#LectioDivinaFeminista Dios es don incondicional

Dios es don incondicional
Dios es don incondicional

3º DOM. CUARESMA (C)

(Buscamos el momento y el lugar adecuados en este tiempo de gracia y oración. Podemos encender una vela, colocar un icono, la Biblia o el Evangelio, un cuaderno a mi lado, una piedrita, una flor…)

1. Nos preparamos a escuchar la Palabra.Hacemos silencio exterior e interior. Acompasamos la respiración inhalando y exhalando lentamente. Relajamos todas las partes de nuestro cuerpo.

Abbá Dios de misericordia y origen de todo bien, que contemplas el ayuno en este tiempo de Cuaresma, la oración y la comunicación cristiana de bienes como expresión de nuestros fallos, de nuestra fragilidad, mira con amor a tu pueblo y restaura con tu misericordia a los/as que nos sentimos avergonzados/as por nuestras flaquezas, faltas y tropiezos. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

2. Lectura creyente (Lectio).Leemos el evangelio saboreando la Palabra y descubriendo el mensaje de fe que guarda el texto bíblico. Nos fijamos en todos los detalles: los que van a contar a Jesús lo de los galileos, su respuesta y la parábola que les dice para que comprendan mejor...

3Meditamos la Palabra (Meditatio). ¿Qué me dice a mí, personalmente el Evangelio leído? Miramos la escena y nuestra propia vida. ¿Cómo lo vivimos en nuestra familia, grupo, parroquia, comunidad…?

4. Oramos con la Palabra (Oratio). Desde el texto leído y meditado, entramos en conversación personal con el Señor. Compartir lo orado en el grupo, con la comunidad.

5. Contemplamos al que es la Palabra (Contemplatio). ¡Quiero identificarme contigo, Abbá! Contemplo a Jesús: en el trasfondo de esta escena, en su vida…

6. Vivimos la Palabra, compromiso (Actio). ¿Qué quieres, Señor de mí? ¿A qué me compromete el mensaje de fe de este relato? Juntas como hermanas, unimos nuestras fuerzas confiadas en el espíritu nuevo que nos infunde nuestro Padre-Madre Dios.

3º Domingo de Cuaresma (C) (Lc 13,1-9)

En aquella ocasión se presentaron algunos a contar a Jesús lo de los galileos, cuya sangre vertió Pilato con la de los sacrificios que ofrecían. Jesús les contestó:

  • - ¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que los demás galileos, porque acabaron así? Os digo que no; y si no os convertís, todos pereceréis lo mismo. Y aquellos dieciocho que murieron aplastados por la torre de llevo viniendo Siloé, ¿pensáis que eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Os digo que no. Y si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera.

Y les dijo esta parábola:

  • - Uno tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella y no lo encontró.

Dijo entonces al viñador:

“Ya ves: tres años llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a ocupar terreno en balde?”

Pero el viñador contestó:

“Señor, déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto. Si no, el año que viene la cortarás”.

Palabra de Dios.

Reflexión.

Las personas tenemos muchos recursos para escapar de los verdaderos problemas de la vida. Los mecanismos de defensa nos hacen detenernos en cuestiones superficiales, entablamos cuestiones bizantinas, nos enzarzamos en cosas que no tienen importancia. Pero las cuestiones fundamentales no las afrontamos como debiéramos.

Por otra parte, la religión y el culto han amparado a veces el egoísmo, la opresión, el abuso de las personas, la explotación del/a trabajador/a, la irresponsabilidad social imperante. Esa manera de celebrar es alienante. La celebración verdadera está en la vida, es aquella que refleja las actitudes ante las situaciones humanas.

Jesús de Nazaret instaura un culto en espíritu y verdad. Esto es, establecer condiciones justas para que la fraternidad sea posible, conquistar la libertad para todos/as, optar por los/as más débiles, tomar en serio la comunión con los demás, desarrollar las posibilidades de la persona humana.

En el libro del Éxodo (3.1-8a.13-15) la teofanía de Yahvé a Moisés señala el principio de la liberación. Dios responde a las quejas del pueblo. No es un Dios impasible trascendente al que no le importa la suerte de los seres humanos. Es un Dios que interviene en la historia a favor del pueblo oprimido. Así lo creían ellos, desde una visión mítica de la historia. Dios se sirve de personas, de mediaciones, para llevar a cabo la salvación. Esto es esencial a la hora de pensar la liberación. Somos nosotros/as los/as responsables de que la humanidad camine hacia una liberación o que siga oprimiendo en la miseria a la mayoría de los seres humanos.

“Yo soy el que soy”. Es la intuición más relevante de toda la Biblia, y sin duda de toda concepción religiosa: Dios no tiene nombre, simplemente, ES. Le nombramos con mil nombres. Pero el nombre de Dios es una expresión verbal: “El que es y será”. Dios es inabarcable, nadie puede encerrarlo en conceptos y explicarlo. Todos sabemos que el discurso sobre Dios es siempre analógico, sencillamente inaccesible.

En la Carta a los Corintios (10,1-6.10-12) Pablo les advierte que no basta pertenecer a una comunidad para estar seguro. Nada podrá suplir la respuesta personal a las exigencias de cada persona. El escudarse en la seguridad de un grupo, de una comunidad puede ser una trampa. Esta recomendación de Pablo está muy de acuerdo con el evangelio: “si no cambiáis de mentalidad, todos pereceréis”. La vida humana es camino hacia la plenitud, necesita de constantes rectificaciones, si no corregimos el rumbo equivocado, caeremos al abismo de nuestro propio “ego”.

