Hoy, en mi momento de oración y contemplación, me pongo en comunión con la infinidad de mujeres que entregan su vida, sus fuerzas, sus dones...con generosidad y compasión, para ayudar a crecer a sus comunidades y Pueblos.
Y junto a estas mujeres, me encuentro con la mirada llena de ternura y con las palabras de reconocimiento y admiración de Jesús de Nazareth: Mis hermanas y amigas amadas, gracias por dar desde su pobreza, desde lo básico que tienen para vivir. Esta ofrenda es invaluable.