"Cuánta energía desperdiciamos soñando con una comunidad sin defectos" Sobre camellos y jorobas
"'No libres a un camello de la carga de su joroba. Tal vez lo estés librando de ser un camello' (Joan Chittister)"
"Desde que leí esta frase, he pensado muchas veces en cuánta energía desperdiciamos soñando con una comunidad compuesta por sujetos que, sin perder su condición dromedaria, estarían despojados de sus jorobas"
"¿Daríamos más gloria de Dios liberados de esos defectos y de otros muchos? Me aventuro a responder que no y que esas jorobas forman parte, misteriosamente, de la Gloria de Dios"
"¿Daríamos más gloria de Dios liberados de esos defectos y de otros muchos? Me aventuro a responder que no y que esas jorobas forman parte, misteriosamente, de la Gloria de Dios"
“No libres a un camello de la carga de su joroba. Tal vez lo estés librando de ser un camello”. Desde que leí esta frase en un libro de Joan Chittister, he pensado muchas veces en cuánta energía desperdiciamos soñando con una comunidad compuesta por sujetos que, sin perder su condición dromedaria, estarían despojados de sus jorobas. Imaginamos entonces a Sor Remedios sin hacernos reproches porque no le preguntemos por su rodilla; a Fray Raimundo, cediendo de buena gana el mando de la televisión; a la hermana Enriqueta disculpando a las que todo lo desordenan; al Hermano Baudilio sin mirarnos furibundo cuando llegamos tarde a Vísperas.
¿Daríamos más gloria de Dios liberados de esos defectos y de otros muchos? Me aventuro a responder que no y que esas jorobas forman parte, misteriosamente, de la Gloria de Dios. Un Dios que, para asombro de los ángeles, es incapaz de remediar su encariñamiento por nosotros a pesar de nuestras torpezas.
Imaginemos también una comunidad en la que hubieran desaparecido las contrariedades, los enfados, las impaciencias, las incoherencias, las meteduras de pata: nadie protesta ante un imprevisto; fluye la comunicación y se apuntan cuidadosamente los recados; se dialoga sin levantar la voz en los conflictos; se cede con facilidad y nadie masculla por lo bajo letanías quejosas. Un dulce ungüento de unión baja por la barba, la barba de Aarón.
¿Algún inconveniente? Todos. Nos perderíamos los gestos silenciosos de acercamiento para romper distancias, el alivio de sabernos perdonados, el precioso ejercicio de disculpar fallos, el calor del abrazo de reconciliación, la experiencia mil veces repetida de llevar el tesoro en vasos de barro, el milagro de seguir convencidos de que la vida fraterna es posible.
Con el permiso de Pablo estamos invitados a decir: “Para que no me sobreestime, soy portador de una joroba que se encarga de abofetearme para que no me enorgullezca. He rogado al Señor que la aparte de mí y me ha dicho: “Te basta mi gracia”. Así que seguiré presumiendo gustosamente de ella para que habite en mí la belleza de Cristo” (Cf 2 Cor 12)