sino una palabra más profunda, más anclada, una conciencia largamente madurada en sus bases, auspiciada por muchos líderes, Otegi a la cabeza. Es un hartazgo de capuchones y de sus cuevas, de su propia violencia. Era un futuro hipotecado, era mucha juventud, mucho potencial tras las rejas, eran ganas de invertir en positivo, ganas de empezar a reconstruir y no de seguir destruyendo. No es un correr para la cita de mayo, es una conciencia de paz, que tras décadas de gran sufrimiento infligido, pero también sufrido, acaba aflorando.
Ya no es un movimiento títere guarecido tras una banda. Han dado su claro paso de emancipación. Han rechazado abiertamente y sin rodeos la violencia de ETA. Se han unido a las fuerzas que creen y crean, que alientan la vida y ya no la apagan. “Sortu” reclama “sartu”. Por fin han sembrado y honramos su siembra. Creemos en “Sortu”, no necesariamente en su ideario, sí en la palabra dada, sí en las armas que comenzarán a mutar en arados, sí en la palabra de perdón en los labios de cada vez más ex-militantes, verbo aún más madurado, de más valiente y largo recorrido.
El sector que apuesta por la vida y el fin de la violencia de ETA es ya aplastantemente mayoritario en el entorno radical. Ojalá su palabra gane creciente confianza, ojalá más pronto que tarde signos de incipiente reconciliación, ojalá podamos pronto comenzar a rehacer la constelación de imprescindibles confianzas en el seno de nuestro pueblo. La izquierda abertzale ha podido constatar el erial en que todo queda trasformado por la violencia. Han reconocido implícitamente que tras la siembra de balas y “goma2” sólo, sólo hay cosecha de sufrimiento y de odio. Su apuesta es irreversible. Estimulemos el impulso, no lo dificultemos. Madrid, sus letrados y políticos, debieran reconsiderar. Es difícilmente comprensible el deseo de que la izquierda abertzale abandone la violencia y a la vez cerrarles todo resquicio de participación política.
Desde la capital del Estado no se puede ahogar la ilusión que aquí comenzamos a vivir. No hay ningún impedimento legal para que falten las papeletas de “Sortu” el 22 de mayo. El Gobierno no puede permitirse ese enorme déficit democrático que sólo alimentaría a los violentos nostálgicos del pasado. Demos una oportunidad a su palabra.
Egiguren ha hablado claro y rotundo: sólo resta un poco de valentía, sólo un poco menos de encuestas electorales y más responsabilidad de Estado. Sus palabras cobran más valor a sabiendas de que caerá sobré él la artillería del partido, sin embargo van mermando las fuerzas que tratan de dificultar lo obvio venidero.
Perdimos muchas cosechas, ahora volquemos cuanto antes sobre los campos del mañana, ahora sembremos de día y de noche todos juntos y juntas. Ahora construyamos (“sortu”) un País Vasco en el que haya por fin un sitio para todos y todas, en el que absolutamente nadie sea marcado, ni marginado por su filiación política, una Euskal Herria, por fin empoderada para decidir libre y democráticamente sobre su destino, sobre su futuro. Podamos estar todos los actores políticos, judiciales y sociales a la generosa altura de este tiempo único. Hemos aguardado por mucho tiempo este resurgir, este rebrotar (“sortu”) colectivo. Nadie granice sobre estos campos que ya verdean.
¿Cuántas veces les pedimos lo que ahora por fin han abrazado? Demasiadas décadas desoyendo el clamor mayoritario, generando tanta muerte y sufrimiento. Demasiadas ausencias, demasiados hombres y mujeres nobles a los que ETA brutalmente privó de su aliento. Sí, es cierto, que “sortu” debió haber sido hace muchas nieves, que perdieron muchas oportunidades para renacer y recrearse. No hacía falta tanta sangre roja para estos brotes verdes. Pero la primavera de “Sortu” llegó por fin en el arranque de febrero. Señores jueces, señores políticos… dejen nacer esta esperanza. En la palabra que han dado y sembrado (“sartu”) y con la cual se han comprometido, les va toda su dignidad. Sí, ellos/as también tienen dignidad. Creemos en su palabra (“hitza eman”), porque creemos en el hombre, en su posibilidad de recrearse (“sortu”), de regenerarse, de volver a nacer, de empezar un camino nuevo. Creemos en el humano, en la nobleza inherente a todo ser, por oculta que se manifieste. Creemos en su infinita capacidad evolutiva. Creemos que siempre hay que dar una oportunidad a la transformación sincera.
