Leo un anuncio de refrescos calificados como
“extremadamente cool”. Se ve que el publicista no ha encontrado un adjetivo adecuado para traducir lo de cool y ha decidido dejar al lector apañarse solo con esa palabra que ahora resulta ser el no va más de lo positivo.
No me parece mala solución y la veo extensible a términos bíblicos para los que cualquier traducción se queda corta. Un ejemplo: en el texto del evangelio en que Jesús bendice al Padre porque se revela a la gente sencilla (Mt 11,25), al término griego
nepios le acompaña una rica constelación de significados: ignorante, simple, cándido, incauto, humilde, incompetente, ingenuo, inexperto... O en versión más de andar por casa: corto, de pocas luces, torpón, patoso, mostrenco, alcornoque, desmañado, cerril, bruto, duro de mollera…
Hagan la prueba de darle a nepios el sentido de cualquier palabra de esa lista y verán cómo cambia y cuánto se acerca a su propia experiencia.
Algo de eso le pasó a aquel salmista que después de decirle a Dios que se sentía un necio y un ignorante, terminó reconociendo:
“yo era un jumento delante de ti”. Y se quedó tan cool.