Congreso de Teología 2011
Durante 31 años ininterrumpidamente la asociación de teólogos y teólogas de Juan XXIII no ha dejado de celebrar el Congreso de Teología. Este año ha hecho del 8 al 11 de septiembre, cuyo tema escogido ha sido Los fundamentalismos.Este nos ofrece un campo muy grande para hablar y así lo han hecho los magníficos ponentes de este año.
Tema estrella, no solo en la religión sino también en la política, economía o vida cotidiana, social y personal de cada uno de nosotros.
¿Quien no se ha encontrado alguna vez con personas cuya absolutización y pretensión de la verdad es única e irrevocable? No hay razón, ni la imaginan, para pensar de otra forma y esto parece ser un hecho cada vez más integrado en nuestra sociedad donde poco espacio se le concede al respeto, a la convivencia o solidaridad. Parece confirmarse que nuestro narcisismo cada vez crece más y con una mayor integridad. Cada vez hacemos un mundo más complejo, apareciendo con mayor asiduidad las personas fundamentalistas. Personas que se sienten inseguras, con miedo, creando a su alrededor una especie de “estructura” que de alguna forma “les arrope” y para ello instituyen la figura de una especie de líder cuya verdad es absoluta y con un sentido fuerte de la tradición, de manera, que no les permita pensar ni dialogar, sino solo seguir una tendencia ya predeterminada. Estas personas suelen caracterizarse por su intolerancia, autoritarismo y actitud sumisa a esa autoridad, sustituyendo la fe (en el caso de las religiones) por la desconfianza o la experiencia religiosa por algo que podríamos llamar “intento de espiritualidad”.
Vivimos momentos complicados y desconcertantes donde cuesta ubicarse y el poder siempre establece límites.
Uno de los pocos padres conciliares que quedan y que participó en el Concilio Vaticano II es el ex abad Franzoni, presente en este congreso, y quien aún, a pesar de su elevada edad, no se cansa de seguir trabajando por una Iglesia diferente, una Iglesia donde quepamos todos, y estoy convencida que ésta es una de las mayores razones que le mantiene con vida y fuerza.
Un año más el Congreso ha sido el hilo conductor para llegar a pensar que no podemos caer en la tentación de comportarnos como fundamentalistas sin ser capaces de superar los resortes que la sociedad nos plantea, superando tergiversaciones y descubriendo a Dios en los demás.
Tema estrella, no solo en la religión sino también en la política, economía o vida cotidiana, social y personal de cada uno de nosotros.
¿Quien no se ha encontrado alguna vez con personas cuya absolutización y pretensión de la verdad es única e irrevocable? No hay razón, ni la imaginan, para pensar de otra forma y esto parece ser un hecho cada vez más integrado en nuestra sociedad donde poco espacio se le concede al respeto, a la convivencia o solidaridad. Parece confirmarse que nuestro narcisismo cada vez crece más y con una mayor integridad. Cada vez hacemos un mundo más complejo, apareciendo con mayor asiduidad las personas fundamentalistas. Personas que se sienten inseguras, con miedo, creando a su alrededor una especie de “estructura” que de alguna forma “les arrope” y para ello instituyen la figura de una especie de líder cuya verdad es absoluta y con un sentido fuerte de la tradición, de manera, que no les permita pensar ni dialogar, sino solo seguir una tendencia ya predeterminada. Estas personas suelen caracterizarse por su intolerancia, autoritarismo y actitud sumisa a esa autoridad, sustituyendo la fe (en el caso de las religiones) por la desconfianza o la experiencia religiosa por algo que podríamos llamar “intento de espiritualidad”.
Vivimos momentos complicados y desconcertantes donde cuesta ubicarse y el poder siempre establece límites.
Uno de los pocos padres conciliares que quedan y que participó en el Concilio Vaticano II es el ex abad Franzoni, presente en este congreso, y quien aún, a pesar de su elevada edad, no se cansa de seguir trabajando por una Iglesia diferente, una Iglesia donde quepamos todos, y estoy convencida que ésta es una de las mayores razones que le mantiene con vida y fuerza.
Un año más el Congreso ha sido el hilo conductor para llegar a pensar que no podemos caer en la tentación de comportarnos como fundamentalistas sin ser capaces de superar los resortes que la sociedad nos plantea, superando tergiversaciones y descubriendo a Dios en los demás.