Ética de la profesión periodística

Hablar de la ética de la profesión periodística no resulta nada fácil en el momento actual. Siempre ha sido difícil acercarse con frialdad al cuarto poder, por el entrecruce de intereses que en él inevitablemente se debaten, pero ahora la reflexión sobre lo que hace y lo que debe hacer la prensa reviste más dificultad, porque la revolución informática ha transformado del todo a los medios y porque la proliferación de canales informativos y el sobreañadido actual de la crisis económica tiene planteado un interrogante muy serio sobre su próximo futuro. En este contexto, hablar de la ética de la profesión puede resultar valiente y hasta arriesgado.

Es de agradecer, por ello, que el Foro de la Nueva Comunicación -una iniciativa de la empresa de comunicación Vodafone- haya organizado estos días una conferencia del que es actualmente decimoctavo director del periódico centenario ABC, Bietio Rubido. Con el lujo de su presentación en los salones del Hotel Ritz, el acto ha cosechado el éxito de reunir a cuatrocientas personalidades de "las más altas instituciones del Estado y de la sociedad civil, por personalidades de la vida política, económica, académica y cultural", según informa el propio ABC, dominando obviamente las procedentes de la línea ideológica de este periódico.

Provocar alerta sobre la información espectáculo, ha sido una justificada alarma del conferenciante, realizada además desde un pretendido periodismo de siempre. Deslumbrar, pretender conseguir seguidores, sobre la débil base de hechos sin probar o falsos, podrá ser incluso injustamente premiado, pero no es el periodismo serio al que están llamados los grandes periódicos. El periodismo bueno no tiene premio, y el malo no se castiga, denunció el conferenciante.

Desde su ya no corta experiencia, Bieitio precisó cuatro crisis en la profesión periodística actual: 1) la económica, aunque su urgencia no excusa al periodismo del mandato moral de ser rentables porque la independencia económica nos hace libres; 2) la derivada del tamaño del sector, puesto que sobran la mitad de los diarios, radios y televisiones aunque no lo queramos asumir; 3) la del modelo del propio medio, pendiente de definir en muchas ocasiones; 4) la crisis emocional, porque tenemos un problema serio de valores y autoestima, a la vez que constató el exceso de vanidad de ciertos periodistas, cuyo personalismo condena sus proyectos al fracaso". Esta enumeración de las cuatro crisis resulta luminosa y oportuna.

No asistí a la conferencia, pero en la información que he visto sobre ella echo en falta una crítica del constante parcialismo de los medios. Es frecuente encontrar titulares contradictorios sobre el mismo hecho. Sobre una determinado tema -un hecho sobresaliente, un personaje que se convierte en noticia-, ya sabe uno lo que va a decir cada medio, antes incluso de conocer lo que de hecho saca a la luz pública sobre el asunto en cuestión. En las secciones en las que se destaca lo positivo y lo negativo, en informes o en fotografías, nunca para un medio es bueno lo que se aleja de su propia línea, ni es malo lo que proviene de personajes o partidos afines. La objetividad se vuelve un sueño inasequible.

Es bueno y hasta es recomendable que cada medio tenga su propia linea ideológica, y que sea coherente con ella a la hora de presentar o enjuiciar la realidad. Pero la existencia de una ideología y la coherencia con ella no debe permitir desconocer o desfigurar lo que sucede, presentarlo de forma sesgada y hasta enganñosa, afirmar lo que se sabe que no es verdad o presentar como hecho verdadero lo que es sólo deseo o fruto de maledicencia. La normalmente afirmada distinción entre información y opinión, entre noticia y comentario, no es práctica habitual ni siquiera en los que la prensa sajona llama medios serios. En casi todos los temas -¿incluso en los deportes?-, en España resulta muy difícil encontrar un medio que defienda la verdad, con independencia de los partidos.

Entrar en el campo de la ética de la profesión periodística, aventurarse en el fuego cruzado de las opiniones tan encontradas, resulta hasta peligroso. Las opiniones vertidas pueden caer sobre el propio tejado. Por esto es de agradecer, aunque resulte siempre muy incompleto, la intromisión en este tema, el sacar esta discusión a la palestra.
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