Hoy me encuentro con un nuevo amanecer, un nuevo regalo, lo acojo disponiéndome a dar gracias por ello y a preguntarme: ¿cómo será mi mirada en este día?, dependerá mucho de mi disposición y estado de ánimo…
Comienzo a prepararme para salir a la calle, pero ¡¡¡ siempre voy con prisas!!! El reloj hecha humo, el tiempo apremia!!! Pierdo el autobús, llueve y en medio de mi agobio oigo una voz, alguien me pide una moneda, pero no dispongo de tiempo para escucharle, así que sigo mi ruta sin darle mayor importancia.
¡No tengo tiempo! Cuantas veces repetimos esta frase… A lo largo de la vida demasiadas personas se quedan en el camino porque “no tengo tiempo”. Su mirada era insistente, buscaba la mía, necesitaba de mí pero no tenía tiempo…
Cuántas miradas nos encontramos perdidas junto a otras que andan solas buscando quien que les consuele, acompañe, acoja y acepte tal cual son.
Nuestra, mi mirada ¿también está en crisis?
Al final del día pude dar gracias porque supe pararme, buscar esa mirada que me atrapó y que sí tenía tiempo para compartirlo conmigo. Era Él, Jesús, quien iluminó mi vida, cuya mirada me sedujo y me enseñó a mirar desde el corazón, sin juzgar exteriormente. Me enseñó a pararme y a pensar: ¿cómo ha sido hoy mi mirada?