¡Felices Pascuas! Es lo que nos deseamos los cristianos en este tiempo. Celebramos que la vida no se acaba con la muerte porque Cristo ha resucitado. “No busquéis entre los muertos al que está vivo”
Pero ¿sentimos la Pascua de verdad o es una simple coletilla?
Seremos capaces de construir la Pascua cuando anunciemos a Cristo encarnado en el hombre; cuando los que sufren el abandono y la soledad de una sociedad ingrata e injusta, puedan experimentar la dignidad de sentirse personas e hijos de Dios; cuando sepamos acoger y escuchar en este mundo egocéntrico y acelerado; cuando ayudemos a sonreír y a caminar a quien nos pide ayuda; cuando levantemos nuestras voces contra todo tipo de explotación humana y seamos capaces de tender la mano al pobre que me encuentro en el camino, le sonría y hable; cuando nos comprometamos trabajando por una sociedad más justa, más humana, y menos individualista. Entonces y sólo entonces, sí que podremos gritar ¡¡¡ Felices Pascuas!!! Porque de verdad hemos empezado a edificar la verdadera Pascua. La del corazón.