Horóscopos
Había bastante gente sentada frente a los videntes y adivinos, hablando bajito en plan confidencial y compartiendo un credo común: todo está ya fijado y predeterminado en la carta astral o en las rayas de tu mano, es inútil querer escapar del propio horóscopo.
Y aquí viene la buena noticia que anuncia la estrella andarina: no estamos amarrados a ningún destino fatal ni atados irremediablemente a condicionantes como el temperamento o la edad, por ejemplo.
Lo mismo que el viejo Nicodemo, nos es posible nacer de nuevo o, como aquel paralítico que llevaba 38 años postrado en su camilla, ser puestos en pie y caminar tan contentos con la partida de nacimiento bajo el brazo. Nuestro destino no depende de las constelaciones ni de las hojas del almanaque: está en manos del Padre y ahí estamos mucho más seguros.
Así que ni caso a los Tarotófilos que pronuncian sobre nosotros sus sentencias inapelables: “ya no tienes edad para pretender cambiar…”; “son inútiles tus intentos de que arreglar las cosas…”; “tal como eres, así vas a ser hasta que te mueras”…
Podemos hacer un barquito de papel con la página de nuestro horóscopo y echarlo a navegar en algún puerto, estanque, río, canal o charco que esté a nuestro alcance. A lo mejor llega hasta Belén de Judá.