El valor de una madre

El valor de una madre
El valor de una madre

Hoy quiero empezar contándoos una historia de un autor desconocido.

Un día caluroso de verano un niño decidió ir a nadar a la laguna que había detrás de su casa. Salió corriendo por la puerta trasera, se tiró al agua y, mientras nadaba feliz, no se dio cuenta de que un cocodrilo se le acercaba.

Su madre desde la ventana vio con horror lo que estaba sucediendo. Enseguida corrió hacia su hijo gritándole lo más fuerte que podía. Oyéndola el niño se alarmó y se volvió nadando hacia su madre.

Pero fue demasiado tarde. Desde el muelle la madre cogió al niño por sus brazos justo cuando el caimán le agarraba las piernas.

Un señor que escuchó los gritos se apresuró al lugar con una pistola y mató al cocodrilo.

El niño sobrevivió y, aunque sus piernas sufrieron bastante, aún pudo llegar a caminar. Cuando salió del trauma, un periodista le preguntó si querría enseñarle sus cicatrices. El niño se las mostró, pero orgulloso se remangó las mangas y señalando las cicatrices de sus brazos, dijo: ” pero las que usted debe ver son éstas”.

Eran las marcas de las uñas de su madre que habían presionado con fuerza. “Las tengo porque mamá no me soltó y me salvó la vida”.

 Cuando este pequeño relato llegó a mí, pensé: Creo que nunca seremos capaces de saber lo que es una madre hasta que la perdemos. Pero las personas somos así, sólo valoramos las cosas cuando las perdemos… El niño terminó diciendo: “Son las marcas…” El amor de una madre deja una huella como la de Dios, difícil de borrar…

Ella siempre está ahí. No importa cómo sea su hijo, el trato que reciba, aunque sea el peor…, para una madre su hijo siempre será su hijo.

Tienen el gran don y la habilidad de saber esperar, ser pacientes y siempre con actitud de acogida. A veces también con lagrimas en los ojos, pero ésas se pueden secar… Las que más duelen son las que caen del corazón, en silencio, calando al alma… Aun así, siempre están…

Quienes aún la tengáis, no desaprovechéis la oportunidad de abrazarla cada día y decirle: “te quiero”, porque llegará el día en el que eso ya no será posible y como decía el principito, y termino con esta reflexión: “si alguna vez llega el día en que no podamos estar juntos, guárdame en tu corazón, porque estaré allí para siempre”.

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