Osemos, pues, dar crédito a su palabra. Todo apunta a que no es preparada, de conveniencia para una rueda de prensa, que no es discurso y puesta a punto de escaparate, sino una palabra más profunda, más anclada, una conciencia largamente madurada en sus bases, auspiciada por muchos líderes, Otegi a la cabeza. Es un hartazgo de capuchones y de sus cuevas, de su propia violencia. Era un futuro hipotecado, era mucha juventud, mucho potencial tras las rejas, eran ganas de invertir en positivo, ganas de empezar a reconstruir y no de seguir destruyendo. No es un correr para la cita de mayo, es una conciencia de paz, que tras décadas de gran sufrimiento infligido, pero también sufrido, acaba aflorando.
Ya no es un movimiento títere guarecido tras una banda. Han dado su claro paso de emancipación. Han rechazado abiertamente y sin rodeos la violencia de ETA. Se han unido a las fuerzas que creen y crean, que alientan la vida y ya no la apagan. “Sortu” reclama “sartu”. Por fin han sembrado y honramos su siembra. Creemos en “Sortu”, no necesariamente en su ideario, sí en la palabra dada, sí en las armas que comenzarán a mutar en arados, sí en la palabra de perdón en los labios de cada vez más ex-militantes, verbo aún más madurado, de más valiente y largo recorrido.
El sector que apuesta por la vida y el fin de la violencia de ETA es ya aplastantemente mayoritario en el entorno radical. Ojalá su palabra gane creciente confianza, ojalá más pronto que tarde signos de incipiente reconciliación, ojalá podamos pronto comenzar a rehacer la constelación de imprescindibles confianzas en el seno de nuestro pueblo. La izquierda abertzale ha podido constatar el erial en que todo queda trasformado por la violencia. Han reconocido implícitamente que tras la siembra de balas y “goma2” sólo, sólo hay cosecha de sufrimiento y de odio. Su apuesta es irreversible. Estimulemos el impulso, no lo dificultemos. Madrid, sus letrados y políticos, debieran reconsiderar. Es difícilmente comprensible el deseo de que la izquierda abertzale abandone la violencia y a la vez cerrarles todo resquicio de participación política.
Desde la capital del Estado no se puede ahogar la ilusión que aquí comenzamos a vivir. No hay ningún impedimento legal para que falten las papeletas de “Sortu” el 22 de mayo. El Gobierno no puede permitirse ese enorme déficit democrático que sólo alimentaría a los violentos nostálgicos del pasado. Demos una oportunidad a su palabra.
Egiguren ha hablado claro y rotundo: sólo resta un poco de valentía, sólo un poco menos de encuestas electorales y más responsabilidad de Estado. Sus palabras cobran más valor a sabiendas de que caerá sobré él la artillería del partido, sin embargo van mermando las fuerzas que tratan de dificultar lo obvio venidero.
Perdimos muchas cosechas, ahora volquemos cuanto antes sobre los campos del mañana, ahora sembremos de día y de noche todos juntos y juntas. Ahora construyamos (“sortu”) un País Vasco en el que haya por fin un sitio para todos y todas, en el que absolutamente nadie sea marcado, ni marginado por su filiación política, una Euskal Herria, por fin empoderada para decidir libre y democráticamente sobre su destino, sobre su futuro. Podamos estar todos los actores políticos, judiciales y sociales a la generosa altura de este tiempo único. Hemos aguardado por mucho tiempo este resurgir, este rebrotar (“sortu”) colectivo. Nadie granice sobre estos campos que ya verdean.