El evangelio de hoy nos plantea el eterno problema: ¿es el mal consecuencia de un pecado? Así lo creían los judíos del tiempo de Jesús y todavía lo siguen creyendo muchos cristianos hoy. Los males se consideraban castigos y los bienes premios. ¿No hemos oído demasiadas veces ante una tragedia: “Esto es castigo de Dios”, “Dios, puede que no castigue en la tierra, pero sí en la otra vida”, “Dios nos castiga, pero es por amor, para corregirnos y salvarnos”, “Dios castiga solo a los malos”, “merecemos el castigo, pero Cristo con su muerte, nos libró de él...”

Jesús se aparta completamente de esa manera de pensar. Lo encontramos en otros pasajes del evangelio como el del ciego de nacimiento (Jn 9,1-12) donde preguntan a Jesús, “¿Quién pecó, éste o sus padres?”. Ninguna desgracia que nos pueda alcanzar debemos atribuirla a un Dios que castiga; un concepto o una imagen de Dios que nos vigila y exige su vasallaje. Estamos en manos de Dios, pero su acción no tiene nada que ver con la nuestra, es de distinta naturaleza, por eso la acción de Dios no interfiere con la acción de las causas segundas.

“Si no os convertís, todos pereceréis”. La traducción del griego no es muy afortunada. Significa cambiar de mentalidad, plantearse la vida de otra manera, ver la realidad desde otra perspectiva. Perecer no es desaparecer sino malograr la existencia. Todo un programa de vida. Jesús continúa haciéndose presente en nuestra vida, a nuestro alrededor solicitando nuestra conversión, ese cambio de rumbo que nos ayude a trabajar en medio de los/as oprimidos/as y de los/as sufrientes de nuestro mundo. Cada uno/a es responsable de sus actos. No somos marionetas, sino personas autónomas, libres y saber apechugar con nuestra responsabilidad.

La parábola de la higuera es muy ilustrativa. La higuera era símbolo del pueblo de Israel y el número tres, símbolo de plenitud. Es como si Dios dijera: Llevo toda la vida esperando que dé fruto, pero el tiempo es limitado, se acaba.

Dios es don incondicional, pero no puede suplir lo que me corresponde hacer a mí. Soy única, irrepetible. Tengo una tarea que realizar; si no la llevo a cabo, se quedará sin hacer y la responsabilidad será solo mía. No tiene que venir nadie a premiarme o castigarme. Cumplir la tarea y alcanzar mi plenitud, es el premio, no alcanzarla el castigo. La tarea del ser humano no es hacer cosas sino hacerse, es decir, tomar conciencia de su verdadero ser y vivir esa realidad a tope, vivir una vida con sentido. Y amarla, disfrutarla, defenderla, procurarla…

Vivimos la Palabra. Compromiso.

¿Qué significa dar fruto? ¿En qué consistiría la salvación para nosotras aquí y ahora? Es, quizá, la cuestión más importante que nos debemos plantear. No se trata de hacer o dejar de hacer esto o aquello para alcanzar la salvación. Se trata de alcanzar la liberación interior que me lleva a hacer esto o dejar de hacer lo otro porque me lo pide mi auténtico ser. La salvación no es alcanzar nada ni conseguir nada. Es tu verdadero ser, estar identificado con Dios. Descubrir y vivir esa realidad es tu verdadera salvación.

En ese sentido, recordamos las valiosas aportaciones de la Lectio Divina Feminista anteriores:

Mayte Oliveras en el texto de María como símbolo de la maternidad en América Latina y refiriéndose a la Sagrada Familia afirma: “En este tiempo de reflexión, propón un espacio de diálogo con madres de tu comunidad. Escucha sus historias, sus preocupaciones y sus esperanzas. Valora y reconoce la sabiduría que, como María, guardan en su corazón. Busca maneras de apoyar y acompañar a las madres en su labor, promoviendo una sociedad que valore sostenga la maternidad con justicia y amor”.

Silvia Rguez. de Chiappero: “La Palabra de hoy nos confronta mostrándonos los puntos en los que debemos enfocarnos. Hagamos el compromiso de:

  • Ø Ser, como los/as mágoi, observadoras atentas; bien dispuestas; amorosas; sabias; obedientes; discernidoras; esforzadas; fieles.
  • Ø Seguir el ejemplo de Jesucristo, encarnando la Sabiduría, y así enviar señales nítidas de la Buena Noticia.

Yolita Olivera en su reflexión del Bautismo de Jesús decía: “Cerrar este tiempo de Navidad, nos recuerda que somos hijos e hijas vulnerables, necesitados/as de aprender a caminar juntos/as, a sostenernos y dejarnos cuestionar por las situaciones de desigualdad que experimentamos todos los días. Jesús de Nazaret nos sigue llamando para ser Luz, puente, encuentro donde persiste el odio, la envidia y el egoísmo”.

Celebración. Música:

  • - Oración del /la pobre
  • - En nuestra oscuridad
  • - Sé mi luz. Ain Karem, del CD ¡Alégrate!
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