Emigración: Gesto de solidaridad en Málaga

El brazo en alto, saludando con la mano alzada, en la playa y al borde mismo del mar. Este fue el gesto realizado en Málaga, en la orilla misma del Mediterráneo, mirando hacia el otro lado de la costa, hacia África y hacia a todos los africanos, en un acto organizado por Iglesia de Málaga el lunes 4 de junio. Todos levantaron simultáneamente su mano para enviar un saludo simbólico hacia los emigrantes trágicamente ahogados en el Mediterráneo, que -en lugar de espacio de paz- se está convirtiendo para tantos en lugar para la muerte, en el cementerio recientemente evocado con tristeza por el Papa Francisco.

Este gesto simbólico ha sido el final de un "Encuentro de oración por los emigrantes y perseguidos", organizado por Cáritas Diocesana de Málaga y directamente presidido por el Obispo, Jesús Catalá. El acto se celebró en la Parroquia de San Gabriel, que, por estar situada a la vera misnma del mar, hizo posible el traslado a la playa de todos los asistentes -al final de la ceremonia- para la ejecución del gesto simbólico de mirar hacia África y hacia todos los emigrantes trasladados a través del Mediterráneo. Una enorme cruz de madera, trasladada sobre los hombres de los jóvenes, simbolizaba el gran sufrimiento de los emigrantes muertos.

La mejor señal de que el acto ha resultado coyunturalmente oportuno ha sido la afluencia tan masiva, que desbordó por completo el recinto de la amplísima Iglesia de San Gabriel e inundó después el espacio inmediato de la playa. Las cifras sobre actos masivos siempre resultan discutibles y pretendidamente engañosas, pero en este caso resulta claro que no se puede realizar el cálculo por centenares pues el millar de personas estaba muy claramente sobrepasado. El público era muy variopinto, de todas las edades y no sólo de gente de Iglesia, todos con afán de participar y tomando parte activa en las ceremonias.

La intención del acto quedó ya expresada en la introducción que se le hizo: Esta tarde nos hemos reunido para rezar juntos, avivar nuestra conciencia ante el drama de la inmigración y la persecución religiosa y aportar un gesto de solidaridad con todos nuestros hermanos. El lenguaje empleado tomaba claro partido en favor de los emigrantes, por la situación "vergonzosa" de tantas personas forzadas a emigrar huyendo del hambre, de la guerra y de la persecución religiosa, sometidas casi siempre a la explotación de las mafias y frecuentemente a la muerte. El acto fue una acción litúrgica sin Eucaristía, pero las palabras de San Pablo en una de las lecturas adquirieron pleno sentido referidas a los emigrantes: No hay judío y griego, esclavo y libre, hombre y mujer, porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús. Un nigeriano de color rabiosamente negro subió al atril y, con un castellano muy imperfecto, testimonió con datos de su propia vida que el drama de los emigrados no es inventado. El obispo comentó en su homilia que el servicio al prójimo que el evangelio de Mateo 24 habia recordado a todos era la mejor actitud recomendada por Jesús ante la situación de los emigrantes.

El acto y el gesto tienen particular significado en Málaga, porque dentro de esta diócesis se encuentra el lugar más caliente de la emigración que es Melilla. Pero la significación trasciende los propio límites porque el drama de la emigración es de toda España, es de toda Europa y es casi de todo el mundo. Hace pocos días comentaba en este mismo blog que no se puede seguir mirando para otra parte, que algo hay que hacer ante la realidad espeluznante de la emigración. El título del Encuentro organizado en Málaga -Iglesia sin fronteras, Madre de todos- marca una exigencia para la actitud de la Iglesia: tratar como iguales a emigrantes y no emigrantes, no considerar que el emigrante tiene menos derechos que el español y el europeo. No se entró obviamente en este acto ni en la discusión ni en la propuesta de soluciones técnicas o políticas, pero sí se dejó claro el papel que le corresponde a la Iglesia: en una de las súplicas formuladas, se pidió por nuestra madre la Iglesia, para que su atención materna se manifieste con particular ternura y cercanía a quienes están obligados a salir de su país y vivir en el desarraigo. Una actitud que se exige para la Iglesia, pero que puede también ser demandado a toda la sociedad, tratar bien a los emigrantes porque son iguales y poseedores de los mismos derechos que los que residimos en Espala y en los restantes países europeos. El ser de otro país y de otra raza no les hace inferiores, ni permite que se les trate de formas inhumanas. El acto de Málaga recuerda que hay que hacer algo y reivindica otro tratamiento general para el problema de la emigración. Un nuevo aldabonazo sobre la conciencia de todos.
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