Behemot y Leviatán

Qué inútiles tantas aprensiones y temores con los que perdemos el tiempo... 

Por si alguien le falla la memoria o los tiene en la punta de la lengua pero no le salen, recuerdo que son dos figuras acuáticas tremebundas que aparecen en la Biblia (traducidas como hipopótamo o cocodrilo) y que a los israelitas les provocaban un terror pavoroso. En el libro de Job Dios aparece dominando soberanamente a esos dos monstruos míticos,  como si los hubiera creado para tenerlos como animales de compañía. Job se ha estado despachando a gusto a lo largo de 39 capítulos presentando a Dios sus quejas y reclamaciones pero en determinado momento, Él toma la palabra y ordena  a Job que mire a Behemot y a Leviatán y es como si le dijera “- ¿Ves  esos dos engendros que tanto te asustan? ¿Puedes tú pescarlos con anzuelo o meterles un junco por la nariz…?”. Y a Job no le queda más remedio que cerrar la boca y rendirse ante un poder creador que le sobrepasa.

De las muchas aplicaciones que podemos sacar del tema, solo estas tres: la primera, hacer una lista de las amenazas de los Behemotes varios que han poblado nuestro imaginario: “A ver si me van a cambiar ahora que estoy tan encajada aquí”; “Mira que si destinan a esta casa a X que es inaguantable…”; “Miedo me da que se lleven a esta superiora tan maja y llegue Z que es tan avinagrada…”: “Como me destinen a ese sitio tan húmedo,  agarraré un reúma…”

La segunda, reconocer  avergonzados la inutilidad de tantas aprensiones y temores con los que hemos perdido tontamente el tiempo, cuando la realidad se parece tan poco a lo que imaginamos sobre ella.

La tercera, la más gustosa, hacer memoria de cuántas veces la mano poderosa del Señor nos ha hecho vencer a Leviatanes de múltiples cabezas y nos ha dado ánimo para ir más allá de los temores que nos paralizaban: Sor Agripina ha aceptado con valor  una responsabilidad que le agobiaba. Fray Amancio ha enfrentado ese problema comunitario que parecía sin remedio. La Hna. Rogelia está tan contenta en esa casa a la que llegó renegando con cara de víctima pascual.

 “Con mi Dios asalto la muralla” dice un salmo. Y nosotros: “Si Él está conmigo, Behemot y Leviatán no son más que un par de mascotas juguetonas…”

(Vida Religiosa, Julio 2024)

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