El día de después

Tres palabras clave para entender la parábola: “YO SOY BUENO”

Desde que empecé a engancharme a la serie THE CHOSEN vi clarísimo que de mayor sería guionista de esa serie. No imaginaba nada tan apasionante como  dedicarme a recrear escenas del Evangelio para filmarlas después.

Lo malo es que en seguida llegó Doña Realidad poniéndome en mi sitio: - “¡Pero si mayor ya eres! ¿No te das cuenta de que ese trabajo queda fuera de tu alcance?”.  Para consolarme de mi frustración dije como Humphrey Bogart en Casablanca: “Siempre nos quedará Paris” en la versión actualizada  de “Siempre me quedará Alandar”.

Así que doy rienda suelta a mi fantasía.

 Vayan imaginando la escena: el grupo de discípulos/as, sentados en el suelo a la sombra de un árbol, escuchan a Jesús que se ha puesto a contarles una historia de las suyas:  “El dueño de una viña salió por la mañana para contratar jornaleros…” 

Ellos apenas prestan atención porque se saben de memoria ese cuentecillo que circula en las enseñanzas de los rabinos para que sus discípulos aprendan que el esfuerzo y el trabajo reciben siempre recompensa. Así que ya conocen cómo termina: el dueño pagará a todos lo mismo y dirá a los que protestaban: “- A éstos les pago igual porque, aunque han llegado a última hora,  han trabajado en ese tiempo más que vosotros en todo el día” .

 Lo han escuchado muchas veces y les gusta ese cuento que tiene un final lógico y justo: a quien ha trabajado más, hay que pagarle más;  el esfuerzo se merece una recompensa y  así deben funcionar las cosas. Por eso, el final que propone Jesús  los descoloca:

Cuando llegaron los primeros, pensaban que cobrarían más; pero también ellos cobraron un denario cada uno. Al recibirlo, se quejaban del dueño,  diciendo: «Estos últimos han trabajado sólo un rato y les has pagado igual que a nosotros, que hemos soportado el peso del día y del calor». Pero él respondió a uno de ellos: «Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No quedamos en un denario?  Toma lo tuyo y vete. Si yo quiero dar a este último lo mismo que a ti, ¿no puedo hacer lo que quiera con lo mío? ¿Por qué miras con malos ojos que yo sea bueno?».(Mt 20, 10-15).

 La polémica está servida:

“- Maestro, ¿a qué viene ese otro final diferente?”

“-¿Por qué lo has cambiado?”, 

“-¿Es que no valoras el trabajo y los méritos y por eso les has quitado importancia?”

“- Complicas las cosas y cada vez en más difícil entenderte…”

 Mientras protestan y se quitan la palabra,  Jesús permanece callado.

Al final les dice:

“-¿Pero es que ninguno de vosotros se ha dado cuenta de que en las tres últimas palabras está la clave para entender la historia? Recordadlas: “YO SOY BUENO”

¿No os dais cuenta de que esas palabras son como un anzuelo con el que trato de  pescaros a ver si,  de una vez,  os decidís a salir de vuestra mentalidad estrecha y mezquina?  ¿No veis que estoy intentando  tirar de vosotros y empujaros a pensar en el Padre de otra manera? ¿Cómo voy a convenceros de que su amor no depende de vuestros méritos y esfuerzos, de que os quiere porque sí, porque no lo puede remediar, más allá de cómo seáis y cuál sea vuestra retahíla de méritos?

Eso es lo que quiere decir aquel Salmo: “Es inútil que madruguéis, que veléis hasta muy tarde: Dios lo da todo a los que ama mientras duermen” (Sal 126)

Os propongo imaginar que es el día de después y el amo os ha dicho la víspera: “Mañana estáis todos contratados” así que, sabiendo que ocurrió la víspera ¿a qué hora vais a llegar?

 Las respuestas son casi unánimes: “Eso ni se pregunta: si me van a pagar igual, llegaría a trabajar justo una hora antes de acabar la jornada” “Yo también llegaría lo más tarde posible”… Solo Santiago el Menor (ese cojo tan desvalido de la serie) da una respuesta diferente: “Pues a mí, eso de que salten por los aires los méritos me ha gustado mucho, así que yo llegaría al amanecer y le diría al dueño:  “-No me pagues este tiempo de más, quiero probar a qué sabe eso de tener el corazón bueno como el tuyo…”

Como los guionistas tenemos que presentar distintas opciones, se puede elegir entre estas reacciones de Jesús:

A) CLÁSICA: “Enhorabuena Simón, hijo de Alfeo, porque eso no te lo han revelado ni la razón ni el cálculo,  sino mi Padre que está en los cielos. Dichoso tú porque has escapado como un pájaro de la trampa de los cazadores de méritos…”

 B) SAPIENCIAL: Eres un verdadero sabio, Santiago… Has dejado atrás la suficiencia de quien trata de asegurar su vida sobre su propio esfuerzo. Ahora caminas libre en la tierra de la gracia, esa que no se consigue sino que se recibe…

 C) CÓMPLICE: Santi, chaval, no sabes la alegría que me das. Qué alivio que al menos uno de este grupo de colegas tuyos tan zoquetes – no me explico cómo puedo quererles tanto -, empieza a enterarse un poco de por dónde voy... Vamos a tomarnos un vino para celebrarlo…” 

Hasta aquí mis propuestas finales de guion pero si no les gustan, tengo otras.

(Alandar, Septiembre 2024)

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