Hace unos días buscando otras cosas, llego a mí esta historia que hoy quiero compartir con vosotros porque personalmente, me hizo pensar:
“Un panadero quería conocer al gran emperador, y éste, que se enteró de sus deseos, no dudó en hacer realidad su sueño, pero lo hizo disfrazado de mendigo. Comenzó a comer pan, pero el panadero lo echó a puntapiés, entonces alguien le advirtió que era el gran emperador.
Arrepentido, el panadero le llevó a comer, junto con su séquito al mejor restaurante de la ciudad que conocía y podía pagar. Durante la comida tomó la palabra el gran emperador diciendo: “fijaos. Este hombre es capaz de gastar 10 monedas de oro en un banquete porque soy importante, pero es incapaz de darle un pedazo de pan a un mendigo hambriento”
¿No nos sentimos algo identificados? A quienes más tienen más se le regala, más se le invita, mejor trato recibe, más se presume de “ser amigo de” o “estar al lado de”…
Sin embargo los que más carecen, los que menos posibilidades tienen, los que están en paro, les embargan el piso, tienen hijos a los que no tienen que dar de comer y vestir… ¿alguien se acuerda de ellos? Al contrario, todas las puertas se le cierran. “Tanto tienes, tanto vales”. ¿Eso es lo que nos enseña el Evangelio? Debe de ser que no todos leemos el mismo Evangelio, aunque lo abramos por la misma página. Ojala algún día lleguemos a entenderlo…